Lacan va a distinguir entre la demanda simple y la demanda de amor. La
demanda simple es la demanda de satisfacción de una necesidad –alimento,
calor, etc.–. En cambio, la demanda de amor es demanda de nada,
““demanda incondicional de la presencia y de la ausencia”, como dice
Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder””
(Miller, 2011). ¿Por qué el sujeto demanda la ausencia del Otro? Porque
la presencia del Otro solo adquiere valor en la medida en que ha estado
ausente, en la medida en que no está. De aquí que esas parejas que están
siempre presentes, el uno al lado del otro, terminan en el hastío y el
aburrimiento; no hay el anhelo de ver al otro, de demandar su presencia.
“La presencia es el puro llamamiento a que el Otro esté y dé signos de
su presencia; que al menos diga que está, que dé signos de su
existencia; que responda, pues, al llamamiento, o que llame para decir
simplemente: “Aquí estoy”” (Miller). Así pues, si el Otro dice “aquí
estoy”, su presencia solo adquiere valor en la medida en que no está. Es
porque no está que en verdad vale algo. “Por eso Lacan, en su Seminario
XX, decía que la carta de amor tiene una función eminente en el amor.
En general, solo se envía una carta a alguien que precisamente no está”
(Miller).
Entonces, por un lado tenemos la demanda del objeto
que satisface la necesidad –hambre, sed, etcétera–, y por el otro lado
tenemos la demanda de amor, la cual “apunta radicalmente a la nada –un
simple signo, una nadería–. En la conjunción entre la demanda y la
demanda de amor, está el deseo. Si el objeto en la demanda simple es
algo, y en la demanda de amor es nada, el objeto del deseo es como una
amalgama entre algo y nada” (Miller, 2011). Ese objeto del deseo que se
presenta en esta conjunción, es lo que Lacan llamará objeto a.
Ahora bien, mientras que la demanda de amor apunta a la nada, el deseo
se relaciona con algo en el Otro, algo enigmático, y en ese sentido
puede ser angustiante (Miller).
“El deseo, según la fórmula que
Lacan propondrá en el Seminario XI, involucra en ti algo más que tú:
involucra en el Otro un elemento no conocido por el Otro mismo, que
pertenece a la intimidad más reservada del Otro, una intimidad incluso
no conocida por ese Otro” (Miller, 2011). El nombre que Miller le da a
esa zona ominosa del Otro es el de “extimidad”. Mientras que el amor
depende de los signos de amor del Otro, el deseo está estimulado por
algo que se despega del Otro: el objeto causa del deseo, el objeto a.
Si bien el amor y el deseo tienen la misma estructura –los dos hablan
de una falta, hablan de una nada en el sujeto–, Lacan los opone:
mientras que en el amor el sujeto está sometido al Otro, el deseo está
ligado a algo que se desprende de ese Otro, “algo que Lacan llamará la
causa del deseo” (Miller).
Así pues, con la causa del deseo, ese enigmático objeto a,
el sujeto no queda sujetado al Otro, demandando la presencia del Otro y
buscando sus signos de amor. El deseo, en cambio, "es una relativa
emancipación respecto de los signos de amor” (Miller, 2011). Pero
cuidado: un deseo decidido por el Otro no se preocupa por los signos de
amor, y eso puede no estar bien, ya que un deseo decidido no excusa
todo. “A deseo decidido, amor tanto más cortés” (Miller).
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
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