373. La declinación del padre en la modernidad.

La declinación de la figura paterna se inició con la llegada del discurso de la ciencia, el cual pone en cuestión el poder de la Iglesia en occidente y la existencia de Dios. "La idea de que «Dios ha muerto» se estaba preparando desde la mitad del milenio [año mil] y floreció en el siglo XIX" (Ramírez, 1999, p. 39). Ya no será más Dios la referencia fundamental para dar cuenta de la miseria, el sufrimiento personal y las catástrofes del mundo. Producto de esta declinación de la figura paterna, tenemos una exacerbación de la angustia en el sujeto contemporáneo.

Anteriormente, era Dios quien le daba sentido a los miedos y temores de los hombres. Existía el "temor de Dios" y las figuras paternas -el Rey, el Papa, el padre de familia- eran respetadas y admiradas, y servían como referente para la organización social del mundo -cosa que no sucede más hoy-.  "...el hombre del año mil había proyectado sobre los cielos la figura del Padre protector de la infancia personal" (Ramírez, 1999, p. 42), un Dios que le brindaba amparo y protección ante las vicisitudes de la vida y el mundo, prometiendo felicidad y una vida eterna en el más allá.

Pero el racionalismo científico "hizo desvanecer esa figura magnánima de Dios" (Ramírez, 1999), por eso, el problema de nuesra modernidad es el vacío y la falta de sentido de la existencia y de la vida. La declinación de ese Dios-Padre a nivel colectivo, tiene como efecto el surgimiento de un Dios personal y oscuro en cada sujeto contemporáneo (Ramírez), lo cual se observa en ese empuje al goce -a la satisfacción en los objetos de consumo-, que el discurso capitalista promueve hoy.

Lo que se encuentra en las obras de Freud, es una añoranza del Padre, de ese padre que precedía al discurso de la ciencia: omnipotente, omnisapiente, hasta terrible. Pero ese Dios-Padre mítico ya no se puede recuperar, por eso la tarea de los psicoanalistas hoy, es liberar a la humanidad de esa nostalgia del Padre (Ramírez, 1999, p. 52). "El padre del año mil ha declinado por siempre y eso, para bien o para mal, ha modificado las relaciones laborales, sociales, familiares, de género y hasta el psiquismo de los hombres contemporáneos. Es un hecho." (Ramírez). El Padre ya no es más un ideal social, modelo edípico, Dios todopoderoso, garantía última, por eso lo que Lacan propone, ante esa declinación del padre, ante ese desfallecimiento de la figura paterna, es "el deber de encontrar para el Padre «el uso que convenga». (...) poder vivir más allá del Padre, saber qué hacer con ese vacío. Lacan, a propósito de Joyce, lo dice así: «se puede prescindir del padre a condición de servirse de él»" (Ramírez, p. 53).

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