El problema del amor es que se aprende a amar demasiado temprano en la
vida –cuando se es un infante–, y en un mal lugar: al lado de los
padres. Esto es lo que hace al amor un tanto traumático para los seres
humanos. El primer gran objeto de amor es la madre. “Para ambos sexos
eso empieza con la madre” (Miller, 2011).
Entre el niño y la madre se establece, entonces, un vínculo que es
fundamental para la constitución subjetiva del niño: la dependencia de
amor. Dicho vínculo se sostiene en una falta fundamental: la de esa
madre en la medida en que ella ha subjetivado su castración –“no lo
tengo, el falo”–; por eso, para el psicoanálisis, solo puede amar aquel
que se siente en falta, el sujeto castrado, quien es fundamentalmente el
sujeto neurótico.
Así pues, amar es dar lo que no se tiene, amar
es reconocer la falta y dársela al otro; amar no es dar lo que se
tiene, sino lo que no se posee (Miller, 2008). Pero en el amor también
cuentan el arte y la manera: “si se considera el modo en que se hacen
los regalos, puede decirse que el arte y la manera de dar valen más que
dar mucho. Los japoneses son muy buenos para dar naderías rodeadas de
una pompa sensacional” (Miller, 2011). Por eso al amor hay que rodearlo
de una suerte de ceremonia: hay que cortejar al otro, hacer un rito para
dar lo que no se tiene, esa nada tan deliciosa (Miller).
De aquí
la importancia de que el amante no se presente tan completo, sino más
bien incompleto. Los sujetos que en el amor se presentan completos
–autosuficientes, independientes, autónomos– ni aman ni son amados, ya
que el amor está siempre del lado de la falta. Para ser amado, hay que
presentarse en falta, incompleto, con un agujero que haga posible que se
desencadene el amor en el otro: “es que lo veo muy desvalido”, “es que
no sabe escoger su ropa”; “es que es un poco tonta”: ¡una falta, una
pequeña! ¡Cualquiera que esta sea!
Además, “para una mujer, sigue
siendo esencial el signo de amor” (Miller, 2011). Las mujeres siempre
están en la búsqueda de los signos de amor en el otro, por eso ellas se
dedica a espiar: revisan el móvil, la libreta, la ropa, buscando que ese
signo de amor no se dirija a otra. El problema es que el signo de amor
es frágil, fugaz, y además diferente de la prueba de amor. “La prueba de
amor siempre pasa por el sacrificio de lo que se tiene, es sacrificar a
la nada lo que se tiene, mientras que el signo de amor es una nadería
que se marchita, que decae y se borra si no se la trata con todos los
miramientos, si no le testimonian todas las consideraciones” (Miller).
Es decir, renunciar a lo que se tiene es una muy buena prueba de amor:
renunciar a otras mujeres, a los amigos, etc. Siempre que se ama a otro,
hay sacrificios, renuncias. Y enseguida, hay que dar un signo, una
señal que le haga saber a esa mujer que se eligió, que se la ama.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
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