Con el concepto de lalengua –esa amalgama entre lo simbólico y lo real– Lacan abre otra dimensión, “en tanto que hay leyes del lenguaje pero no hay leyes de la dispersión y de la diversidad de las lenguas” (Miller, 2012). Lo anterior significa que cada lengua está conformada por contingencias, por azar. Esto también le da al inconsciente una nueva dimensión: la del inconsciente como intérprete de "lo real" (Miller). Pero si lo real es lo que no tiene sentido, si lo real es lo que queda por fuera del sentido, entonces ¿cómo se lo interpreta? Lo que un sujeto hace en un análisis personal, llevado hasta sus últimas consecuencias, es decantar un núcleo, “un pobre real, que se desdibuja como el puro encuentro con lalengua y sus efectos de goce en el cuerpo (…) Y ese encuentro de lalengua y del cuerpo no responde a ninguna ley previa, es contingente y siempre aparece perverso” (Miller).
Lo real lacaniano no es equivalente a lo real de la ciencia; se trata más bien de un real contingente, en tanto que responde a la falta de una ley natural que le de consistencia a la relación entre los sexos. Ese real que se nombra diciendo «no existe la proporción sexual», es un agujero en el saber (Miller, 2012), se trata de un real que alude al sexo como ausente. La fórmula lacaniana «No hay relación sexual», da cuenta de ese real imposible de verbalizar y de cifrar. “La verbalización del sexo, como un lugar vacío da cuenta de que en el inconsciente hay algo que no se inscribe” (Miller). Y si hay algo que se observa en la contemporaneidad, es ese desorden creciente de la relación entre los sexos, entre hombres y mujeres. Así pues, “en el siglo XXI se trata para el psicoanálisis de explorar otra dimensión: la de la defensa contra lo real sin ley y sin sentido” (Miller). Ese inconsciente real ya no es más intencional, no responde más a una interpretación del sentido que se halla reprimido, sino que este inconsciente real “se encuentra bajo la modalidad del "Así es". Que, se puede decir, es como nuestro "Amén"” (Miller). El deseo del analista en la cura apunta, entonces, a llegar a ese real, a reducir al sujeto a su real y liberarlo del sentido, ya que se trata de “un real despojado de sentido” (Miller). Y la lalengua es precisamente eso: una cadena significante sin efecto de sentido (Miller, 2003).
Lalengua no es el lenguaje; mientras el lenguaje está del lado de lo simbólico, de la estructura, lalengua está más del lado de lo real, de los efectos de lo real sobre el cuerpo. La estructura del lenguaje no es más que una elucubración de saber sobre lalengua (Miller, 2008). Dice Miller en su curso La orientación lacaniana: “El concepto de lalengua está destinado a destruir al psicoanálisis sólido. Es ya un concepto que anuncia que la palabra es del orden de la secreción, que es un fluido lingüístico. Es lo que anuncia ya que el significante no es más que el producto del discurso científico sobre lalengua" (Curso del 12 de marzo de 2008). El significante en su estatuto de letra y separado del sentido, es lo que Lacan va a llamar lalengua, “un saber que se presenta como una huella, un trazo, como una escritura de lo que fue nuestra relación originaria con la lengua materna” (García, 2009), marca del goce en el cuerpo.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
jueves, 23 de agosto de 2012
jueves, 16 de agosto de 2012
349. Hay un gran desorden en lo real.
Crece en este siglo lo que Freud llamó "el malestar en la cultura" y que Lacan descifró como los callejones sin salida de la civilización (Miller, 2012). Son dos los factores históricos, dos los discursos que han cambiado de manera radical al mundo: el discurso de la ciencia y el discurso capitalista. Estos dos discursos, que prevalecen en la contemporaneidad, "han empezado a destruir la estructura tradicional de la experiencia humana" (Miller). Es por esto que en el discurso del psicoanálisis se dice que el orden simbólico ha cambiado, que el Nombre del Padre, piedra angular del orden simbólico, se ha resquebrajado. Por la combinación de los dos discursos, el de la ciencia y el del capitalismo, el Nombre del Padre se ha devaluado (Miller).
El Nombre del Padre ha terminado por ser nada más que un sinthome, es decir, algo que suple un agujero, y ese agujero no es otro que "la inexistencia de la proporción sexual en la especie humana, la especie de los seres vivientes que hablan" (Miller, 2012). Lo anterior significa que todos los seres humanos "padecen de la misma carencia de saber respecto de qué hacer con la sexualidad" (Miller). Esta ausencia de saber la comparten las tres estructuras clínicas: neurosis, psicosis, perversión; y por lo tanto, esto "sacude la diferencia entre neurosis y psicosis que era, hasta ahora, la base del diagnóstico psicoanalítico" (Miller).
Ese agujero en el saber -la inexistencia de la proporción sexual entre hombres y mujeres- es lo que el psicoanálisis denomina "lo real". Y lo que se revela ahora, en pleno siglo XXI, es que hay un gran desorden en lo real. Dice Miller (2012) en la presentación del tema para el congreso de la AMP en el 2014 que “la naturaleza era el nombre de lo real cuando no había desorden en lo real”, es decir que lo real se confundía con la naturaleza y se podía definir, como lo hizo Lacan, como «lo que vuelve al mismo lugar»; lo real era garantía del orden simbólico (Miller). La naturaleza se define por estar ordenada, a tal punto que, desde la antigüedad, se pensaba que todo orden en lo humano debía imitar al orden natural; incluso la familia, como formación natural, servía de modelo a la puesta en orden de los grupos humanos (Miller).
Con la entrada del Dios Cristiano, el orden natural seguía vigente, en tanto que la naturaleza creada por Dios responde a su voluntad. Aún hoy, la Iglesia Católica sigue su lucha para proteger ese orden natural, en asuntos como la reproducción, la sexualidad, la familia, etc. Pero esto es una causa perdida, porque todo el mundo siente que ya no hay más orden en la naturaleza, en lo real (Miller, 2012). Desde el momento en que surgió el discurso de la ciencia, ese orden natural empezó a ser tocado. Y con el discurso capitalista y su avidez por la ganancia, ese orden empezó a ser destruido. El capitalismo y la ciencia “se han combinado para hacer desaparecer a la naturaleza y lo que queda del desvanecimiento de la naturaleza es lo que llamamos lo real, es decir, un resto, por estructura, desordenado. Se toca a lo real por todas partes según los avances del binario capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa, sin que se pueda recuperar una idea de armonía” (Miller). A partir de la combinación de esos dos discursos, la civilización ya no será nunca más la misma.
El Nombre del Padre ha terminado por ser nada más que un sinthome, es decir, algo que suple un agujero, y ese agujero no es otro que "la inexistencia de la proporción sexual en la especie humana, la especie de los seres vivientes que hablan" (Miller, 2012). Lo anterior significa que todos los seres humanos "padecen de la misma carencia de saber respecto de qué hacer con la sexualidad" (Miller). Esta ausencia de saber la comparten las tres estructuras clínicas: neurosis, psicosis, perversión; y por lo tanto, esto "sacude la diferencia entre neurosis y psicosis que era, hasta ahora, la base del diagnóstico psicoanalítico" (Miller).
Ese agujero en el saber -la inexistencia de la proporción sexual entre hombres y mujeres- es lo que el psicoanálisis denomina "lo real". Y lo que se revela ahora, en pleno siglo XXI, es que hay un gran desorden en lo real. Dice Miller (2012) en la presentación del tema para el congreso de la AMP en el 2014 que “la naturaleza era el nombre de lo real cuando no había desorden en lo real”, es decir que lo real se confundía con la naturaleza y se podía definir, como lo hizo Lacan, como «lo que vuelve al mismo lugar»; lo real era garantía del orden simbólico (Miller). La naturaleza se define por estar ordenada, a tal punto que, desde la antigüedad, se pensaba que todo orden en lo humano debía imitar al orden natural; incluso la familia, como formación natural, servía de modelo a la puesta en orden de los grupos humanos (Miller).
Con la entrada del Dios Cristiano, el orden natural seguía vigente, en tanto que la naturaleza creada por Dios responde a su voluntad. Aún hoy, la Iglesia Católica sigue su lucha para proteger ese orden natural, en asuntos como la reproducción, la sexualidad, la familia, etc. Pero esto es una causa perdida, porque todo el mundo siente que ya no hay más orden en la naturaleza, en lo real (Miller, 2012). Desde el momento en que surgió el discurso de la ciencia, ese orden natural empezó a ser tocado. Y con el discurso capitalista y su avidez por la ganancia, ese orden empezó a ser destruido. El capitalismo y la ciencia “se han combinado para hacer desaparecer a la naturaleza y lo que queda del desvanecimiento de la naturaleza es lo que llamamos lo real, es decir, un resto, por estructura, desordenado. Se toca a lo real por todas partes según los avances del binario capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa, sin que se pueda recuperar una idea de armonía” (Miller). A partir de la combinación de esos dos discursos, la civilización ya no será nunca más la misma.
viernes, 10 de agosto de 2012
348. El nudo borromeo.
Lacan introduce la topología del nudo borromeo para poder pensar la estructura del lenguaje y sus efectos sobre el sujeto. “Esa estructura es diferente de la espacialización de la circunferencia o de la esfera en la que algunos se complacen en esquematizar los límites de lo vivo y de su medio: responde más bien a ese grupo relacional que la lógica simbólica designa topológicamente como un anillo.” (Lacan, 2001, p.308). Este interés de Lacan en la topología le permite expresar la estructura del sujeto por medios no intuitivos o imaginarios, y es lo que lo llevará al establecimiento del nudo borromeo para pensar el orden simbólico y sus interrelaciones con lo real y lo imaginario.
Cada uno de los tres registros que Lacan propone para pensar la estructura que determina al sujeto –lo que podríamos denominar su aparato psíquico, una tercera tópica después de las dos que introdujo Freud–, es decir, lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, los podemos definir así: lo real se vincula con lo impensable y lo imposible –lo real es lo imposible de de saber y lo imposible de soportar para el sujeto–; lo simbólico lo podemos definir como el lugar del equívoco y soporte del inconsciente y su estructura –el inconsciente está estructurado como un lenguaje–; y lo imaginario como el reino de la imagen que el sujeto se da de sí y reino del sentido.
Lacan insistirá en que sólo hay una manera de dar común medida a estos tres registros, real, simbólico e imaginario: anudarlos en el nudo borromeo. El nudo borromeo consiste estrictamente en que tres anillos es su mínimo. Si se desanudan dos anillos de una cadena, los otros permanecen anudados, pero en el nudo borromeo, si de tres se rompe uno, se liberan los tres anillos; es un hecho de consistencia del nudo borromeo, dice Lacan en su seminario 22, RSI. A su vez, estos tres registros implican tres efectos, producidos por la relación borromea que sostienen: un efecto de sentido, un efecto de goce, y un efecto llamado de no-relación sexual. El síntoma será aquello que contendrá, él mismo, estos tres efectos: tiene un sentido, condensa un goce y suple la no-existencia de la relación sexual. El nudo será lo que añada una consistencia a esos tres efectos.
El nudo borromeo también le sirvió a Lacan para “presentar lo real propio del psicoanálisis, volviéndolo presente, visible, palpable, manipulable sobre la forma del nudo borromeo.” [Miller y Laurent. El otro que no existe y sus comités de ética. Lección inaugural]. El nudo borromeo es un objeto que no es semblante, es real; es un objeto con el que Lacan quiso manifestar lo real propio del psicoanálisis. Así pues, la orientación lacaniana es la orientación hacia lo real; lo que importa en el psicoanálisis –insiste Miller– es mantener la orientación hacia lo real.
Cada uno de los tres registros que Lacan propone para pensar la estructura que determina al sujeto –lo que podríamos denominar su aparato psíquico, una tercera tópica después de las dos que introdujo Freud–, es decir, lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, los podemos definir así: lo real se vincula con lo impensable y lo imposible –lo real es lo imposible de de saber y lo imposible de soportar para el sujeto–; lo simbólico lo podemos definir como el lugar del equívoco y soporte del inconsciente y su estructura –el inconsciente está estructurado como un lenguaje–; y lo imaginario como el reino de la imagen que el sujeto se da de sí y reino del sentido.
Lacan insistirá en que sólo hay una manera de dar común medida a estos tres registros, real, simbólico e imaginario: anudarlos en el nudo borromeo. El nudo borromeo consiste estrictamente en que tres anillos es su mínimo. Si se desanudan dos anillos de una cadena, los otros permanecen anudados, pero en el nudo borromeo, si de tres se rompe uno, se liberan los tres anillos; es un hecho de consistencia del nudo borromeo, dice Lacan en su seminario 22, RSI. A su vez, estos tres registros implican tres efectos, producidos por la relación borromea que sostienen: un efecto de sentido, un efecto de goce, y un efecto llamado de no-relación sexual. El síntoma será aquello que contendrá, él mismo, estos tres efectos: tiene un sentido, condensa un goce y suple la no-existencia de la relación sexual. El nudo será lo que añada una consistencia a esos tres efectos.
El nudo borromeo también le sirvió a Lacan para “presentar lo real propio del psicoanálisis, volviéndolo presente, visible, palpable, manipulable sobre la forma del nudo borromeo.” [Miller y Laurent. El otro que no existe y sus comités de ética. Lección inaugural]. El nudo borromeo es un objeto que no es semblante, es real; es un objeto con el que Lacan quiso manifestar lo real propio del psicoanálisis. Así pues, la orientación lacaniana es la orientación hacia lo real; lo que importa en el psicoanálisis –insiste Miller– es mantener la orientación hacia lo real.
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