jueves, 20 de octubre de 2016

453. El retorno de las sectas.

A pesar del progreso de la ciencia, que unida a la economía del mercado ha exacerbado el consumismo en la sociedad, se sigue observando un retorno, con mucha fuerza, de las sectas religiosas. Llámense iglesias cristianas o estados que defienden una religión, todas consideran que son depositarias de una verdad absoluta -incluidas las religiones tradicionales-. "No hay, por supuesto, sino una verdad (y) para preservar esa verdad están listos para hacer la guerra y para armar cruzadas" (Nominé, 2008), como, por ejemplo, hacer terrorismo en países considerados enemigos del Islam, o hacer marchas en defensa de la supuesta familia tradicional (madre-padre-hijos) y en contra de la inclusión y respeto de las minorías, como la comunidad LGTBI, una de las más vilipendiadas por esas, las nuevas cruzadas religiosas.

Esa verdad absoluta, esa que sostiene el discurso religioso, cualquiera que este sea, ha sido desestabilizada por el discurso de la ciencia; “lo que caracteriza la ciencia es que se pasa el tiempo poniendo en duda y examinando sus verdades. Lo que era verdad ayer se revela hoy como error y así sucesivamente” (Nominé, 2008). Esto ha llevado a una especie de crisis existencial planetaria: ya no hay nada seguro, ni verdad última, ni saber absoluto sobre las cosas, ni garantes de la verdad definitiva; paradójicamente, esa situación, esa misma crisis existencial, es la que ha llevado a la aparición de nuevas sectas, iglesias cristianas y evangélicas de todo tipo, y al fanatismo religioso extremo, como el de ciertas corrientes del Islam. ¿Por qué? Porque frente al sinsentido que introduce el dudar de toda verdad, el ser humano necesita de certidumbres que le den sentido a su existencia, y ¿quién lo hace de la mejor manera sino el discurso religioso? En efecto, este discurso tiene como función fundamental el darle sentido a la vida del ser humano; es por esto que Lacan (2001) dice que “el sentido siempre es religioso”.

Así pues, el sujeto contemporáneo, que padece de esa falta de sentido en su existencia, se deja fácilmente seducir por estos “sistemas arcaicos del pensamiento, que mezclan magia, religión y ciencia, pues son los ingredientes de la mayor parte de las actuales sectas. Al mezclar magia, religión y ciencia, la secta restaura el antiguo estatuto de la Verdad Única” (Nominé, 2008). El problema de esto es que esa fabricación de sentido exacerbado a la que se dedica el sujeto adoctrinado en el discurso religioso, hace de él un débil mental, es decir, un ignorante, un imbécil, un idiota útil para los propósitos de dominio y rentabilidad de dichas sectas; un sujeto incapaz de ser crítico y de hacer uso de un pensamiento lógico, sensato y racional.

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