412. Depresión y consumo de drogas.

La clínica psiquiátrica presenta estadísticas sobre la depresión diciendo que un 25% de la población la padece. Pero resulta muy difícil no estar deprimido en el mundo de hoy. “A lo largo de una vida, se nos dan prácticamente todas las oportunidades para tener un episodio depresivo” (Laurent, 2007). Casi que los sujetos contemporáneos se encuentran frente a una nueva angustia, la de preguntarse si se va a deprimir algún día.

La respuesta, también contemporánea, a esa triste inmovilidad que es la depresión, es la medicación. Sobre todo porque, en esta sociedad técnica, el ser humanos es pensado como una máquina, como un automóvil, que tiene su nivel de serotonina bajo; ¡bastaría con elevar dicho nivel y la tristeza existencial se arregla! (Laurent, 2007). El cuerpo-máquina permite pensar la vida desde un punto de vista técnico. Y la droga como tal, ya sea lícita o ilícita, que se la encuentra por todos lados, hace parte de esa fetichización de la mercancía, propia del discurso capitalista que ha invadido todos los aspectos de la vida, tal y como lo anticipó Carl Marx. “Nuestra civilización (…) se caracteriza por la pasión hacia el objeto” (Laurent)

“¿Cómo voy a vivir?” parece ser la pregunta de todo sujeto contemporáneo enfrentado a un mundo que se ha vuelto hiperexigente en todos los aspectos de la vida. Frente a esta pregunta tan angustiosa la droga responde como una manera de olvidarse de dicha angustia. Y es algo que no solo es un problema de las personas pobres; ¡los ricos son los principales consumidores de droga! “América latina abastece, a través de países como Colombia, a los Estados Unidos, que es una nación de consumo. Como le decía, los ricos fueron los primeros en consumir droga” (Laurent, 2009).

Pero “la droga es una forma de morir. Y de morir en pleno éxtasis. Por lo tanto, es un total hedonismo” (Laurent, 2009). Vivimos en una sociedad de la que se puede decir que es hedonista, que tiene como principio de su funcionamiento, el placer. El problema es que una sociedad no puede sobrevivir si tiene por principio el hedonismo; es lo que Freud advirtió desde 1920: “que el placer (como principio) abre la puerta a un más allá permanente. Es decir, un más allá en el que se busca sólo nuestro placer, y ¿qué encontramos entonces? Encontramos algo que Jacques Lacan tomó del vocablo francés clásico, “el goce”” (Laurent). Y si bien el goce es cercano al placer, te lleva a un más allá, un más allá que está del lado de lo peor, que te acerca a la muerte: “Se empieza por tomar un poco de cocaína “por placer”, luego para “levantarse” un poquito, ¡y finalmente, es imposible parar!” (Laurent)

Lo que revela la droga en esta sociedad de consumo, es que “¡somos una sociedad globalmente adictiva!” (Laurent, 2009) Pero no solo a las drogas, ¡a todo! Al éxito, al ejercicio, al trabajo, “¡Trabajamos cada vez más y, si uno es japonés, acaba por morir en el trabajo!” (Laurent). Todo se ha vuelto una adicción y el cuerpo-máquina no funciona nunca así, como un automóvil. “Lo que ese cuerpo quiere es gozar y gozar cada vez más” (Laurent). El problema es que no se sabe cómo detener esto, no se sabe en qué momento hay que parar. “Hemos entrado en una carrera loca y adictiva” (Laurent). ¿Cuál podría ser la salida? No es más la prohibición; ya nadie cree en ella, pero tampoco es la permisividad, la cual termina siendo “una forma de locura en sí misma” (Laurent).

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