UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
martes, 12 de diciembre de 2023
537. Sobre la psicología del amor
Los motivos de consulta más frecuentes y comunes en la clínica psicológica son los problemas y el sufrimiento que los seres humanos y las parejas padecen cuando aman, por eso es importante dar cuenta de las lógicas de la vida amorosa de los seres humanos, para comprender el origen psíquico de una serie de comportamientos y fenómenos de los sujetos, referidos todos al amor, como por ejemplo: el enamoramiento, la condición del “tercero perjudicado”, la elección de “mujeres fáciles”, las dos corrientes del amor: la tierna y la sensual o pasional, la impotencia sexual masculina, la frigidez femenina, la infidelidad, la degradación de la persona amada, las exigencias que le impone la cultura a la conducta amorosa del hombre civilizado, la servidumbre sexual de las mujeres y los hombres, el fetichismo, los rasgos perversos que se ponen en juego en el encuentro sexual, los juegos sexuales, el sadismo y masoquismo en las relaciones amorosas, el narcisismo, el descontento, el odio, la dependencia, la repetición, la ética, el ideal y la alteridad en el amor.
Mucho de lo referido al amor en Freud se encuentra resumido en una serie de textos publicados bajo el título de «Contribuciones a la psicología del amor». El primero de esos textos se llama Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre, de 1910; el segundo se denomina Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa, de 1912, y por último su texto Sobre el tabú de la virginidad, escrito en 1917.
El impulso de amor fue personificado desde Grecia por Eros, dios del amor y fuerza creadora del cosmos. Éste fue pensado como un dios carente, en tanto que busca a un otro que sería su complemento. Eros orientaría el alma del hombre con un anhelo de recuperar lo que alguna vez fue su otra mitad. Así, el amor sería el deseo y la persecución de ese todo que le faltaría al ser humano. En la mitología, Eros es hijo de Penía, la pobreza, y de Poros, la riqueza. Fue concebido durante un festín en el que se celebraba el nacimiento de Afrodita. Este origen daría cuenta de su doble condición de mendigo menesteroso que busca lo bello y lo bueno, o sea lo que no tiene. Por esta razón, las telenovelas y películas más exitosas en el tema del amor son aquellas en las que un sujeto pobre o carente de recursos y otro rico y pudiente se enamoran; se trata siempre de una relación llena de dificultades y complicaciones, por eso gustan tanto.
El amor también fue pensado desde la antigüedad en su relación con el deseo: se desea y ama lo que no se posee. Sócrates decía que cualquiera que sintiera deseo, es porque quiere lo que no tiene, lo que no está presente o lo que no es. El deseo es fundamentalmente una falta y ésta es constituyente del amor. El psicoanálisis también designa con Eros el conjunto de los impulsos que apuntan a la vida en oposición a los de muerte. Eros sería esa fuerza primordial que produce ligazones entre los seres humanos; en cambio, Tánatos, que en griego significa muerte, es aquella fuerza que destruye y empuja al aniquilamiento y que junto al Eros conforman esos dos valores antagónicos que se mezclan y crean todas las manifestaciones que se observan en el comportamiento del hombre. En el ser humano existen entonces tanto fuerzas creadoras como las que hacen de él un ser que se autodestruye y que destruye.
Eros y Tánatos conforman la denominada dualidad pulsional. La pulsión es el nombre que el psicoanálisis le da al impulso sexual, en tanto que éste no es instintivo. La sexualidad es casi siempre pensada al servicio de la vida, pero el psicoanálisis enseña que dicho impulso también lleva consigo un empuje hacia la destrucción y la muerte, lo que explicaría por qué se observa en el ser humano una disposición a hacerse daño a sí mismo y a otros, y muy especialmente en el campo del amor.
El amor, para el psicoanálisis, se divide en dos tendencias que podemos diferenciar como la corriente tierna del amor y la corriente sensual o pasional. Freud pensaba que la reunión de estas dos corrientes en una sola es lo que asegura una conducta amorosa «normal». La primera de estas corrientes tiende al cuidado y respeto del amado, y la segunda ayuda a hacerlo deseable, sexualmente hablando. De las dos corrientes, la tierna es la más antigua y proviene de la infancia. Se dirige a los sujetos que integran la familia y a las que tienen a su cargo la crianza del niño. En esta corriente tierna se ponen en juego intereses eróticos. Todo esto tiene que ver con la elección que hace todo niño de un sujeto al que amará, primeramente, el cual, en la mayoría de los casos, no es otro que la madre. La ternura de ésta, de los integrantes de la familia y de las personas a cargo del cuidado del niño, contribuye a acrecentar la corriente tierna del amor.
Cuando esta ternura es exacerbada, sucede que el niño se aferra a ella y a su madre que se la brinda, creándose una fijación que puede continuar a lo largo de la infancia y de la vida. Pero llega un momento, el de la pubertad, en el que se despierta la otra corriente del amor: la poderosa corriente sensual, la cual se añade a la tierna en la búsqueda y elección de un sujeto a quien amar. Para que el adolescente pueda llegar a elegir una novia o compañera, él deberá dar un paso importante: ser capaz de dirigir su ternura y pasión a este nuevo sujeto con quien pueda cumplir una real vida sexual, sin quedar fijado en sus sentimientos de ternura a los padres. Es, en cierto sentido, un abandono de los primeros amores de la infancia. Este paso que tiene que dar el sujeto, de la fijación a la ternura de los padres, a la elección de un objeto de amor, puede ser algo muy difícil y llegar hasta fracasar; esto debido a dos factores: el primero tiene que ver con la dificultad que él pueda tener para encontrar a otro a quien amar, y el segundo, con el monto de apego que el sujeto llegue a tener a la ternura de los primeros objetos de amor de la infancia.
miércoles, 22 de noviembre de 2023
536. ¿Todos autistas?
Hoy en día existe una tendencia a etiquetar a individuos como autistas; cualquiera parece ajustarse al espectro autista: Elon Musk, Lionel Messi, Bill Gates, Keanu Reeves, Tim Burton, Gustavo Petro, entre otros. Casi cualquier persona excéntrica o "rara" puede ser diagnosticada como autista sin una evaluación profesional adecuada. Pareciera que convertirse en autista está de moda, o tal vez, en última instancia, esto nos enseña que cada individuo puede tener algo de "raro", es decir, de autista, una suerte de «autismo generalizado». Dado que no hay un niño autista típico y cada niño es diferente, todos somos diferentes en algún aspecto singular.
De todos modos, a nivel clínico, es crucial ser preciso en el diagnóstico del autismo. El autismo se ha descrito como la soledad y la inmutabilidad; son niños inmersos en actividades repetitivas (Tendlarz, 2023). El niño parece encapsulado en una especie de burbuja, aislado de cualquier vínculo con los demás. De hecho, este es el primer signo de autismo en el niño: la incapacidad para establecer vínculos afectivos con sus cuidadores; se muestra ausente, sin prestar atención al otro. Por eso, muchos padres llevan a sus hijos en este estado a consultar al médico, pensando que están ciegos o sordos, ya que no miran al otro ni responden a su llamado. El médico, por supuesto, encuentra que el niño está bien de la vista y el oído, solo que está absorto en sí mismo.
En cuanto a las repeticiones, no son necesariamente obsesiones, sino intereses específicos que pueden utilizarse para conectar con el niño; es un funcionamiento singular que persiste a lo largo de la vida. Esto es algo que es muy importante respetar: las soluciones singulares que cada individuo autista elabora, sobre todo porque el trabajo analítico se apoya en ellas para desplazar el encapsulamiento autista en el que el niño se encuentra y así ayudarlo a incluirse en el mundo de manera efectiva. Por lo tanto, es crucial respetar la singularidad de cada individuo autista y su manera única de estar en el mundo (Tendlarz, 2023).
Junto al respeto por la singularidad de cada individuo, lo cual es válido para cualquier persona en este mundo, es fundamental hacer hincapié en la importancia de la inclusión y la lucha contra la segregación de estos niños. Desde la perspectiva psicoanalítica, se busca comprender esa singularidad y no ver al autista como un sujeto deficitario que debe ser entrenado para ser funcional.
El autista, entonces, es un sujeto que se aparta, que se cierra al intercambio con los demás, debido a una insondable decisión del ser que se proclama como identidad, según indica Lacan. "Cada uno de nosotros cae al mundo, al mar del lenguaje, y de allí no podemos salir, y aunque esto nos concierna a todos, la modalidad de respuesta a este hecho de estructura es absolutamente singular. Algunos reclaman a los otros para salir adelante, otros no, se apartan, se cierran al intercambio con los demás" (Coccoz, 2023). El autismo, desde la perspectiva lacaniana, se constituye en una posición de defensa extrema ante la realidad de la palabra misma; "se considera el autismo como un funcionamiento subjetivo, singular, una forma de ser, que permanece constante a lo largo de la vida, que no se cura, lo cual no significa que no se pueda atemperar, no significa que el sujeto que lo padece no pueda llegar a saber hacer con él" (Lagos, 2023).
Los aportes de Freud al entendimiento del funcionamiento del aparato psíquico nos enseñan a comprender las inhibiciones o pérdidas del interés en la vida, en el amor, en la comunicación, consideradas en las descripciones de los síntomas autísticos. Lacan nos enseñó que «el lenguaje hace el ser»", que el lenguaje es lo que nos da el ser, y esta es precisamente la gran dificultad del sujeto autista: tiene trastornado el hablar, el vivir, el amar, el gozar, el hacer. "Nadie puede proclamar su ser sin un nombre, ni encontrar o echar en falta las satisfacciones propias de la vida, sin gozar de la lengua que habla. Por eso, con el psicoanálisis nos ocupamos de saber sobre esa realidad y sobre las consecuencias que tienen las palabras sobre nosotros y nuestros próximos" (Cocozz, 2023).
martes, 24 de octubre de 2023
535. La guerra es un componente inherente a la naturaleza humana
Sigmund Freud, al reflexionar sobre la guerra, afirmó que los hombres cometen actos de crueldad, malicia, traición y brutalidad que parecerían incompatibles con su nivel cultural. De esta manera, se plantea la existencia de un más allá del principio del placer, es decir, una pulsión que desafía la noción de que el principio del placer gobierna nuestras vidas y determina nuestras acciones. Esto sugiere que la evitación del displacer, que solía guiar el funcionamiento psíquico, se ve contrarrestada por una fuerza mucho más determinante (Dessal, 2023). Este impulso se denomina "pulsión de muerte", y la guerra se manifiesta como una de sus expresiones más extremas.
El dilema que enfrenta la humanidad es que la guerra forma parte intrínseca de la dinámica de la civilización. "No es un accidente, un desorden de la naturaleza humana, sino un ingrediente inevitable de esa naturaleza" (Dessal, 2023). El individuo experimenta satisfacción al cometer actos de violencia, destrucción y barbarie, es decir, halla placer (léase goce) en hacer el mal. Como expresó Freud en "El malestar en la cultura" (1930), "El hombre no quiere renunciar a la satisfacción de sus necesidades agresivas. Solo le importa la propia satisfacción, y no siente ningún respeto por el prójimo. Si no fuera por la compulsión que lo obliga a respetar la cultura, preferiría comportarse como un salvaje". En consecuencia, "las palabras del amor coexisten con las del odio, y el odio no se conforma con la muerte del enemigo, sino que exige su completa supresión simbólica" (Dessal).Este impulso mortífero en el ser humano se manifiesta constantemente en sus relaciones con sus semejantes. Según Freud (1930), "el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo". La civilización se ha creado con la intención de establecer límites a estos impulsos agresivos; ella es el resultado de la renuncia a satisfacer las pulsiones de muerte y destrucción. Sin embargo, "tal renuncia no es más que un semblante que puede ser barrido en una fracción de segundo" (Dessal, 2023). Aparentemente, el progreso es una ilusión sin futuro.
jueves, 28 de septiembre de 2023
534. El sujeto no sabe lo que dice
"No saber lo que se dice" es la posición natural de todo sujeto, y al mismo tiempo, eso es el inconsciente. Cuando un paciente se queja de que nadie lo entiende, en realidad, quien no se entiende es el propio sujeto. Por eso se le invita a asociar libremente con la consigna "¿Qué quiere decir usted con eso?". Lo que el dispositivo analítico busca es que el paciente escuche lo que dice y tome consciencia de lo que realmente quiere expresar. La escucha analítica va acompañada de la interpretación, que en esencia significa: "Te digo que has expresado algo diferente de lo que querías decir" (Miller, 2021).
Desde los albores del psicoanálisis, se enseña que el sujeto no sabe completamente lo que dice; siempre hay un exceso en su expresión. El sujeto no tiene control absoluto sobre su pensamiento, lo que le cuesta reconocer: que él no es el soberano absoluto de su propio ser, que hay un "Otro" dentro de él que lo gobierna. Este "Otro" se revela cada vez que ocurre un lapsus; el sujeto quiere decir una cosa y termina diciendo otra, como decir "mi madre" en lugar de "mi mujer". "El Otro dice algo distinto a lo que yo quería expresar; el Otro es más poderoso que yo. ¿Cómo es esto posible? En el interior de cada uno de nosotros reside un "Otro" (por eso Lacan lo escribe con mayúscula) más influyente, que actúa sobre el sujeto y a pesar del sujeto. Este "Otro" es la otra escena de la que hablaba Freud; Lacan lo llamó el "sujeto del inconsciente."
En análisis, el sujeto puede expresar todas sus ideas sin asumir plenamente la responsabilidad de lo que dice. Puede hablar de odios, deseos, temores y pensamientos en los que no se reconoce y que rechaza, tratando de disociarse de ellos: "No estoy ahí, soy inocente, no soy yo". Sin embargo, el análisis no se limita a producir declaraciones de las cuales el sujeto no se hace cargo; esos enunciados son relevantes para él, aunque no lo reconozca de inmediato. Este es el "sujeto del inconsciente", aquel que eventualmente, durante el proceso terapéutico, llega a reconocerse en lo que dice, incluyendo sus odios, temores y deseos.
"Creemos saber lo que estamos diciendo, pero no tenemos ni idea" (Dessal, 2015). La noción de que "el sujeto no sabe lo que dice" está en consonancia con lo que nos enseña el psicoanálisis al introducir el concepto del inconsciente: que existen una serie de procesos que están más allá de nuestro control consciente. Estos procesos incluyen deseos, pensamientos y emociones sobre los cuales no tenemos control. Por lo tanto, el inconsciente organiza nuestra experiencia y define quiénes somos. La afirmación de que "el sujeto no sabe lo que dice" se refiere al hecho de que, al hablar o comunicarnos, no siempre somos conscientes de las implicaciones completas de nuestras palabras; es decir, a menudo decimos más o menos de lo que queremos, o cometemos errores al hablar (lapsus). Por lo tanto, nuestras expresiones verbales revelan deseos, conflictos y pensamientos inconscientes que operan en un nivel oculto para nosotros mismos.
En resumen, "el sujeto no sabe lo que dice" porque nuestras palabras son el resultado de procesos inconscientes que ocultan nuestros deseos y conflictos internos. Esto concuerda con la afirmación de Freud de que el sujeto no es el dueño y señor absoluto de su propia casa, es decir, de su psiquismo, lo que constituye una herida narcisista significativa. A menudo, el sujeto tiende a considerarse como el gobernante consciente de sus pensamientos y percepciones internas, lo que le permitiría tomar decisiones que estén en línea con sus deseos; sin embargo, esta creencia es un error. "El hombre no es dueño en su propia casa; y seguramente lo mejor que podría hacer sería ocuparse en conseguir su emancipación de ese señorío extraño" (Freud, 1927).
martes, 29 de agosto de 2023
533. «las mujeres tienen coraje y los hombres son cobardes»
Dice Miller (2010) que "las mujeres tienen coraje y los hombres son cobardes". ¿Cómo entender esta idea que coloca a las mujeres del lado de la valentía y a los hombres del lado de la cobardía? Esto se entiende a partir de la referencia fálica en el complejo de castración. Freud llama «complejo de castración» al encuentro de los niños con la diferencia sexual anatómica. Niños y niñas subjetivan la diferencia sexual diciendo: «los niños tienen pene, las niñas… no tienen pene». “Hasta hoy -dice Miller (2002)- es un hecho que un tengo esencial, primordial, recae sobre el pene” (pág. 153), recae sobre eso que se ve, y lo que ven niños y niñas es que hay seres que tienen algo que a los otros les falta; es así como se subjetiva ese tener o no tener un pene, es así como se subjetiva la diferencia sexual en ambos sexos.
Entonces, "según se tenga o no el órgano que, en el cuerpo, encarna el significante fálico" (Miller), los hombres quedan del lado de los que tienen algo que proteger y las mujeres ¡no tienen nada que perder! El hombre es, pues, un dueño, dueño del falo. "Es esencialmente un dueño; gestionará mejor o peor su propiedad, pero está condicionado por ella" (Miller). Y las mujeres, con respecto a la referencia fálica, como no tienen el falo, el falo les falta, no tienen nada que perder. Por esta razón, "no tener nada que perder puede otorgar un coraje sin límite, aun feroz: mujeres que, para salvar lo más precioso, están preparadas para ir hasta el final sin detenerse, dispuestas a luchar como quieran" (Miller).
El tener el falo no es ninguna ventaja para los hombres, ya que temen perderlo -angustia de castración-; por eso se dedican a cuidar todo lo que tienen: su pene, su dinero, su mujer, su automóvil, etc. "La cobardía fundamental de los hombres es que están embarazados por algo que tienen que proteger" (Miller, 2010). Tener el pene embaraza a los hombres porque no sabe qué hacer con él, dónde ponerlo, manejarlo, dónde colocarlo; "eso puede despertar en ellos la ferocidad del dueño amenazado de robo" (Miller); de cierta manera, los hombres siempre se sienten amenazados, tanto frente a otros hombres: "tienen más de lo que yo tengo", como frente a las mujeres: "ellas desean tener lo que yo tengo", el falo.
Podría parecer que, por tener el falo, los hombres están en posición de amo y las mujeres en posición de esclavas, según la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo; pero no es así. "El hombre, aunque pueda parecer que manda, es el esclavo, el siervo. Lo es porque, de manera estructural, el que sale siervo de esa lucha es el que debe proteger algo –en Hegel, supuestamente su vida–" (Miller, 2010). La mujer, en cambio, está en posición de amo, ya que no tiene nada que proteger. La dominación femenina se desprende de una posición de un amo sin reglas, que denuncia al falso amo que es el hombre, como bien lo sabe hacer la mujer histérica.
miércoles, 26 de julio de 2023
532. ¿Cómo es el sujeto autista?
Por lo anterior es que el niño autista se caracteriza por una serie de comportamientos, como la falta de contacto visual, la incapacidad de comunicarse verbalmente; muchos de estos niños son llevados al médico, a la edad de dos, tres, cinco años, con la queja de que el niño es sordo -no atiende las demandas de sus padres, como si no escuchara- o ciego -mira fijamente hacia un punto lejano sin dirigir la mirada hacia sus cuidadores-. El examen médico les hace saber a los padres que el niño sí ve y sí escucha, y que se puede tratar de un trastorno autista. El niño también suele presentar comportamientos repetitivos; muchas veces son autoagresiones -golpes en la cabeza- o permanecen tirados en el suelo sin moverse -catatonia: mutismo, mirada fija, rigidez-.
El psicoanálisis le da gran relevancia al lenguaje como herramienta, no solo de comunicación, sino de formación del «ser». "El lenguaje, más allá de ser un instrumento de comunicación, que lo es, o un instrumento de información, es el camino en el que el ser se forma, entonces con esas maderitas formamos el ser, y los autistas están en un apuro muy grande para mantenerse a flote, porque tienen pocas maderitas, y la cuestión es, con esas pocas maderitas, cómo ayudarles a que se mantengan a flote" (Coccoz, 2012. Ver https://bit.ly/3DvWNRW). Así pues, el niño autista cuando habla utiliza las palabras de otra manera, hace uso de neologismos o toma las palabras a la letra; por eso ellos enseñan sobre lo más profundo del ser humano: que el lenguaje es lo que nos constituye como sujetos.
Para un niño autista, el entorno puede resultar abrumador debido a las sensaciones auditivas o visuales intensas; el mundo exterior, la calle, le es hostil -el metro, la gente que habla, los pitos de los autos-, todo es una realidad muy intrusiva. Estas experiencias sensoriales pueden dificultar la capacidad del niño para procesar y defenderse mentalmente; el niño no tiene la "pantalla mental" que es la que nos permite entender, a nosotros los seres humanos "normales", cada cosa que nos ocurre; el niño autista carece de esa "pantalla" que permite darle sentido a lo que ocurre alrededor. Los sujetos neuróticos tenemos una "pantalla mental" que nos permite comprender y filtrar las experiencias, poderles dar un sentido, una significación a nuestras experiencias, pero los autistas tienen dificultades con esto.
El psicoanálisis, en el abordaje que hace del autismo, enseña que "no es posible hacer nada en este mundo por obligación" (Coccoz, 2012. Ver https://bit.ly/3DvWNRW). El niño autista no va a ser como el común de los mortales. Lo importante es que cada niño, incluso cada sujeto (así no sea autista), se pueda dar un lugar al lado de otros sujetos, y que puedan gozar de su propia vida. Hay muchos modos de estar en la vida, de arreglárselas con la vida. Cada niño autista es único en su forma de ser y de lo que se trata, en el tratamiento psicoanalítico de esos sujetos, es pensar cómo se pueden abrir puertas para conectar con ellos. Los niños autistas sueles hacerse a intereses individuales, como las motos o la fórmula 1, los dinosaurios o los pingüinos, como el personaje de la serie de Netflix Atypical. Es importante reconocer estas diferencias y adaptarse a ellas para poder conectar con el sujeto; es eso consiste el tratamiento psicoanalítico de este trastorno. No se trata de cambiar a la persona autista, sino de comprenderla y encontrar formas de conexión con ella a través del particular interés del niño con un objeto; no se trata solo de aceptarlo tal como es, sino también de adaptarse a sus necesidades individuales. Entonces, no hay una única norma o manera correcta de vivir; cada persona tiene su propia forma de ser y adaptarse.
viernes, 30 de junio de 2023
531. Transferencia, repetición y demanda
Sumado a lo anterior está la transferencia como un fenómeno de repetición, eso que pone en evidencia la función de la repetición en el inconsciente. Ya lo decía Freud: “El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo vive de nuevo, lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acto. Lo repite sin saber naturalmente que lo repite”. “Se supone que el sujeto repite, a propósito del analista, las actitudes y los sentimientos que tuvo respecto de los personajes fundamentales de su historia” (Miller, 2023). La transferencia es un fenómeno de repetición, de tal manera que “el sujeto busca indefinidamente en su vida amorosa nuevas ediciones del objeto prototípico que se perdió” (Miller). Esta es la doctrina de Freud sobre la vida amorosa: el amor es repetición.
Entonces, cuando Lacan formula al analista en la posición de amo, lo está colocando en el registro de esa transferencia-repetición; de cierta manera, el analista ocupa el lugar de ese objeto perdido (objeto a), por eso atrae hacia él la libido del analizante. Esto lleva a Lacan a establecer su fórmula de que “la transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente” (Miller, 2013). Pero el analista no solo ocupa el lugar de amo; también ocupa el lugar del Otro; “el analista es en el análisis el Otro de la demanda” (Miller), es decir, es el que recibe la demanda del analizado. “Desde el momento en que hay demanda, está el Otro de la demanda y el analista ocupa ese lugar” (Miller). Y al decirlo así, Lacan recuperó mucho de lo que concernía a la transferencia-repetición. “Efectivamente, desde el momento en que el analista es el Otro de la demanda se puede decir que el paciente vuelve a formular sus demandas más antiguas en el análisis y que el analista soporta una tras otra todas las figuras históricas del Otro de la demanda para el sujeto” (Miller). Los análisis comienzan, pues, con la demanda, y la transferencia es un efecto de la demanda; desde el momento en que hay demanda, hay transferencia.
lunes, 29 de mayo de 2023
530. La voz y la mirada
Además, se trata de objetos parciales, es decir, asociados a las pulsiones, que son también parciales. Los seres humanos no tienen una única pulsión (nombre que le da Freud al impulso sexual de los seres humanos), sino que tienen varias, asociadas a los agujeros del cuerpo (zonas erógenas). Para el objeto voz la pulsión se denomina «invocante», y para el objeto mirada, «escópica». “Dice Lacan que las pulsiones son parciales, no en el sentido de que sean partes de un todo (de una “pulsión genital”), sino porque solo representan parcialmente la sexualidad” (Evans, 1997, p. 159). La voz y la mirada son pulsiones relacionadas con el deseo. “Las pulsiones son manifestaciones parciales del deseo” (Evans).
El objeto voz, entonces, se refiere a cómo las palabras y los sonidos que emitimos y recibimos pueden funcionar como objetos de deseo en sí mismos. Así pues, la voz no solo es un medio para comunicar información, sino que también puede ser percibida como un objeto que se anhela y se busca en la medida en que le brinda la sujeto una satisfacción, un «plus de goce», es decir, una satisfacción de carácter sexual. El nombre de pulsión invocante se relaciona con esa demanda del sujeto de recibir una respuesta o un reconocimiento del otro. Es decir, el sujeto demanda que alguien responda a sus palabras y así ser reconocido como sujeto válido y existente. El reconocimiento que le da el otro al sujeto, en una relación intersubjetiva, hace posible su existencia como tal.
Entonces, la voz es un objeto que satisface la pulsión invocante. Invocar significa llamar a alguien, demandar su presencia y/o su voz, lo que le brindará al sujeto una satisfacción. Es decir, podemos desear la voz de alguien no solo por lo que dice, sino por el hecho de que nos responde y nos reconoce como sujetos. Un ejemplo de esto podría ser una persona que tiene una relación romántica y anhela la voz de su pareja. No solo quiere escuchar lo que su pareja tiene que decir, sino que también busca la confirmación de que su pareja la reconoce y la valora. En este caso, la voz se convierte en un objeto que satisface la pulsión invocante del sujeto. Otro ejemplo podría ser un sujeto que disfruta mucho de hablar por teléfono. A pesar de que no hay una comunicación física directa, la persona encuentra satisfacción en escuchar la voz del otro y en recibir una respuesta a lo que está diciendo; la voz del otro se convierte en un objeto que satisface la pulsión invocante. A veces basta con que haya una radio o un televisor encendido en la habitación; esto hace que le sujeto se sienta acompañado, lo cual lo satisface. No es gratuito que el “Reality” más famoso de la televisión en el mundo se llame “La Voz”, ya que también el sujeto encuentra una gran satisfacción escuchando cantantes y canciones, y música en general. Ese es el objeto «voz».
La pulsión «escópica» (que significa "con la mirada") se refiere al deseo del sujeto de ver, observar y ¡ser observado! Es una pulsión que se pone en juego en la satisfacción de contemplar la belleza, el arte, al ser amado y, en general, todo aquello que despierta la curiosidad visual del sujeto, pero también en ser mirado. Así pues, el objeto mirada se refiere a cómo la mirada del otro puede ser percibida como un objeto de deseo en sí misma, es decir, no solo nos interesa lo que el otro mira, sino también el acto mismo de mirar. La mirada se convierte así en un objeto de deseo y de satisfacción; encuentro satisfacción (plus de goce) mirando y siendo mirado.
Un ejemplo de esto podría ser una persona que disfruta mucho de mirar obras de arte en un museo. No solo disfruta de las obras en sí mismas, sino también de la experiencia de mirar y de ser mirado por otros visitantes del museo. La mirada de los otros se convierte en un objeto de deseo y de satisfacción para ese sujeto; por eso asistimos a eventos (conciertos, lugares de moda) para mirar y ser mirados y así mismo reconocidos, lo cual nos da un estatus y un lugar en el mundo. Igualmente, un sujeto puede sentirse muy atraído por la mirada de su pareja; no solo le interesa lo que su pareja mira, sino también la forma en que su pareja lo mira a él. La mirada de la pareja se convierte en un objeto de deseo y de satisfacción para este sujeto. El objeto «mirada», asociado a la pulsión escópica, es un objeto de deseo que lleva al sujeto a buscar satisfacción en la actividad de ver (contemplar los objetos del mundo que lo rodea) y ser visto (la mirada del otro como un objeto de deseo y de satisfacción).
El objeto «mirada» nos permite pensar que una persona invidente no ve, pero sí mira; ver y mirar no son la misma cosa, por esta razón el sujeto puede experimentar que un personaje de un cuadro lo puede estar mirando, como lo hace también una muñeca en la repisa de su cuarto. La voz y la mirada son dos objetos que se ponen en juego de manera ominosa en las películas de terror ¡y en las psicosis! (alucinación de la voz y el delirio paranoico).
martes, 25 de abril de 2023
529. Libido y transferencia
Para Freud “el análisis era esencialmente un ejercicio de lectura, de desciframiento, en el que el analista guía al paciente” (Miller, 2023), lo guía en la medida en que le solicita al paciente cumplir con la técnica psicoanalítica: asociar libremente, es decir, comunicar todas sus ocurrencias sin censurarlas, así le parezcan indecorosas, indebidas o ilógicas. “El análisis es una lectura del inconsciente asistida por el psicoanalista” (Miller). Aquí Freud se encontró con lo que denominó la transferencia, es decir, la importancia que cobra para el paciente su psicoanalista, el cual, no le es para nada indiferente. El analista pasa a estar investido de libido, cargado de interés y de afecto. La libido es precisamente “el nombre que Freud daba a esa cantidad móvil de interés psíquico con connotación sexual” (Miller) y que el paciente le dirige al analista, valorizándolo.
En la transferencia se desplazan afectos al analista que provienen de los vínculos establecidos con los primeros objetos de amor y de deseo que establece el niño en su infancia con sus cuidadores; así pues, “la transferencia se debe al desplazamiento sobre la persona del analista de un conjunto de sentimientos que se referían originalmente a los personajes fundamentales de la historia del paciente, especialmente a los padres” (Miller, 2003); el psicoanalista, al igual que todas las personas con las que el sujeto establece un vínculo afectivo posterior a su infancia, es un heredero de esos primeros vínculos afectivos. En un primer momento a Freud “este hecho le pareció fastidioso, molesto, y después le dio una connotación positiva hasta hacer de él una condición sine qua non del análisis” (Miller, 2003). Lo importante de que esta libido infantil se movilice hacia el analista, es que la transferencia traduce ya un primer levantamiento de la represión.
“La emergencia de la transferencia señala la adopción del analista por el analizante: el analista entra en la familia” (Miller, 2023), constituyéndose en la autoridad de los padres del sujeto, del Otro primordial, lo cual permite que el paciente le dé crédito a la palabra de su analista, de tal manera que la interpretación tenga la posibilidad de dar resultado, de tener efectos sobre aquél (Miller). Entonces, a partir del momento en que se reconoce la autoridad del analista, éste tiene el poder de guiar la lectura del inconsciente del paciente. Esta es la razón por la que Freud “hizo de la transferencia la condición de la interpretación” (Miller). Así es como comienzan los análisis: el psicoanalista “espera verse investido por una posición de dominio para interpretar” (Miller), o mejor, ayudar a interpretar; quien fundamentalmente interpreta al inconsciente es el paciente, por eso Lacan lo llama «analizante». Lo que sucede es que éste no sabe leer su inconsciente solo, no sabe la significación de su síntoma; el analista le va a ayudar a leerlo, sobre todo invitándolo a asociar libremente.
lunes, 27 de marzo de 2023
528. «El inconsciente es ante todo algo que se lee»
Es claro que hay cierto tipo de síntomas que no atañen a la medicina, ya que su causalidad no es orgánica, sino psíquica; síntomas analíticos y no síntomas médicos. Se trata de síntomas que se curan por la revelación de su causa, es decir, “que aparecen y se mantienen en el sujeto por el hecho de que su causa está presente en él y le es a la vez desconocida. El psicoanálisis considera que en ese caso el poder patógeno de la causa desaparece desde el momento en que es revelada, es decir enunciada explícitamente. Basta descubrir la causa para que ésta pierda su estatuto, su poder” (Miller, 2023). Así pues, el psicoanálisis supone que hay síntomas cuya causa es un enunciado que perdura en el sujeto sin poder ser formulado por él. Esto es lo que Freud llamó represión; hay una subsistencia subjetiva de enunciados indecibles por el sujeto.
Ese enunciado indecible, causa del síntoma, “es asimilable a un enunciado escrito en el sujeto y que no se podría leer cómo habría que hacerlo” (Miller, 2023). Por tanto, lo que Freud llamó inconsciente es equivalente a un texto escrito indescifrable, significantes sin significados. Así pues, el inconsciente es ante todo algo que se lee, tal y como lo señaló Lacan. Lo primero que leyó Freud fueron sus sueños. “Freud pensó el psicoanálisis a partir de esto: que esos relatos siempre pueden ser leídos de una manera que les restituya una coherencia y una significación” (Miller).
Para leer el síntoma, el sueño, el lapsus, el acto fallido, el olvido, se necesita de la asociación libre, el método propiamente analítico; es decir, el paciente debe ser “capaz de suministrar el texto que hay que leer, interpretar, e incluso hay que leerlo de diferentes maneras” (Miller, 2023). En análisis, el sujeto podrá decir todas sus ocurrencias sin hacerse cargo de lo que dice; podrá hablar de odios, deseos, temores, pensamientos en los que no se reconoce y que rechaza, sin cargar con eso: “No estoy ahí, soy inocente, no soy yo”.
Pero el análisis no es solo producir enunciados de los que el sujeto no se hace cargo; esos enunciados le conciernen; el sujeto puede no reconocerse en sus enunciados, pero sí está ahí a pesar de todo. Éste es el sujeto del inconsciente, ese que termina reconociéndose en lo que dice: sus odios, sus temores, sus deseos. Es en esto que consiste la lectura del inconsciente, y “a partir de la variedad de esas lecturas se recompone, se aísla poco a poco el texto que se dice y que se lee sin saberlo. A partir de la palabra se recompone el escrito inconsciente. A partir de esas lecturas, se recompone el enunciado indecible” (Miller, 2023). Dicho lo indecible, los síntomas desaparecen.
jueves, 23 de febrero de 2023
527. ¿Por qué el chiste es una formación del inconsciente?
El texto de Freud (1905) "El Chiste y su relación con el Inconsciente" examina cómo los chistes y el humor son una manifestación del inconsciente, ya que los chistes permiten que los deseos y pensamientos reprimidos surjan de manera disfrazada, permitiendo al individuo satisfacer sus impulsos inconscientes, fundamentalmente los sexuales y agresivos, de una forma socialmente aceptable.
El Witz (el chiste) se refiere sobre todo a las ocurrencias que decimos intempestivamente y nos hacen reír, o cuando hacemos "charlas" con los amigos. Contando chistes o haciendo charlas podemos hablar de temas indecorosos, pecaminosos, indebidos, es decir, reprimidos, ya sean de carácter sexual o agresivo. Se trata de juegos de palabras que pueden producir un doble sentido. Dice Freud (1905) en su texto: “advertimos de pronto que estamos frente a formas de «doble sentido» o de «juegos de palabras» desde hace mucho tiempo conocidas y apreciadas universalmente como técnica del chiste” (p. 36).
Según el psicoanálisis, nos reímos con los chistes porque nos permiten liberar tensiones y emociones reprimidas de una manera segura y socialmente aceptable. Los chistes a menudo contienen elementos de humor relacionados con temas que de otro modo podrían ser considerados tabú o inapropiados, como el sexo, la muerte, la violencia o la vergüenza. La risa es una forma de liberar la energía psíquica que se ha acumulado en nuestra mente, y que se expresa a través del acto placentero de reír. Así pues, Freud (1905) indica que “tanto para establecer como para conservar una inhibición psíquica (léase represión) se precisa de un «gasto psíquico» (…) esa ganancia de placer (que produce el chiste) corresponde al gasto psíquico ahorrado” (p. 114).
Entonces, el secreto en el efecto placentero del chiste es el ahorro en gasto de sofocación (represión) de los impulsos hostiles y sexuales que habitan la psique humana. Lo que gastamos en represión de esos impulsos, se libera en la risa que produce el juego de palabras, juego que burla la censura psíquica. “La risa nace cuando un monto de energía psíquica antes empleado en la investidura de cierto camino psíquico ha devenido inaplicable, de suerte que puede experimentar una libre descarga” (Freud, 1905, p 140).
Así pues, nos reímos con los chistes porque nos permiten liberar la energía psíquica acumulada; el humor y los chistes son una manifestación de los deseos y conflictos inconscientes del ser humano, y cómo pueden ser utilizados como una forma de liberación y resistencia social. Ahora bien, advierte Freud (1905): “El trabajo del chiste no está a disposición de todos, y en generosa medida sólo de poquísimas personas, de las cuales se dice, singularizándolas, que tienen gracia (Witz). «Gracia» aparece aquí como una particular capacidad, acaso dentro de la línea de las viejas «facultades del alma», y ella parece darse con bastante independencia de las otras: inteligencia, fantasía, memoria, etc. Por lo tanto, en las cabezas graciosas hemos de presuponer particulares disposiciones o condiciones psíquicas que permitan o favorezcan el trabajo del chiste” (p. 134). Al parecer, no todo el mundo posee un sentido del humor.
Concluyendo, el chiste es una forma de expresar deseos reprimidos, es decir, que contando chistes yo puedo hablar de temas sexuales y agresivos burlando la censura psíquica que recae regularmente sobre ellos. Al hacer un chiste, estamos revelando algo que no podríamos expresar de otra manera, y que está relacionado con nuestros impulsos más profundos y reprimidos, ya que dichos impulsos y deseos inconscientes son difíciles de expresar directamente en la vida diaria. A través del humor, podemos expresar estos pensamientos y emociones de manera disfrazada y menos amenazante para nuestra conciencia.
lunes, 23 de enero de 2023
526. La causa de los síntomas en la neurosis obsesiva de «El hombre de las ratas»
Sigmund Freud fue prácticamente el primero en estudiar la neurosis obsesiva y su causa. Hay quienes opinan que la neurosis obsesiva es el gran invento de Freud con relación a los trastornos psicopatológicos, neurosis que aun hoy sigue vigente en los tratados de psiquiatría contemporáneos bajo el nombre de Trastorno obsesivo compulsivo, el famoso TOC, que en la clínica de hoy se ha vuelto un diagnóstico casi que viral, es decir, se diagnostica frecuentemente, ya que su sintomatología responde a la ansiedad y la angustia que padece el sujeto contemporáneo.
La neurosis obsesiva es un trastorno psicológico caracterizado por la presencia de obsesiones (pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes e intrusivos) y/o comportamientos compulsivos (conductas repetitivas y rituales) que el individuo siente una necesidad imperiosa de realizar, es decir que el sujeto se ve obligado a realizar dichos rituales muy a su pesar, para poder responder con ellos a sus pensamientos intrusivos de carácter irracional. Estas obsesiones y comportamientos compulsivos son en gran medida desagradables para el sujeto y causan malestar significativo o interfieren con su capacidad para llevar a cabo sus actividades cotidianas. Los comportamientos compulsivos suelen ser rituales de limpieza, conteo, verificación o arreglo de objetos, entre otros. Es importante mencionar que las obsesiones y comportamientos compulsivos son diferentes de los hábitos y preferencias personales; aquellos son excesivos e incontrolables, además de causar mucho malestar.
En el texto «Análisis de un caso de neurosis obsesiva» (1909), Sigmund Freud describe los síntomas de dicha neurosis en un paciente conocido como "El hombre de las ratas", y lo más interesante de este caso, es la causa de los síntomas que Freud encuentra en este paciente. En efecto, Freud encuentra en este caso lo que encuentra en todos los casos de neurosis: un conflicto entre deseos inconscientes reprimidos y las normas socialmente aceptadas, pero lo singular en este caso es un conflicto entre un deseo reprimido de carácter hostil y sexual, y la conciencia moral del sujeto, de tal manera que sus obsesiones se constituyen en una forma de defensa contra un deseo reprimido: el haber deseado la muerte de su padre luego de una discusión que tuvo con él a raíz de que su familia le había preparado un matrimonio de conveniencia con una joven de buena familia a la que no amaba. Esto le colocaba en la posición de seguir los pasos de su padre, quien se había casado con una mujer rica habiendo dejado a una novia pobre que amaba; tenía que decidir entre dejar a su amada o rebelarse contra la autoridad paterna. La forma de resolver estos sentimientos enfrentados fue enfermar. “Su enfermedad le evitó tener que optar por una u otra opción y a la vez en los síntomas de la neurosis volcó toda la hostilidad reprimida hacia los dos componentes de su dilema vital: su padre y su novia” (Castaño Recio, s.f.).
El nombre de este paciente era Ernst Lanzer, un joven de 29 años que le contó a Freud que desde niño se veía asaltado por ideas obsesivas que le hacían sufrir. Tenía el temor constante de cortarse el cuello con una navaja de afeitar, pero, sobre todo, confesó que el motivo principal de la consulta era el temor a que les ocurriera algo malo a su padre y a una joven mujer de la que está enamorado. Lanzer también le contó a Freud que de pequeño una bella joven lo deja tocar su vientre y sus genitales, lo cual le produjo mucho placer; desde entonces deseaba ver mujeres desnudas, pero al pensar en ello inevitablemente sentía temor, pensando que estaba haciendo algo malo y como consecuencia de ello le iba a ocurrir alguna desgracia a su padre. Estos pensamientos se mantenían en el sujeto en la actualidad, a pesar de que el padre había fallecido hacía ya varios años. Freud analiza el proceso patológico de este sujeto diciendo que hay un deseo sexual (ver a una mujer desnuda), una consecuencia penosa (su padre puede morir) y una serie de acciones encaminadas a evitar la desgracia (Castaño Recio, s.f.).
Freud invitó a su paciente a buscar en su memoria recuerdos sobre una posible hostilidad hacia su padre, y él recordó un episodio, cuando a la edad de doce años, estaba enamorado de una jovencita, pero no era correspondido. Eso le hizo pensar que, si su padre moría, quizás la joven se fijaría en él. Había deseado la muerte de su padre, para conseguir un fin erótico, lo que lo hizo sentirse muy culpable.
El hombre de las ratas, entonces, reprime ese sentimiento que es considerados inaceptable por el yo y que responde a la muy frecuente ambivalencia de sentimientos (amor y odio) que experimentan los hijos en sus relaciones afectivas con sus padres. Es decir, es más que frecuente y normal que los hijos deseen la muerte de sus seres queridos (madre, padre, hermanos, etc.) a raíz de un disgusto que hayan podido tener con ellos, y como se trata de un deseo indecoroso, pecaminoso, pues se lo reprime, para defenderse de la angustia que dicho deseo le provoca aparecen los pensamientos obsesivos acompañados de los rituales compulsivos.
Así pues, este conflicto psíquico entre un deseo indebido y la moral del sujeto provoca una ansiedad interna que luego se manifiesta como síntomas obsesivos. Esta explicación que da Freud y que es válida para todos los casos de neurosis, fue muy influyente para el tratamiento posterior de esta condición psicológica conocida como neurosis obsesiva.
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