En ese lugar, que llamamos «familia», estarán o no estarán escritas las
condiciones para que el sujeto advenga como sujeto del deseo, o no.
¿Cuáles son esas condiciones? Lo que constituye la médula, la esencia
oculta del funcionamiento de la familia, lo que no se ve pero que es la
causa de lo que pasa o de lo que no pasa, es lo que el psicoanálisis
lacaniano denomina el Nombre del Padre. El Nombre-del-Padre es un
significante que nombra; es un nombre, pero no es exactamente el
apellido; es algo que le permite al niño responder a la pregunta “¿qué
quiere mi mamá?”. En esa relación de amor del niño con la madre, es ella
quien va a responder a las demandas iniciales del niño. La madre
responde o no responde en función de su capricho, tiene ganas o no tiene
ganas. Esta posibilidad absoluta de respuesta que tiene la madre hace
que para el niño la madre sea todopoderosa, omnipotente. Ella tiene el
poder absoluto de la respuesta, de gratificar o de frustrar, y ella lo
hace en función de su capricho. ¿Qué es lo que hace frenar semejante
potencia de capricho que al mismo tiempo es necesaria, porque si ella no
responde el niño no humaniza sus necesidades? Esta potencia de
respuesta que responde a ley de capricho engendra en el niño una
pregunta angustiosa: “¿Qué quiere ella de mí? ¿Qué es lo que a ella le
satisface?” Y el niño se acomoda a lo que imagina que la satisface a
ella. Al mismo tiempo sabe muy bien instigar en ella una respuesta,
aunque sea de rabia o de cólera, lo que lo orienta para saber un poco
dónde se satisface ella.
Esta potencia de respuesta que se llama deseo-de-la-madre, engendra en
el niño una pregunta con respecto a esa significación. Se ve cómo el
niño está a merced de esa potencia materna, poder que ella, a lo mejor,
no sabe que posee. Es el poder de la madre también en la medida en que
es ella la que instituye la palabra y la que incluye al niño en el orden
del lenguaje. Es aquí, entonces, donde Lacan incluye la fórmula de la
metáfora paterna. Para que haya un fundamento para el sujeto, un asiento
que le permita acceder a una posición subjetiva, es necesario que al
Deseo-de-la-madre como puro capricho, se le sustituya por un Nombre, un
significante, un Nombre-del-padre que haga de freno a esa poderosa
potencia femenina encarnada por la madre.
Como se ve, aquí ya se tiene una estructura formal. Una fórmula de la
escritura de la familia en una combinatoria que escribe el
Nombre-del-padre como sustitución del Deseo-de-la-madre. Pero en estos
términos, la ecuación de la familia está articulada solamente por una
relación simbólica entre el padre y la madre. Esto es lo que hace que el
niño entre en un circuito de significaciones del discurso familiar, que
entre como la significación que resulta de esta ecuación. El niño va a
entrar como una significación. ¿Qué quiere decir una significación?
Quiere decir que el niño entra allí como significado, como lo que
resulta de la relación del padre y la madre. ¿Qué significado tendrá?
Tendrá el significado que esa ecuación le acuerda, de esa relación de
amor entre papá y mamá; o tendrá el significado de una relación de
fracaso, tendrá el significado de una relación de dolor, tendrá el
significado de una relación de martirio o de una relación de felicidad.
Es decir, que el significado que cada sujeto transporta, sin saberlo, lo
recibe como resultado de esa ecuación que escribe la relación del padre
con la madre.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
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