287. Pase y política del Witz.

La importancia del saber sobre el plus de goce que el sujeto obtiene de la operación analítica -de un análisis personal-, es que la comunidad analítica también está fundada en una relación al goce, es decir, en la confesión de ese goce a Otro. Por esta razón es que la experiencia del pase no es una experiencia solitaria, sino más bien una elaboración colectiva, es decir, que con el pase se hace vínculo social, ¡es un proceso social!. El testimonio del pase necesita del Otro, como necesita del Otro el Witz -el chiste-. Hay una relación estrecha, en este punto, entre el Witz y el pase.

“Hay gente que piensa que podemos hacer el pase para uno solo, cuando es esencial a la estructura de Witz del pase, que se comunique. Si el Witz no hace reír al Otro, o llorar, o rechazar, etc., si no hay respuesta del Otro, no hay Witz. La lógica del Witz implica que el pase se debe incluir en un proceso social. Además el otro del que se trata no es la sociedad en general. La «tercera persona» freudiana nunca es la sociedad en general sino una comunidad particularizada con sus propias inhibiciones, con sus propios tabú y tótem, es decir es siempre una segregación de la sociedad en general y es lo que nosotros realizamos a nuestra manera” (Miller, 1997).

No hay pues Escuela sin pase y pase sin Escuela, y es deber de cada analista querer que se den las condiciones para que pueda haber experiencia del pase. Ellas son tres: una condición epistémica: que haya discusión y acuerdo sobre la doctrina; una condición institucional: un funcionamiento administrativo que ponga en marcha el dispositivo; y una condición ética: “El pase significa que una persona acepta hacer confidencias de lo más precioso de su propio análisis a colegas escogidos al azar; implica hacer pasar a una tercera persona dichos que estuvieron confinados hasta el momento y reservados a un encuadre íntimo. Esa persona eligió un analista para contarle cosas muy íntimas; ahora se trata de contar, de relatar esas cosas a personas que no conoce y que fueron elegidas al azar, personas que tal vez no le gusten. Ese desplazamiento implica una confianza en la institución, que debe merecerla” (Miller, 1998).

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