¿Qué “lleva” el fantasma fundamental?, se pregunta Lacan (1977).
Responde: “Esto que lleva el fantasma tiene dos nombres, que conciernen a
una y misma sustancia... el deseo y la realidad”. Esto se puede
representar con la banda de Moebius. La realidad la define Lacan
justamente como aquello que está “listo para llevar” en el fantasma. El
deseo no es otra cosa que la esencia de esa realidad, la cual tiene por
función cubrir a dicho deseo.
¿En qué consistiría el atravesamiento del fantasma? El atravesamiento
del fantasma es su construcción. Esto significa que atravesar el
fantasma implica llegar hasta un punto en que el sujeto construye,
extrae un saber sobre su relación con el objeto que le sirve para
realizar su fantasma, el objeto a. O para decirlo de otra manera,
llegar a saber la forma que él, como sujeto, ha elegido para responder a
la falta del Otro, al deseo del Otro, a la castración del Otro, o si se
quiere, extraer un saber sobre la manera como el sujeto hace una
recuperación del goce perdido, su plus de goce.
El atravesamiento del fantasma implica la caída del objeto a, su
separación, lo que tiene como consecuencia un reconocimiento de la
castración del Otro, y por lo tanto, de la propia. Reconocer la
castración del Otro y extraer un saber sobre la manera como ha
respondido el sujeto a ella: he ahí, sobre todo con este segundo paso,
lo que se denomina, en una primera aproximación, el atravesamiento y
construcción del fantasma fundamental. Es así además como se cumple con
la tarea de todo análisis: hacer un tratamiento de lo real por lo
simbólico; tratar de que el sujeto le dé nombre, en su fantasma
fundamental, al objeto a, objeto en el que condensa lo real de un
goce, y con el que tiene la más íntima relación. Construir el fantasma
que ya estaba, es nombrarlo, así sea de una manera mítica, ficticia,
para sacarlo un poco a la luz y darle la existencia simbólica que no
tenía en lo real.
El objeto a, dice Lacan (1977), tiene desde el origen una
relación fundamental con el Otro. Él es el resultado de dos operaciones
lógicas. Lacan se apoya en los círculos de Euler para representar esas
operaciones: 1) la reunión es la ligazón del sujeto al Otro. 2) la
intersección es la operación que define al objeto a. El a es la intersección:
Estas dos operaciones son también necesarias para explicar el
surgimiento del sujeto. Son operaciones de la realización del sujeto en
su dependencia significante al Otro. El Otro aquí es determinante. Lacan
llamará, más adelante en su seminario XIV, a la primera operación,
alienación, y a la segunda, separación. La alienación es el hecho de que
el sujeto está condenado a surgir en el campo del Otro. La separación
es la búsqueda, por parte del sujeto, de esa parte de sí mismo para
siempre perdida. El objeto a es el resultado de esas dos operaciones lógicas, las cuales, insiste Lacan, deben ser dos.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
viernes, 20 de marzo de 2015
viernes, 6 de marzo de 2015
420. El fantasma es la respuesta al deseo del Otro.
El Otro, escrito así en mayúscula, representa en el psicoanálisis lo que
vale para todos; puede representar a la cultura, a lo simbólico, o al
Otro primordial, es decir, la madre; “es del imaginario de la madre que
va a depender la estructura subjetiva del niño”. La madre, dice Lacan
(1977), es un personaje cargado de diversas funciones en una relación
tipificada en el registro de la vida del pequeño humano, pero que tiene
una relación con lo más profundo: el Otro del lenguaje. Así pues, el
Otro es también el lugar de la cadena significante, aquella que gobierna
todo lo que se presentifica del sujeto. El Otro del que se trata es
también el discurso del Otro, lugar de la palabra.
Ese objeto que el sujeto le arrebata al Otro -el objeto a-, que le amputa al Otro, marcará su destino de tal manera que veremos a ese sujeto establecer relaciones con el mundo, con las personas, etc., siempre en posición de “soy manipulado por el Otro”. El Otro se presenta así: “te manipulo”. El sujeto que está “listo para llevarlo” toma esto en su fantasma así: “soy manipulado”. El sujeto estará siempre en posición de “hacerse manipular” por el Otro. En el fantasma fundamental siempre se trata de un “hacerse” (hacerse castigar, hacerse violar, hacerse maltratar, etc.). Pero “hacerse manipular”, ¿en qué involucra la mirada, la voz, las heces o el seno, esos objetos a que el sujeto le arrebata al Otro? Lo que puede suceder es que uno de estos objetos, privilegiado por el sujeto, servirá de soporte, tendrá una función de resorte en la recuperación de ese goce perdido bajo la forma del fantasma de “hacerse manipular por el Otro”. O sea que el sujeto se puede hacer manipular bajo la mirada de un semejante. La mirada aquí se hace necesaria para que el sujeto pase a tener una relación con el Otro tal que se haga manipular.
Ahora bien, el “te manipulo”, posición con la que el Otro se presenta, habla de su demanda, demanda del Otro, lo que el Otro le demanda al sujeto y que habla también de su deseo inconsciente, del deseo inconsciente de la madre, el más profundo de todos los deseos, el más enigmático. El fantasma se estructura entonces como una respuesta del sujeto al deseo del Otro, y el objeto en juego, el objeto a, es tomado por el sujeto para responder a esa falta que el Otro le presentifica con su deseo enigmático. El objeto a sirve al sujeto para taponar la falta del Otro, su castración. El fantasma fundamental, si se quiere, es aquello con lo que el sujeto desmiente la castración del Otro, o mejor, es aquello de lo que se sirve para hacer existir la relación sexual que no existe. El fantasma fundamental es así la suplencia de la no existencia de la proporción sexual, y por esto mismo todo fantasma tiene un carácter perverso, porque con él el sujeto hace un desmentido de la castración.
Ese objeto que el sujeto le arrebata al Otro -el objeto a-, que le amputa al Otro, marcará su destino de tal manera que veremos a ese sujeto establecer relaciones con el mundo, con las personas, etc., siempre en posición de “soy manipulado por el Otro”. El Otro se presenta así: “te manipulo”. El sujeto que está “listo para llevarlo” toma esto en su fantasma así: “soy manipulado”. El sujeto estará siempre en posición de “hacerse manipular” por el Otro. En el fantasma fundamental siempre se trata de un “hacerse” (hacerse castigar, hacerse violar, hacerse maltratar, etc.). Pero “hacerse manipular”, ¿en qué involucra la mirada, la voz, las heces o el seno, esos objetos a que el sujeto le arrebata al Otro? Lo que puede suceder es que uno de estos objetos, privilegiado por el sujeto, servirá de soporte, tendrá una función de resorte en la recuperación de ese goce perdido bajo la forma del fantasma de “hacerse manipular por el Otro”. O sea que el sujeto se puede hacer manipular bajo la mirada de un semejante. La mirada aquí se hace necesaria para que el sujeto pase a tener una relación con el Otro tal que se haga manipular.
Ahora bien, el “te manipulo”, posición con la que el Otro se presenta, habla de su demanda, demanda del Otro, lo que el Otro le demanda al sujeto y que habla también de su deseo inconsciente, del deseo inconsciente de la madre, el más profundo de todos los deseos, el más enigmático. El fantasma se estructura entonces como una respuesta del sujeto al deseo del Otro, y el objeto en juego, el objeto a, es tomado por el sujeto para responder a esa falta que el Otro le presentifica con su deseo enigmático. El objeto a sirve al sujeto para taponar la falta del Otro, su castración. El fantasma fundamental, si se quiere, es aquello con lo que el sujeto desmiente la castración del Otro, o mejor, es aquello de lo que se sirve para hacer existir la relación sexual que no existe. El fantasma fundamental es así la suplencia de la no existencia de la proporción sexual, y por esto mismo todo fantasma tiene un carácter perverso, porque con él el sujeto hace un desmentido de la castración.
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