402. La “masculinización” de la mujer en la contemporaneidad.

Las mujeres de hoy parecieran sólo pensar como sujetos de derecho, es decir, se ponen en una posición de simetría con la posición de los hombres (Dassen, 1998); es decir, se han dedicado a reivindicar su posición como sujetos que tienen los mismos derechos de los hombres, lo cual está muy bien, ya que ellas, a través de la historia, no han gozado de ello. Pero lo paradójico de esta situación es que "cuanto más la mujer existe desde el punto de vista del sujeto de derecho, tanto más desaparece bajo la máscara masculina" (Miller, 1998), por esta razón Miller inventa un neologismo que condensa "máscara" y "masculino": «la máscara-ulina de la mujer».

Es un hecho que en las últimas décadas han ocurrido toda una serie de mutaciones extraordinarias en la relación entre los sexos (Miller, 1998), a tal punto que ya, según el estándar que había hasta mediados del siglo pasado, ya no se le exige a la mujer que llegue virgen al matrimonio, cosa que no se le exigía al hombre; a este se le ha permitido ser un conquistador antes del matrimonio y se le ha tolerado que sea infiel a pesar de estar casado. "Hoy vivimos ya en otro mundo en el cual la virginidad femenina perdió valor, la infidelidad masculina, el machismo, es menos soportado por el Otro sexo que ahora se prepara para vengarse del hombre" (Miller, p. 82). Lo que hoy se le demanda a la pareja es una igualdad, en la medida en que tanto el hombre como la mujer son sujetos de derecho; el discurso jurídico se interpone, entonces, en la relación entre los sexos (Miller).

El discurso del derecho es un discurso Amo que impone una repartición del goce para todos los sujetos de derecho. Eso implica, para la mujer, "la adopción del modelo masculino pero bajo la forma del semblante" (Miller, 1998, p. 83), «la máscara-ulina de la mujer». Incluso, a raíz de esta nueva posición de las mujeres, a las que se las ve rivalizando en todo y por todo con el hombre, éste se ha ido convirtiendo en un pequeño objeto de goce, un pequeño objeto a al que ella le dice "eres apenas un medio de goce" (Miller).

Esta nueva relación que se da entre los sexos, pareciera ir con una cierta desvalorización del amor, "pero no es verdad, es puro teatro (...) las chicas están siempre ocupadas con el amor" (Miller, 1998, p. 83). Es verdad que las mujeres van hoy más fácilmente a la cama y, por lo tanto, las mujeres ya no llegan más vírgenes al matrimonio, pero si ellas van a la cama, lo hacen fundamentalmente por amor; no como los hombres, que sí separan la actividad sexual del amor porque ellos fetichizan a la mujer (Miller).

A esta mujer masculinizada, o mejor, «máscara-ulinizada», a raíz del discurso del derecho y de los derechos humanos, en el que todos los sujetos son iguales -lo cual a nivel jurídico está muy bien-, a esta mujer contemporánea Miller la invita a no perder su feminidad: "mujeres, obtengan sus derechos, pero no pierdan su encanto, el de ese rapto que las hace a ustedes mujeres y a nosotros hombres" (Dassen, 1998, p. 9). El psicoanálisis sabe que "no es posible por medio del derecho alcanzar la neutralización de la diferencia de los sexos" (Dassen).

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