El ser humano suele tener dos caras, dos rostros: uno que abarca la
parte de la que estamos orgullosos, esa que se le muestra a la familia, a
los amigos, a la cultura, “la parte admirable, que constituye el honor
de la humanidad” (Miller, 2008);
pero también hay otro rostro que constituye la parte horrible,
horrorosa, la que se oculta, se cubre o se deniega. “El psicoanálisis ha
mostrado que nuestro ser incluye esa parte desconocida, el inconsciente
reprimido, que está dentro de mí, que me mueve y actúa habitualmente a
través de mí” (Miller); es lo que Freud llamó "ello", esa instancia
psíquica que está en continuidad con el "yo" y que nos enseña que, en el
fondo de nuestro ser, todos somos criminales, que todos somos
monstruos, que el mal nos habita o, si se quiere, que al diablo lo
llevamos dentro de nosotros, en el ello.
Esta es la razón para
que los seres humanos encuentran gran fascinación hacia el gran
criminal, los asesinos seriales (Miller, 2008). ¿Esto por qué sucede? El
psicoanálisis lo ha develado permanentemente: porque el asesino
“realiza un deseo presente en cada uno de nosotros. Aunque sea
insoportable pensarlo, de alguna manera son sujetos que no han
retrocedido frente a su deseo” (Miller). Así pues, en el fondo de
nuestro ser, cada uno de nosotros es también un asesino en potencia;
basta con ver un noticiero o leer las páginas judiciales de un periódico
para saberlo.
“Nada es más humano que el crimen” (Miller, 2008).
Así pues, el crimen es algo propio de la naturaleza humana, así también
habiten en el ser humano la simpatía, la compasión y la piedad. De
cierta manera el sujeto está siempre en conflicto con esas dos
vertientes: la de la Ley y la de la satisfacción de sus impulsos
sexuales y agresivos, es decir, el goce. Si el asesino en serie, ese
monstruo inhumano, nos fascina, es porque él “está desprovisto de (ese)
conflicto, eso es muy claro, en eso sale de lo común” (Miller).
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
sábado, 19 de marzo de 2016
viernes, 4 de marzo de 2016
444. ¿Qué es lo que repite el sujeto?
Freud se ve empujado a formular una lógica distinta que la del principio
del placer, en la medida en que ésta no explicaba ciertos fenómenos de
la clínica psicoanalítica; él, entonces, se ve llevado a preguntarse por
qué los sujetos se ven forzados a repetir indefectiblemente ciertos
actos o escenas que le son dolorosas, si tales repeticiones no les
procuran placer. Incluso, esto llevó a Freud a hablar de una fuerza
«demoníaca», de una compulsión de destino que hace parte de la
subjetividad humana. (Kauffman, 1996).
Freud (1914) se pregunta, entonces, qué es lo que repite o actúa el sujeto; su respuesta es: “Repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Y además, durante el tratamiento repite todos sus síntomas” (Freud, 1914).
Freud (1926) explica, pues, como el sujeto neurótico busca la cancelación del pasado, de su historia, reprimiéndola; pero esa misma tendencia es lo que explica la compulsión de repetición: “Lo que no ha acontecido de la manera en que habría debido de acuerdo con el deseo es anulado repitiéndolo de un modo diverso de aquel en que aconteció.” (Freud). El propósito de la terapia psicoanalítica es que el sujeto logre cancelar sus represiones, “él recupera su poder sobre el ello reprimido y puede hacer que las mociones pulsionales discurran como si ya no existieran las antiguas situaciones de peligro” (Freud).
Eso que el sujeto reprime tiene el valor de trauma, así pues, la repetición sería una consecuencia del trauma, y al mismo tiempo, “una vana tentativa por anularlo, una manera también de hacer algo con él. (…) Su retorno incesante -en forma de imágenes, de sueños, de puestas en acto- tiene precisamente esa función: intentar dominarlo integrándolo a la organización simbólica del sujeto. La función de la repetición es por lo tanto recomponer el trauma («recomponer una fractura», como se dice).” (Chemama & Vandermersch, 2004).
Freud (1914) se pregunta, entonces, qué es lo que repite o actúa el sujeto; su respuesta es: “Repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Y además, durante el tratamiento repite todos sus síntomas” (Freud, 1914).
Freud (1926) explica, pues, como el sujeto neurótico busca la cancelación del pasado, de su historia, reprimiéndola; pero esa misma tendencia es lo que explica la compulsión de repetición: “Lo que no ha acontecido de la manera en que habría debido de acuerdo con el deseo es anulado repitiéndolo de un modo diverso de aquel en que aconteció.” (Freud). El propósito de la terapia psicoanalítica es que el sujeto logre cancelar sus represiones, “él recupera su poder sobre el ello reprimido y puede hacer que las mociones pulsionales discurran como si ya no existieran las antiguas situaciones de peligro” (Freud).
Eso que el sujeto reprime tiene el valor de trauma, así pues, la repetición sería una consecuencia del trauma, y al mismo tiempo, “una vana tentativa por anularlo, una manera también de hacer algo con él. (…) Su retorno incesante -en forma de imágenes, de sueños, de puestas en acto- tiene precisamente esa función: intentar dominarlo integrándolo a la organización simbólica del sujeto. La función de la repetición es por lo tanto recomponer el trauma («recomponer una fractura», como se dice).” (Chemama & Vandermersch, 2004).
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