318. El segundo tiempo del Edipo en el niño.

En el segundo tiempo del Edipo, se produce una oscilación en la madre, oscilación en la que ese niño, si bien es algo maravilloso para ella, el niño ya no la satisface tanto, no la completa tanto (Arroyave, 2007). Ella entonces se muestra como necesitando de alguna otra cosa:  quiere salir con las amigas, quiere acostarse con su marido, volver a la universidad, regresar al trabajo, ir al club a jugar poker o ir a ver una película, etc. Quiere entonces que nadie la moleste y que otro se encargue de su hijo; está cansada de atenderlo, de cuidarlo y entonces oscila: oscila entre quedarse con el niño, o salir con su marido a cenar, etc. Este momento es crucial para la constitución subjetiva del niño, ya que "la madre empieza a desear otras cosas y el niño ya no es tan objeto maravilloso para ella" (Arroyave), de tal manera que la madre también se muestra ¡como mujer! Esto es fundamental en este segundo tiempo del Edipo: que la madre se muestre deseante, en falta, insatisfecha, castrada, es decir, que se muestre como mujer; que no se reduzca a ser sólo madre, sino que también sea mujer. Gracias a esto, el niño se va a poder "destetar", va a dejar de estar alienado al deseo de la madre, va a dejar de ser ese objeto maravilloso -va a dejar de ser el falo para la madre-, lo que le va a permitir a él "correrse de ese lugar, ya no está tan identificado en ese lugar de objeto maravilloso que completa a la madre, y se corre de ese lugar" (Arroyave).

En esa oscilación que hace la madre, entre si su hijo es su objeto maravilloso o que no lo es tanto, no la satisface tanto, el niño va a encontrar un juego que representa ese movimiento oscilatorio de su madre: el juego del fort-da. En este juego, tal y como lo formaliza Freud, el niño tiene un carretel de madera atado a un hilo, y con gran destreza, el niño arroja el carretel, al que sostiene con el hilo, tras la baranda de su cuna; el carretel se pierde y el niño pronuncia "o-o-o", que significaba "fort" (en alemán), y que se traduce como "se fue". Después el niño, halando el hilo atado al carretel, vuelve a traer el carretel a la cuna, y dice "Da", es decir, "acá está". Es pues un juego en el que el niño juega a desaparecer y aparecer el carretel (Freud, 1976).

Con este juego, el niño representa con sus acciones esa pérdida de objeto que es él mismo en realidad: él ha dejado de ser el objeto maravillosos para su madre, ya no la satisface completamente; "los objetos finalmente pueden perderse y entonces empieza un juego de identificaciones con los objetos que pueden perderse" (Arroyave, 2007). El juego también tiene que ver con la presencia y ausencia de la madre; él simboliza, representa la ausencia de la madre a través de este juego, y de cierta manera elabora esa pérdida, que es doble: la pérdida de la madre -que ahora se muestra como mujer-, y la perdida del objeto maravilloso que él fué -deja de ser el falo-. Esto le va a permitir al niño su constitución como sujeto: deja de ser objeto y pasa a ser un sujeto.

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