En el uso del fantasma masculino, la mujer se encuentra en el lugar del
objeto, objeto de goce del hombre. Así pues, el ser hablante que resulta
como producto del encuentro sexual –el hijo–, tendrá la posibilidad o
no de inscribirse como sujeto, es decir, de abonarse o no al
inconsciente, de determinarse con respecto a la función fálica y la
castración, sin la cual no podrá identificarse al tipo de ideal de su
sexo –llegar a ser hombre o mujer–, ni responder a las necesidades de su
compañero en la relación sexual cuando consiga un partenaire, o recibir
con justeza las del niño que se procreará.
Todo eso será posible
si la familia, como formación humana, vehiculizada por el discurso y el
lenguaje, tiene como función inminente, y no contingente, la
transmisión, a los hijos, de una posición subjetiva y de un deseo que no
sea anónimo. Un deseo que sea subjetivado y sostenido por el sujeto
como un yo –“yo deseo”– no siempre se lo logra, ya que esa transmisión
depende de la posición subjetiva de los padres. Así pues, el neurótico
que se dirige a un psicoanalista, ya sea en su infancia o en su edad
adulta, vendrá a trabajar en un análisis para encontrar la solución de
su deseo, por eso no cesará de hablar de su familia y esto durará todo
el tiempo que sea necesario, hasta que la solución de su deseo cese de
no escribirse.
Con relación a la función paterna, habrá que tener
siempre en cuenta la posibilidad de que el padre adopte una posición de
impostura, sobre todo cuando el padre se identifica al educador, al
policía o al militar. Es la identificación del sujeto al lugar que ocupa
o al rol que cumple dentro de la sociedad: es el caso de un policía que
se identifica con su función y entonces es policía las 24 horas del
día, afuera y adentro de su círculo familiar, en la ciudad y en la casa.
En este caso se tiene un padre que identificado a la función, desmerece
dicha función, porque ningún hombre, ningún sujeto está en condiciones
de identificarse a la función sin mostrar lo irrisorio y la impostura de
esa función. El lugar de la ley como lugar de la enunciación es un
lugar al cual nadie puede equipararse. Es un lugar que vale en la
enunciación como lo vale la existencia y lugar que se le asigna a Dios.
¿Qué sujeto que se identifica a Dios y que dice “yo soy Dios”, no está
desmereciendo su posición y mostrando el ridículo de su identificación?
Normalmente
la ley del padre no es un ejercicio de represión del padre, porque
precisamente, el ejercicio represor del padre es lo que hace que el niño
llegue a tener una dificultad para asumir su propio deseo. La ley del
padre es una garantía simbólica, es decir, que es un asiento simbólico
para el sujeto; es algo que recibe en lo que se le transmite y que le
permite poder asumirse como deseante. En la metáfora paterna están
inscritas las condiciones de posibilidad del deseo para el niño, y las
condiciones de posibilidad del deseo dependen de que en esa relación del
niño con la madre, estén presentes otros dos términos que hacen que
esta relación pueda ser significada por el niño y articulada en lo
simbólico a partir de esa función paterna. En lo simbólico la función se
llama Nombre-del-Padre, y en lo imaginario esa significación que
articula esta relación en el psicoanálisis recibe el nombre de
«significación fálica». El falo no es el pene; el falo es una resultante
en la significación de una estructura que hace que un niño, gracias a
esa significación, pueda suponer que más allá de él, la madre desea otra
cosa. Porque si todo el deseo de la madre recae sobre el niño como
objeto de deseo, eso aprisiona al niño en una posición en la cual le es
muy difícil sostenerse como deseante.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
viernes, 31 de julio de 2015
430. Lo que permite poder asumirse como un sujeto deseante.
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sujeto
viernes, 17 de julio de 2015
429. La sexualidad humana está perversamente orientada.
La función paterna recibe en Lacan una nueva lectura a partir de la
noción de «père-versión», juego de palabras entre versión-del-padre y
perversión. Con este equívoco Lacan quiere hacer saber que dicha
versión-del-padre es una versión perversamente orientada, es decir, que
el padre, en su goce más íntimo, en el uso que hace del fantasma
masculino, la mujer se encuentra en el lugar del objeto a, objeto
de goce del padre, objeto causa de su deseo. Así pues, el padre, en su
goce íntimo, traiciona la versión-del-padre, la falsea, de tal manera
que una “correcta” versión-del-padre, según la enseñanza de Lacan, es
una versión perversamente orientada.
La perversión como estructura clínica pone en evidencia una sexualidad que no se dirige en el hombre hacia las mujeres. La perversión como estructura clínica pone en evidencia que para ese hombre el objeto de su deseo sexual no es una mujer. Una conducta perversa depende de una posición de juicio, en el sentido de un razonamiento, de razonamiento lógico. Así, la perversión sexual resulta de un juicio lógico que no admite la diferencia entre los sexos. Es un juicio lógico que desmiente la falta de falo en la mujer, que no admite que haya hombres y mujeres, que no admite que haya diferencia, que no admite que de un lado hay y de otro lado no hay.
La perversión es una forma de no reconocer la castración. La perversión es una versión de la sexualidad que desmiente la lógica de la diferencia sexual. En el fondo la perversión pone de manifiesto que el objeto sexual para el ser humano no necesariamente es otro individuo de su especie, que en el ser humano se puede hacer un catálogo de perversiones. Entre los animales la conducta sexual está perfectamente regulada y reglamentada por un instinto, por un saber, y no hay crímenes sexuales, ni "aberraciones" sexuales. La perversión pone de manifiesto que la sexualidad humana es una sexualidad atravesada por el lenguaje.
El fantasma regula la economía de goce de cada sujeto. El uso del fantasma evidencia que el sujeto en su relación al goce es un perverso. El fantasma pone en evidencia el hecho de que el sujeto se correlaciona con un objeto que es heterogéneo, que no es necesariamente un sujeto del sexo opuesto. Además, el objeto del fantasma es un objeto parcial, un resto de un cuerpo, un pedazo del cuerpo del otro. Puede ser un seno, la mirada, la voz, el excremento, etc.; ese es el objeto del fantasma. Y evidencia que la sexualidad humana está perversamente orientada, y eso, no porque el ser humano sea malo, sino porque en la sexualidad humana hay una falla fundamental, que es la no inscripción simbólica de la relación entre el hombre y la mujer; el fantasma viene a suplir esa no inscripción. Hay una multiplicidad de usos del fantasma: un uso perverso, un uso homosexual, un uso neurótico del fantasma. Y dentro del uso neurótico hay un uso “normal” del fantasma, a condición de que se escuche la palabra “normal” como “nor-mal”, norma-mal: es la norma "macho" (mâle) del fantasma. Es la que dice que un hombre toma como objeto del deseo a una mujer y en eso es “perversamente” orientado.
La perversión como estructura clínica pone en evidencia una sexualidad que no se dirige en el hombre hacia las mujeres. La perversión como estructura clínica pone en evidencia que para ese hombre el objeto de su deseo sexual no es una mujer. Una conducta perversa depende de una posición de juicio, en el sentido de un razonamiento, de razonamiento lógico. Así, la perversión sexual resulta de un juicio lógico que no admite la diferencia entre los sexos. Es un juicio lógico que desmiente la falta de falo en la mujer, que no admite que haya hombres y mujeres, que no admite que haya diferencia, que no admite que de un lado hay y de otro lado no hay.
La perversión es una forma de no reconocer la castración. La perversión es una versión de la sexualidad que desmiente la lógica de la diferencia sexual. En el fondo la perversión pone de manifiesto que el objeto sexual para el ser humano no necesariamente es otro individuo de su especie, que en el ser humano se puede hacer un catálogo de perversiones. Entre los animales la conducta sexual está perfectamente regulada y reglamentada por un instinto, por un saber, y no hay crímenes sexuales, ni "aberraciones" sexuales. La perversión pone de manifiesto que la sexualidad humana es una sexualidad atravesada por el lenguaje.
El fantasma regula la economía de goce de cada sujeto. El uso del fantasma evidencia que el sujeto en su relación al goce es un perverso. El fantasma pone en evidencia el hecho de que el sujeto se correlaciona con un objeto que es heterogéneo, que no es necesariamente un sujeto del sexo opuesto. Además, el objeto del fantasma es un objeto parcial, un resto de un cuerpo, un pedazo del cuerpo del otro. Puede ser un seno, la mirada, la voz, el excremento, etc.; ese es el objeto del fantasma. Y evidencia que la sexualidad humana está perversamente orientada, y eso, no porque el ser humano sea malo, sino porque en la sexualidad humana hay una falla fundamental, que es la no inscripción simbólica de la relación entre el hombre y la mujer; el fantasma viene a suplir esa no inscripción. Hay una multiplicidad de usos del fantasma: un uso perverso, un uso homosexual, un uso neurótico del fantasma. Y dentro del uso neurótico hay un uso “normal” del fantasma, a condición de que se escuche la palabra “normal” como “nor-mal”, norma-mal: es la norma "macho" (mâle) del fantasma. Es la que dice que un hombre toma como objeto del deseo a una mujer y en eso es “perversamente” orientado.
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viernes, 3 de julio de 2015
428. Coiteración: cuando un hombre hace el amor con una mujer.
Lacan (1971) le da una explicación lógica a la familia conyugal a partir
del significante, pero él también da un paso más allá y dice que no hay
que olvidar que el padre y la madre son un hombre y una mujer, y que
entre ese hombre y esa mujer ha habido una “coiteración”, una relación
sexual, un coito, y que de ese coito ha resultado una prole.
Si se tiene en cuenta al padre como hombre, entonces se llega a un abordaje diferente de cómo el padre puede asumir y no perturbar la transmisión del Nombre-del-Padre. Entonces, Lacan (1971) propone un abordaje que consiste en decir que un padre merece el respeto y merece el amor, no porque la madre lo ponga en un lugar ideal, sino porque ese padre como hombre hace de su mujer un objeto de deseo sexual. Es decir, que el padre usa de su mujer, o de una mujer: usa de esa mujer como objeto sexual de goce en el fantasma. Puede parecer un poco chocante que el padre use de su mujer como objeto de goce del fantasma, pero a nivel de la relación, del vínculo entre un hombre y una mujer, esto es fundamental. Para los seres humanos esto es lo mejor que puede ocurrir, porque se sabe que todo ser sexuado tiene una actividad sexual; es muy raro el ser sexuado que no hace uso de su sexo. Pero hay formas y formas de hacer uso del sexo. Se puede hacer un uso solitario o se puede hacer un uso compartido. En el uso compartido se puede hacer un uso entre los mismos, es decir, homosexual, o se puede hacer un uso reconociendo o admitiendo las diferencias, es decir, heterosexual. En el uso heterosexual, un hombre normalmente, para hacer el amor, tiene que tener una erección. No siempre el hombre tiene éxito, a veces no lo logra.
Por el psicoanálisis se sabe que un hombre cuando toma a una mujer en la relación sexual hace uso de un fantasma, es decir, que en su imaginación hay un elemento activo que participa en la causación de su deseo sexual. Este momento activo en la causación del deseo sexual no es la mujer que él toma normalmente; puede ser que esté imaginándose que está con otra, que toma a otra; puede ser que está imaginándose que toma a otro; en ese caso está con ella pero en su fantasma está con otro. Puede ser que se imagine que es un niño y que está activamente seducido por un adulto que puede ser una mujer o un hombre. Puede ser que se imagine que es la víctima de una enorme boa, un tigre, un lobo, un león. Puede ser que imagine simplemente que está frente a otro hombre que tiene una erección muy potente, etc. etc (Lacan, 1917).
En fin, la gama de fantasmas que procuran la excitación sexual es extensa y singular. Lo cierto es que cuando un hombre hace el amor con una mujer, no es para nada seguro que en su goce íntimo esté con ella. Es decir, que lo que define le goce íntimo del sujeto es la posición con un objeto en el fantasma. Así pues, el padre puede ser un perfecto casado, un perfecto señor padre, de traje y corbata, tener una señora a quien ama, pero en su sexualidad puede gozar de un objeto que no es su mujer, y es allí donde él, como hombre, estaría en un goce falseado con respecto a la Ley del Padre. Y es allí con su goce que estaría su posición de padre; y es allí donde él estaría fallando en la transmisión de la Ley, por el solo hecho de no tomar a su mujer como objeto de goce en su fantasma, lo cual siempre trae consecuencias en su vínculo con su mujer y su prole.
Si se tiene en cuenta al padre como hombre, entonces se llega a un abordaje diferente de cómo el padre puede asumir y no perturbar la transmisión del Nombre-del-Padre. Entonces, Lacan (1971) propone un abordaje que consiste en decir que un padre merece el respeto y merece el amor, no porque la madre lo ponga en un lugar ideal, sino porque ese padre como hombre hace de su mujer un objeto de deseo sexual. Es decir, que el padre usa de su mujer, o de una mujer: usa de esa mujer como objeto sexual de goce en el fantasma. Puede parecer un poco chocante que el padre use de su mujer como objeto de goce del fantasma, pero a nivel de la relación, del vínculo entre un hombre y una mujer, esto es fundamental. Para los seres humanos esto es lo mejor que puede ocurrir, porque se sabe que todo ser sexuado tiene una actividad sexual; es muy raro el ser sexuado que no hace uso de su sexo. Pero hay formas y formas de hacer uso del sexo. Se puede hacer un uso solitario o se puede hacer un uso compartido. En el uso compartido se puede hacer un uso entre los mismos, es decir, homosexual, o se puede hacer un uso reconociendo o admitiendo las diferencias, es decir, heterosexual. En el uso heterosexual, un hombre normalmente, para hacer el amor, tiene que tener una erección. No siempre el hombre tiene éxito, a veces no lo logra.
Por el psicoanálisis se sabe que un hombre cuando toma a una mujer en la relación sexual hace uso de un fantasma, es decir, que en su imaginación hay un elemento activo que participa en la causación de su deseo sexual. Este momento activo en la causación del deseo sexual no es la mujer que él toma normalmente; puede ser que esté imaginándose que está con otra, que toma a otra; puede ser que está imaginándose que toma a otro; en ese caso está con ella pero en su fantasma está con otro. Puede ser que se imagine que es un niño y que está activamente seducido por un adulto que puede ser una mujer o un hombre. Puede ser que se imagine que es la víctima de una enorme boa, un tigre, un lobo, un león. Puede ser que imagine simplemente que está frente a otro hombre que tiene una erección muy potente, etc. etc (Lacan, 1917).
En fin, la gama de fantasmas que procuran la excitación sexual es extensa y singular. Lo cierto es que cuando un hombre hace el amor con una mujer, no es para nada seguro que en su goce íntimo esté con ella. Es decir, que lo que define le goce íntimo del sujeto es la posición con un objeto en el fantasma. Así pues, el padre puede ser un perfecto casado, un perfecto señor padre, de traje y corbata, tener una señora a quien ama, pero en su sexualidad puede gozar de un objeto que no es su mujer, y es allí donde él, como hombre, estaría en un goce falseado con respecto a la Ley del Padre. Y es allí con su goce que estaría su posición de padre; y es allí donde él estaría fallando en la transmisión de la Ley, por el solo hecho de no tomar a su mujer como objeto de goce en su fantasma, lo cual siempre trae consecuencias en su vínculo con su mujer y su prole.
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