martes, 6 de mayo de 2025

554. ¿Cómo es el sujeto histérico?

En el psicoanálisis lacaniano la categoría de «histeria» no se refiere a una patología, trastorno o enfermedad médica, como sí sucedía a finales del siglo XIX; se refiere a una modalidad de la «estructura clínica» de la neurosis, que puede presentarse tanto en hombres como en mujeres, aunque la histeria es fundamentalmente femenina (así como la neurosis obsesiva es fundamentalmente masculina); es decir, es una estructura subjetiva que organiza la relación del sujeto con el deseo, el Otro y la falta de una manera diferente a como sucede en los hombres. Veamos.

La relación de la mujer histérica y el deseo es compleja, tal y como lo devela el psicoanálisis. La histérica es un sujeto que suele desear el deseo del Otro, por tanto, está constantemente interrogando qué es lo que el Otro desea de ella, y al mismo tiempo, procura mantener ese deseo insatisfecho. Ella es un sujeto que busca provocar el deseo, pero no satisfacerlo plenamente, por eso las preguntas que la identifican son: "¿Qué soy para el Otro? ¿Qué quiere el Otro de mí?". Y por eso mismo el sujeto histérico seduce al Otro para dejarlo esperando.

Por ejemplo, una mujer que actúa de forma extremadamente femenina (maquillaje, sensualidad, sumisión, coquetería) puede estar usando lo que Lacan denominó «mascarada femenina» (concepto que Lacan retoma de la psicoanalista Joan Riviere en su artículo de 1929 "La feminidad como mascarada"); no es que ella "sea" así en esencia, sino que es una forma de responder al deseo que percibe en el Otro. Así pues, la mujer adopta ciertos rasgos o comportamientos para alinearse con lo que percibe como el ideal femenino. La mujer vanidosa puede exagerar esta mascarada, presentándose como la encarnación de la belleza, la gracia y la perfección, no tanto por un deseo propio, sino para satisfacer lo que cree que el Otro valora. Sin embargo, esta identificación con el ideal es frágil, ya que la histérica nunca se siente completamente "suficiente" o satisfecha, lo que la lleva a cuestionar su lugar como mujer ideal.

Lo anterior sitúa al sujeto histérico en una posición ambigua respecto a la feminidad. Puede identificarse con el hombre, rechazar su posición de mujer, o jugar con los signos de la feminidad de forma provocadora o conflictiva. Todo esto va a tener que ver con la imposibilidad de saber "qué es una mujer", pregunta fundamental que se hace todo sujeto femenino. Su identidad, entonces, se arma alrededor de un vacío, de una falta simbólica, buscando ser aquello que le falta al Otro. Ella se identifica con esa falta, se presenta como un sujeto en falta, para despertar el deseo en el Otro.

Entonces, la histérica, tal y como lo explica la teoría lacaniana, mantiene el deseo vivo al nunca satisfacerlo por completo, por eso la histérica puede seguir sintiendo una insatisfacción estructural, porque nada de lo que venga del Otro resuelve esa falta fundamental que constituye al sujeto. La belleza puede ser vista como un objeto que promete colmar esa falta, pero, al alcanzarlo, la histérica descubre que no era "eso" lo que realmente deseaba, desplazando su deseo hacia otro objeto o meta, por eso se termina por no saber muy bien qué es lo que quiere una mujer. Esta es la famosa pregunta que Freud se hacía, “¿Was will das Weib?” —traducida como “¿Qué quiere una mujer?”—. Para Freud, a pesar de todos sus años de investigación clínica, el deseo femenino se le presentaba como un misterio no resuelto. A diferencia del deseo masculino, que Freud veía más fácilmente articulado con la función fálica (es decir, con la lógica de tener o no tener el falo); el deseo de la mujer no sigue ese mismo patrón; para Freud el deseo femenino aparece más opaco, más indirecto y menos sometido a la lógica fálica. Esto abre una dimensión del deseo femenino más ambigua, menos normada.

Así pues, las mujeres dedicadas, por ejemplo, al cuidado de su cuerpo, que lo han “falicizado” (“no lo tengo -el falo-, pero lo soy”), se dedican a hacer dietas y ejercicio; se dedican al maquillaje y la vestimenta de moda; es decir, transforman su cuerpo en un objeto llamativo para la mirada del Otro. Este cuerpo, presentado como perfecto, es también un síntoma de la lucha histérica por ser vista y amada, pero siempre bajo la lógica de la insatisfacción: nunca es "lo suficientemente bella", por eso terminan haciéndose cirugías estéticas, una tras otra, compulsivamente, terminando desfiguradas; se someten a demasiadas cirugías y el resultado es una deformación o un cambio en su apariencia que no cumple con sus expectativas. La histérica, al buscar la belleza, puede estar atrapada en el goce fálico, intentando encarnar un ideal que el sistema patriarcal valida. Sin embargo, su insatisfacción también apunta a un rechazo inconsciente de reducirse a ese ideal, de tal manera que el goce femenino no se somete completamente al Otro.

555. Lalengua es el medio por el cual el sujeto experimenta un goce singular

 En la obra de Lacan el concepto de lalengua (lalangue en francés) es uno de los más complejos y fascinantes de su teoría, especialmente des...