La clínica psiquiátrica presenta estadísticas sobre la depresión diciendo que un 25% de la población la padece. Pero resulta muy difícil no estar deprimido en el mundo de hoy. “A lo largo de una vida, se nos dan prácticamente todas las oportunidades para tener un episodio depresivo” (Laurent, 2007). Casi que los sujetos contemporáneos se encuentran frente a una nueva angustia, la de preguntarse si se va a deprimir algún día.
La respuesta, también contemporánea, a esa triste inmovilidad que es la depresión, es la medicación. Sobre todo porque, en esta sociedad técnica, el ser humanos es pensado como una máquina, como un automóvil, que tiene su nivel de serotonina bajo; ¡bastaría con elevar dicho nivel y la tristeza existencial se arregla! (Laurent, 2007). El cuerpo-máquina permite pensar la vida desde un punto de vista técnico. Y la droga como tal, ya sea lícita o ilícita, que se la encuentra por todos lados, hace parte de esa fetichización de la mercancía, propia del discurso capitalista que ha invadido todos los aspectos de la vida, tal y como lo anticipó Carl Marx. “Nuestra civilización (…) se caracteriza por la pasión hacia el objeto” (Laurent)
“¿Cómo voy a vivir?” parece ser la pregunta de todo sujeto contemporáneo enfrentado a un mundo que se ha vuelto hiperexigente en todos los aspectos de la vida. Frente a esta pregunta tan angustiosa la droga responde como una manera de olvidarse de dicha angustia. Y es algo que no solo es un problema de las personas pobres; ¡los ricos son los principales consumidores de droga! “América latina abastece, a través de países como Colombia, a los Estados Unidos, que es una nación de consumo. Como le decía, los ricos fueron los primeros en consumir droga” (Laurent, 2009).
Pero “la droga es una forma de morir. Y de morir en pleno éxtasis. Por lo tanto, es un total hedonismo” (Laurent, 2009). Vivimos en una sociedad de la que se puede decir que es hedonista, que tiene como principio de su funcionamiento, el placer. El problema es que una sociedad no puede sobrevivir si tiene por principio el hedonismo; es lo que Freud advirtió desde 1920: “que el placer (como principio) abre la puerta a un más allá permanente. Es decir, un más allá en el que se busca sólo nuestro placer, y ¿qué encontramos entonces? Encontramos algo que Jacques Lacan tomó del vocablo francés clásico, “el goce”” (Laurent). Y si bien el goce es cercano al placer, te lleva a un más allá, un más allá que está del lado de lo peor, que te acerca a la muerte: “Se empieza por tomar un poco de cocaína “por placer”, luego para “levantarse” un poquito, ¡y finalmente, es imposible parar!” (Laurent)
Lo que revela la droga en esta sociedad de consumo, es que “¡somos una sociedad globalmente adictiva!” (Laurent, 2009) Pero no solo a las drogas, ¡a todo! Al éxito, al ejercicio, al trabajo, “¡Trabajamos cada vez más y, si uno es japonés, acaba por morir en el trabajo!” (Laurent). Todo se ha vuelto una adicción y el cuerpo-máquina no funciona nunca así, como un automóvil. “Lo que ese cuerpo quiere es gozar y gozar cada vez más” (Laurent). El problema es que no se sabe cómo detener esto, no se sabe en qué momento hay que parar. “Hemos entrado en una carrera loca y adictiva” (Laurent). ¿Cuál podría ser la salida? No es más la prohibición; ya nadie cree en ella, pero tampoco es la permisividad, la cual termina siendo “una forma de locura en sí misma” (Laurent).
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
lunes, 24 de noviembre de 2014
jueves, 13 de noviembre de 2014
411. Un analista ciudadano revela las mentiras de la civilización.
El psicoanálisis busca reinventarse para poder responder a esta contemporaneidad tan acelerada. "El psicoanálisis es una alternativa a ese frenesí y al hecho de que la ciencia, y sobre todo la farmacopea, avanzan sobre todos los aspectos de la vida" (Laurent, 2007). La civilización ya no es como era; ya no estamos más en la época victoriana en la que la represión sexual predominaba y eran pocos los sujetos que podían tomar la palabra. Hoy lo que existe es un "empuje a la experiencia sexual, de empuje a la toma de la palabra por mujeres y niños" (Laurent). Hasta finales del siglo XX predominaban ciertos ideales nacionales, políticos, ideológicos y religiosos que le daban consistencia a la sociedad, pero con la caída de dichos grandes ideales se ha producido actualmente un individualismo exacerbado y un empuje al goce. La civilización ha dado hoy un giro de 180 grados: "Las familias compuestas, los divorcios, la pérdida de confianza en las grandes certezas de lo que era la vida. Los ídolos ya están caídos y hay un régimen de descreencia" (Laurent).
La nueva tarea del psicoanálisis es "llamar la atención sobre las mentiras de la civilización" (Laurent, 2007). Ahora que ya no estamos rodeados de esos grandes ideales que ordenaban el mundo, el psicoanálisis nos recuerda que todos los hechos de la vida, incluso los regidos por los grandes ideales, van acompañados por las pulsiones de vida y de muerte. "La vida en su expresión máxima tiene, también, una expresión mortífera" (Laurent). En la compleja era en la que vivimos, ya sin los grandes ideales, se manifiesta más abiertamente ese empuje hacia la pulsión de muerte, ese empuje a lo peor. ¿Cómo responde el psicoanálisis a esto?
En un primer momento el analista asumió una posición crítica. “Crítico es el analista que no tiene ningún ideal, que llega a borrarse, que es tan solo un vacío ambulante, que no cree en nada. ¡Ya está más allá de toda creencia, por supuesto! Como ya no cree en Papá Noel, como ya no cree, se libra del peso que llevan sobre los hombros sus hermanos” (Laurent, 2000)
El psicoanálisis trata de buscar soluciones a los problemas contemporáneos que apunten a la posibilidad de la vida (Laurent, 2007). Por esta razón, el planteamiento del psicoanalista crítico, dedicado a la des-identificación de los sujetos a los ideales que impone la cultura, no es la que conviene al psicoanálisis hoy. Esa posición lo lleva a una marginalidad o inutilidad que lo separa de la cultura. Esta posición no conviene, y si se sostiene, el papel histórico de los psicoanalistas ha terminado (Laurent).
“Los analistas tienen que pasar de la posición del analista como especialista de la des-identificación a la del analista ciudadano” (Laurent, 2000). Un analista ciudadano es un analista que deja de ser crítico y deja de estar encerrado en su consultorio y pasa a ser “un analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, un analista capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora” (Laurent).
La nueva tarea del psicoanálisis es "llamar la atención sobre las mentiras de la civilización" (Laurent, 2007). Ahora que ya no estamos rodeados de esos grandes ideales que ordenaban el mundo, el psicoanálisis nos recuerda que todos los hechos de la vida, incluso los regidos por los grandes ideales, van acompañados por las pulsiones de vida y de muerte. "La vida en su expresión máxima tiene, también, una expresión mortífera" (Laurent). En la compleja era en la que vivimos, ya sin los grandes ideales, se manifiesta más abiertamente ese empuje hacia la pulsión de muerte, ese empuje a lo peor. ¿Cómo responde el psicoanálisis a esto?
En un primer momento el analista asumió una posición crítica. “Crítico es el analista que no tiene ningún ideal, que llega a borrarse, que es tan solo un vacío ambulante, que no cree en nada. ¡Ya está más allá de toda creencia, por supuesto! Como ya no cree en Papá Noel, como ya no cree, se libra del peso que llevan sobre los hombros sus hermanos” (Laurent, 2000)
El psicoanálisis trata de buscar soluciones a los problemas contemporáneos que apunten a la posibilidad de la vida (Laurent, 2007). Por esta razón, el planteamiento del psicoanalista crítico, dedicado a la des-identificación de los sujetos a los ideales que impone la cultura, no es la que conviene al psicoanálisis hoy. Esa posición lo lleva a una marginalidad o inutilidad que lo separa de la cultura. Esta posición no conviene, y si se sostiene, el papel histórico de los psicoanalistas ha terminado (Laurent).
“Los analistas tienen que pasar de la posición del analista como especialista de la des-identificación a la del analista ciudadano” (Laurent, 2000). Un analista ciudadano es un analista que deja de ser crítico y deja de estar encerrado en su consultorio y pasa a ser “un analista que participa, un analista sensible a las formas de segregación, un analista capaz de entender cuál fue su función y cuál le corresponde ahora” (Laurent).
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