UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
viernes, 28 de mayo de 2021
506. ¿Por qué la «gente de bien» puede llegar a ser tan malvada?
El ejemplo que da García Villegas (2020) sobre este tipo de situaciones, es lo ocurrido durante la Alemania Nazi, con los campos de concentración y los hornos crematorios. Bajo la égida de un régimen totalitario, los sujetos pueden llegar a hacer atrocidades; por supuesto, ellos son tan responsables de sus actos criminales como lo es el sistema. “Los soldados, los torturadores y los burócratas se deslizan fácilmente, casi naturalmente, por la tarima que el régimen totalitario ensambla” (p. 220), de tal manera que personas que se dicen buenas, puede terminar siendo verdugos, ¡y sin darse cuenta! Esto explicaría el actuar de las fuerzas del Estado, y hasta de grupos de personas beligerantes, abusando de su poder, ya sea armado o por su investidura, llevándolos a abusar de los derechos humanos sin ningún reparo. Lo que hay que preguntarse aquí, entonces, es si el establecimiento que gobierna a Colombia tiene un carácter totalitario, de tal manera que, ante la orden de un jefe político, que hace parte del partido que gobierna este país, a través de un trino, por ejemplo, puede llevar a que las fuerzas del Estado y a la población que lo eligió, a realizar actos delictivos sin ninguna consideración.
Ahora bien, "La responsabilidad moral existe y muchas veces es más amplia de lo que estamos dispuestos a reconocer: en las grandes empresas del mal no solo hay un grupo de culpables que concibieron, diseñaron y ejecutaron la exterminación de pueblos enteros, también hay pueblos enteros que acolitaron o simplemente callaron cuando pudieron levantar su voz" (García Villegas, 2020, p. 220)
Lo contrario también sucede; cuando el establecimiento no se manifiesta violento ni belicoso, no solamente sus subalternos, sino también el pueblo entero, puede llevar una vida en paz, o por lo menos las voces combativas se callan, se silencian, hasta que llegue nuevamente al poder un estado guerrero. Lo vivimos en Colombia durante el último año del expresidente Santos, luego de la firma de la paz con las FARC; fue uno de los años más pacíficos en la historia de este país, a tal punto que hasta el Hospital Militar quedó vacío, ya que dejaron de llegar soldados heridos. Pero con el regreso al poder de un partido político de extrema derecha y muy guerrerista, sus seguidores se muestran también combatientes y conflictivos, dispuestos a abusar de su poder (en el caso en que lo tengan) y violar los derechos de todos aquellos que no estén con ellos, incluso hasta eliminarlos, que es un poco lo que ha sucedido durante la historia política de este país con el adversario: se lo elimina dándole muerte.
Pero, ¿cómo es posible que un conjunto de sujetos pueda actuar tan irracionalmente, hasta el punto de llegar a ser unos verdugos, a pesar de moralidad y su ética? Freud (1933/1991) tiene una explicación para esto. Lo hace con su concepto de superyó, que en términos sencillos no es otra cosa que la conciencia moral del sujeto (la voz de la conciencia). El superyó es aquello que sustituye a la instancia parental (la autoridad de los padres), que, una vez introyectada en el funcionamiento del psiquismo por parte del niño, se dedica a vigilarlo, juzgarlo y castigarlo, “exactamente como antes lo hicieron los padres con el niño” (Freud, 1933/1991, p. 58).
El superyó, entonces, responde a una identificación con la instancia parental que opera en la primera infancia, siendo el heredero de las ligazones de sentimiento que todo niño pone en juego en los vínculos afectivos que aquél establece necesariamente con sus cuidadores, lo que Freud denominó complejo de Edipo. La identificación es un mecanismo psíquico que consiste en que un yo asimila a un yo ajeno, en la medida en que quiere ser como el otro, así pues, ese primer yo se comporta como el otro, lo imita, lo acoge dentro de sí (Freud, 1933/1991). “En el curso del desarrollo, el superyó cobra, además, los influjos de aquellas personas que han pasado a ocupar el lugar de los padres, vale decir, educadores, maestros, arquetipos ideales” (Freud, 1933/1991, p. 60), como lo son, por ejemplo, los líderes políticos. El superyó, subroga así, todas las limitaciones morales trasmitidas por los padres y sus sustitutos.
Freud va a aplicar su concepto de superyó a la psicología de las masas, a la psicología de los pueblos, llegando a establecer la siguiente fórmula: "Una masa psicológica es una reunión de individuos que han introducido en su superyó la misma persona y se han identificado entre sí en su yo sobre la base de esa relación de comunidad. Desde luego, esa fórmula es válida solamente para masas que tienen un conductor" (Freud, 1933/1991, p. 63).
Esta fórmula logra explicar, entonces, por qué todo un conjunto de personas de una sociedad, ya sea que estas sean subalternos, seguidores o creyentes, terminen haciendo actos miserables, crueles e indolentes hacia otras personas: ¡porque su líder también las hace o las ordena hacer! ¡Y se han identificado con él, específicamente con su superyó! Por eso los miembros de un grupo político (o de una secta), grupo que gobierna en un país, por ejemplo, se parecen tanto en su forma de pensar y proceder; se conducen y repiten el discurso de su líder sin reflexionar en ello, llegando incluso a ser verdugos de otros miembros de su comunidad sin ningún reparo o culpa, y justificando su actuar con base en la ideología que transmite su líder o caudillo. Por tanto, si el líder es guerrerista, sus lacayos, la «gente de bien», también lo serán; si el cabecilla manda a matar, del “cura para abajo hay que requisar” (Akerman, 2021).
miércoles, 26 de mayo de 2021
505. «Qué miedo la gente de bien»: psicoanálisis y segregación
El psicoanálisis ha comprendido cómo a los grupos los une un lazo amoroso que los hace necesariamente crueles e intolerantes con todos aquellos que no reconozcan su verdad. Al respecto, Ramírez (2000):
"El grupo da identidad a sus miembros. Freud reconoce en la identificación la forma más primitiva de enlace afectivo del sujeto al Otro, y diferencia tres tipos de identificación: al padre ideal, que es el modelo explicativo de configuración de las masas, cuando el líder es el subrogado de dicho padre; la identificación al objeto de amor, también válida en este terreno que hace que el sujeto pueda confundir el amor con la identificación e identificarse al líder en la medida en que lo ama y se siente amado por él; y una identificación histérica, o por contagio, igualmente en juego en la configuración de las colectividades" (Párr. 3).
Ese afecto, ese amor que une al grupo, es lo que permite explicar el hecho de que no haya sujetos más intolerantes que los verdaderos creyentes, y que nada una más a un grupo humano que tener un enemigo común, de tal manera que, si ese enemigo común desaparece, la cohesión del grupo resulta amenazada. Este es el origen de todos los fanatismos que se observan hoy en el mundo, y que han llevado a cruzadas, barbaries y terrorismo desde comienzos del siglo X hasta el día de hoy. A este respecto, el antropólogo Lévi-Strauss (como se citó en Ramírez, 2000), decía:
"La humanidad termina en las fronteras de la tribu, del grupo lingüístico, y a veces, hasta de la aldea; hasta tal punto que gran número de pueblos llamados primitivos se autodesignan con un nombre que significa “los hombres” (o a veces, diríamos con mayor discreción, “los buenos”, “los excelentes”, “los completos”), lo que implica que las otras tribus, grupos y aldeas no participan de las virtudes e incluso de la naturaleza humanas, sino que, como mucho, están compuestas por “malos”, “malvados”, “monos de tierra” o “huevos de piojo”" (Parr. 5).
Esto explica por qué hay quienes se autodenominan «gente de bien» y que resultan siendo la más violenta, agresiva o discriminadora, hacia las personas que no compartan su manera de pensar, su manera de ver el mundo o su “verdad”, aquella que dicho grupo considera como la única. Es por esta razón que hay que tenerle miedo a las personas de bien, que por defender “su verdad”, pueden terminar haciendo las peores cosas, a las cuales hemos asistido durante la historia de esta humanidad; piensen, por ejemplo, en la santa inquisición, el holocausto y el terrorismo islámico.
Así pues, “la fraternidad es siempre segregativa” (Universidad EAFIT, 4 de noviembre de 2015), hostil y vengativa; cuando un grupo de personas se unen alrededor de una única verdad, lo cual los hace miembros de una misma comunidad, harán de todos aquellos que no comparten su ideología sus enemigos.
Como ejemplo, se tiene una situación ocurrida en una marcha contra la violencia en el País (Colombia), en la cual un joven salió con un mensaje en una camiseta y fue atacado con frases como: “si no te la quitas (la camiseta), te pelamos”, o “plomo es lo que hay, plomo es lo que viene”. Por eso, «qué miedo la gente de bien», ellos consideran que no hay sino una verdad, y para preservar esa verdad están listos para hacer la guerra.
(Este artículo fue publicado originalmente en el Blog Fondo Editorial Universidad Católica Luis Amigó).
jueves, 6 de mayo de 2021
504. Una acción sintomática en el caso Dora
Freud, en su famoso caso «Dora» (Fragmento de análisis de un caso de histeria, 1901-05), nos habla de una acción sintomática de su paciente. Dora llevó a su sesión analítica, por primera y única vez, una carterita portamonedas que estaba de moda, y se puso a jugar con ella “mientras hablaba tendida en el diván: la abría, introducía un dedo, volvía a cerrarla, etc.” (p. 67). Freud le explica que se trata de una acción sintomática. Se trata de, como indica Freud (1901) de manejos o acciones que el ser humano realiza de manera automática, inconsciente, sin reparar en ellos, como jugando. El psicoanálisis nos enseña que todos nuestros actos automáticos tienen un significado del que la conciencia nada sabe o nada quiere saber, y que expresan pensamientos e impulsos inconscientes.
Freud ya había abordado este tipo de acciones en su texto Psicopatología de la vida cotidiana (1901), en los que incluye desde escribir mal una receta médica, todo tipo de “accidentes” o torpezas en la manipulación de objetos o personas, hasta perder las llaves, cortes en la piel (autolesiones), trastocar objetos, o dejarlos caer, o perderlos (extraviarlos) y olvidar hacer tareas, todas estas acciones tienen un propósito secreto, inconsciente. Freud también nos advierte que, por lo general, el sujeto que comete alguna de estas acciones fallidas, suele prestarles poca importancia; los declara indiferentes o casuales restándole así todo significado. Por ejemplo, Dora, frente a su acción sintomática podría perfectamente decir: «¿Por qué no llevaría una carterita así, que está tan de moda?».
Lo que devela Freud con el juego de Dora con su portamonedas, y con ayuda de las asociaciones de su paciente (asociación libre), es que la carterita de Dora es una figuración de sus genitales, “y su acción de juguetear con ella abriéndola y metiendo un dedo dentro, una comunicación pantomímica, sin duda desenfadada, pero inconfundible, de lo que querría hacer: la masturbación” (Freud, 1901, p.68). En efecto, esta actividad tan indecente era la razón del sufrimiento de Dora, quien desde el sexto año de vida no solo padecía de enuresis, sino que esta era, a su vez, “la prueba indiciaria de la masturbación infantil” (p. 69); Freud asocia, pues, la enuresis con la masturbación infantil; en su experiencia clínica había llegado a la conclusión de que “la causa más probable de una enuresis de esta clase es la masturbación, que en la etiología de la enuresis desempeña un papel no apreciado todavía suficientemente” (p. 66). Dora le corrobora todo esto a Freud, lo cual le ayuda también a él a descifrar el síntoma del asma nerviosa que Dora padeció luego de dejar de mojarse en la cama. Freud retoma aquí una de las tesis más importantes en el abordaje de la sexualidad humana: “Los síntomas histéricos casi nunca se presentan mientras los niños se masturban” (p. 69), es decir, que el síntoma es una forma de satisfacción sexual sustitutiva; el síntoma de Dora (el asma) expresa “un sustituto de la satisfacción masturbatoria, que seguirá anhelándose en el inconsciente hasta el momento en que aparezca una satisfacción más normal de alguna otra clase" (p. 69).
548. La lógica del fantasma: el «fantasma fundamental»
El décimo cuarto seminario de Lacan se titula La lógica del fantasma, un título que puede parecer paradójico o discordante, ya que el fantas...
-
El padre alcahuete es el que encubre a su hijo en algo que se quiere ocultar. Este padre suele ser permisivo y prodiga un amor incondicional...
-
El sueño, lo dice Freud (1915-16) claramente, "es un sustituto de algo cuyo saber está presente en el soñante. pero le es inaccesible&q...
-
En la neurosis histérica es frecuente encontrar a «la otra mujer», es decir, otra mujer que entra a jugar un determinado papel en la relació...