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546. ¿Los Don Juanes son unos cobardes?

¿Por qué los hombres son cobardes? Porque, a diferencia de las mujeres, los hombres tienen algo que proteger: el órgano que, en el cuerpo, encarna el significante fálico. Un hombre es dueño de algo que debe salvaguardar. “Es esencialmente un dueño; gestionará mejor o peor su propiedad, pero está condicionado por ella” (Miller, 2010). Las mujeres, en cambio, no tienen nada que perder, lo que las hace “corajudas”, poseedoras de un coraje sin límite, feroz, dispuestas a luchar como sea. “Se puede ver a la más miedosa de las mujeres convertirse, de pronto, en una heroína” (Miller).

El hombre puede parecer que manda, pero en realidad es el esclavo, el siervo. “Lo es porque, de manera estructural, quien sale siervo de esa lucha es quien debe proteger algo” (Miller, 2010). La mujer, por otro lado, está en la posición estructural de amo, porque no tiene nada que proteger: no tiene el falo. Esto las hace insensatas, caprichosas. Existe una función errática en la voluntad de la mujer, una voluntad sin reglas, mientras que el hombre depende de normas; es la autoridad —el Nombre-del-Padre es la autoridad—. “La dominación femenina se desprende de un discurso histérico, es decir, de una posición de amo sin reglas que denuncia al falso amo (que es el hombre)” (Miller).

Los hombres son tan cobardes que hasta ocultan su cobardía. “En el campo del saber polemizan, subrayan errores de tipografía en las tesis o, más avanzados, cuando realmente están inquietos por su virilidad, se vuelven militares” (Miller, 2010). Así lo señala Lacan en su texto “La psiquiatría inglesa y la guerra”: los oficiales compensan cierta debilidad en la cama al convertirse en militares. “Buscan las insignias de oficiales de la virilidad precisamente para huir del otro campo de batalla, el campo de batalla fundamental: el campo de batalla entre hombres y mujeres” (Miller). De esta forma, se evita el enfrentamiento con el Otro sexo.

El horror a la feminidad —al Otro que está castrado— explica el miedo al padre. El miedo al padre cubre ese horror. “Es mejor tener miedo al padre para no revelar que el verdadero horror es hacia la feminidad” (Miller, 2010). Esto nos lleva al tema de Don Juan. Don Juan encarnaría la figura de, al menos, un hombre que no teme a la feminidad y por ello hace una serie con las mujeres, una suma de mujeres. Sin embargo, si Don Juan sigue buscando, es porque nunca encuentra lo que busca. “Esto supone que Don Juan busca el falo que una mujer tendría y que nunca lo encuentra, por lo que continúa buscando. Busca a la mujer con falo, de tal manera que no tiene miedo” (Miller). ¿Por qué busca a la mujer con falo? Porque, en el fondo, está buscando a la madre primaria, a la madre completa, a la madre fálica. “Don Juan es el hijo que se apropia de todas las mujeres del padre de *Tótem y tabú*, que roba al padre todas sus mujeres, pero bajo la forma de la serie” (Miller).

Lacan constata que, en el origen del donjuanismo, hay un padre herido en su potencia, un padre aminorado que, a su vez, hace pareja con una madre fálica. El supuesto coraje de Don Juan en la relación de los sexos se paga con un miedo fundamental al padre (Miller, 2010).

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