El fantasma fundamental es una fantasía primordial con la que el sujeto
resuelve o responde a su particular manera de hacerse a una satisfacción
sexual, satisfacción que no se reduce únicamente al coito. Este es uno
de los grandes descubrimientos freudianos: que la sexualidad humana no se
reduce a la genitalidad o la reproducción, no, sino que son muy variadas
las formas que tiene el sujeto para encontrar una satisfacción de
carácter sexual: fumar, beber, pelear, comer, defecar, mirar, oír,
tocar, etc. Son innumerables los comportamientos del sujeto –casi
siempre con un carácter repetitivo– en los que él, de manera consciente o
inconsciente, encuentra una satisfacción sexual. ¿Por qué sexual? Porque
el sujeto experimenta esa satisfacción en el cuerpo, en una zona
erógena de su cuerpo, ya sea experimentando placer, o ¡dolor! Este sí es
el gran descubrimiento de Freud: que el sujeto también encuentra una
extraña satisfacción en el dolor, en el malestar, en el sufrimiento; por
eso es tan difícil que el ser humano ¡pare de sufrir! El sujeto no
puede dejar de hacer aquello que le causa un displacer y en lo que, a su
vez, encuentra una satisfacción que es casi siempre inconsciente: no
puede dejar de maltratar a sus padres, no puede dejar de pelearse con su
pareja, no puede dejar de comer, de beber, de elegir personas que no le
convienen, etc., etc. Y resulta que la búsqueda de esa satisfacción
sexual en el sujeto, responde a ese fantasma fundamental.
El fantasma fundamental, a su vez, involucra un objeto: el objeto a minúscula,
un objeto que el sujeto toma del Otro, separa del cuerpo del Otro: “Es
el seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas separables, sin
embargo profundamente religadas al cuerpo, he ahí de lo que se trata en
el objeto a” (Lacan, seminario XIV), y es gracias a ese objeto
que el sujeto alcanza la satisfacción sexual. Así pues, la “presencia
del objeto a en el inconsciente permite sostener que el fantasma
inconsciente siempre tiene, según la fórmula de Lacan, un pie en el
Otro; pero no los dos, dado que a está desapegado del Otro” (Miller, 2011).
Ese fantasma, radicalmente inconsciente, se constituye, se forma en
el momento en el que el sujeto pasa por su complejo de Edipo, en su
primera infancia, es decir, que “en el origen mismo del fantasma se
tiene una posición de amor” (Miller). Siempre habrá una historia amorosa
detrás de todo fantasma fundamental, solo que esa historia amorosa el
sujeto la transforma, haciéndola irreconocible en sus fantasías, “pero
cuando se reconstituye la genealogía (del) fantasma, lo que se encuentra
al inicio es una cuestión de amor” (Miller).
Veamos un claro
ejemplo de esto: “Hay familias en las que el padre efectivamente golpea.
Puede haber una familia en la que el padre golpea a los hijos y no a
las hijas; por el contrario, las mima. Pues bien, que los golpeados sean
los muchachos, las fascina. En consecuencia, ellas pueden verse
llevadas a imaginar el goce de ser golpeadas como muchachos, y a
preguntarse si ser golpeado no será de hecho una prueba de amor del
padre, muy superior al hecho de ser mimado.” (Miller, 2011). Así pues,
el fantasma fundamental es a la vez una escena, una escena que se
construye a partir de una pregunta sobre el amor: una “historia de la
que se desprende el recuerdo encubridor. Y para el sujeto esas imágenes
perduran como un hueso; se le quedan atragantadas, permanecen con un
carácter paradójico, escandaloso, incluso vergonzoso: quedan como lo
real de esa elaboración simbólica” (Miller), elaboración que el sujeto
hace de esa escena, de esa historia edípica primordial, escena que no
falta en ningún sujeto que haya tenido vínculos afectivos con sus
cuidadores.
Con el personaje de Sabina, en la película Un método
peligroso, esto es clarísimo: su fantasma se constituye al lado de su
padre (complejo de Edipo), un padre al que le gustaba pegarle nalgadas a
sus hijos, y ella, Sabina, en lugar de sentir dolor, experimentaba
mucho placer en medio del dolor (es lo que el psicoanálisis denomina
goce), en el momento en que su padre le pegaba. Esta escena o fantasma va
a determinar de manera radical la vida sexual de Sabina. Esa escena
ella la va a reprimir por indecorosa, por eso, cuando sus impulsos
sexuales reaparecen en su juventud, enferma gravemente con una serie de
síntomas psíquicos (una histeria conversiva), los cuales se curan en el
momento en que ella hace consciente esa escena primordial olvidada
(reprimida), ese fantasma: la satisfacción que ella experimentaba cuando
su padre le daba nalgadas.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
viernes, 13 de enero de 2017
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