El psicoanálisis nos enseña que aquello que enferma al ser humano de
forma radical es la ausencia de la relación sexual; esto significa que
“nada podría colmar ni curar la distancia entre un sexo y otro, que cada
uno, como sexuado, está aislado de lo que siempre quiso considerar como
su complemento” (Miller, 2011). Uno de los aspectos más importantes que
el psicoanálisis ha dilucidado sobre el sujeto es que «la relación
sexual no existe». ¿Esto qué significa? Que entre los sexos no hay
proporción sexual; que los hombres no están hechos para las mujeres y
las mujeres no lo están para los hombres. En la relación entre hombres y
mujeres hay una falla esencial que es la no inscripción simbólica de la
relación entre el hombre y la mujer. Esto significa que en el lugar del
Otro hay un saber que no está ahí, un real imposible de nombrar, de
escribir: esto es la relación sexual. No hay pues saber sobre los sexos,
lo cual funda ese desencuentro permanente entre ellos. Además, “la
ausencia de relación sexual invalida toda noción de salud mental y de
terapéutica como retorno a la salud mental” (Miller).
El discurso
imperante, gubernamental, psicológico, y hasta religioso, profesa la
idea de que es posible tener una salud, un equilibrio mental. La salud
mental siempre ha tenido que ver con el discurso del amo y es un asunto
del gobierno; por eso es un tema que hace parte de los aparatos de
dominio político. El psicoanálisis se opone a esta idea de una tal salud
mental y a toda terapéutica que se supone que conduce a ella. “La salud
mental, seamos francos, no nos la creemos” (Miller, 2013). Lo que el
psicoanálisis revela con cada caso clínico, es que cada uno tiene su
vena de loco, y esa vena de loco que tiene cada sujeto, tiene que ver
con el deseo singular del sujeto, deseo que objeta a la salud mental. El
discurso analítico es el reverso del discurso del amo, por eso lo
objeta, y su potencia viene del hecho de que es desmasificante: “la
exigencia de singularidad de la que el discurso analítico hace un
derecho está de entrada porque procede uno por uno” (Miller).
El deseo singular del sujeto es algo que “está en el polo opuesto de
cualquier norma, es como tal extranormativo. Y si el psicoanálisis es la
experiencia que permitiría al sujeto explicitar su deseo en su
singularidad, este no puede desarrollarse más que rechazando toda
intención terapéutica” (Miller, 2011). Toda psicoterapia lo que busca es
“estandarizar el deseo para encarrilar al sujeto en el sendero de los
ideales comunes, de un como todo el mundo” (Miller). Al contrario de
esto, el deseo singular de cada sujeto apunta a un «no como todo el
mundo». Mientras que el discurso imperante –el discurso del amo– quiere
el «como todo el mundo», el psicoanálisis representa “la reivindicación,
la rebelión del no como todo el mundo, el derecho a una desviación
experimentada como tal, que no se mide con ninguna norma” (Miller). Esto
es lo que hace frágil al psicoanálisis, y que esté siempre amenazado:
por esa posición subversiva en la que se sostiene con respecto al
discurso del amo. “Solo se sostiene por el deseo del analista de dar
lugar a lo singular del Uno (…) el deseo del analista se pone del lado
del Uno. Con una voz temblorosa y bajita, el psicoanalista hace valer el
derecho a la singularidad” (Miller).
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
miércoles, 20 de junio de 2018
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