jueves, 17 de noviembre de 2011

322. La forclusión del Nombre del Padre en las psicosis.

La forclusión es el mecanismo psíquico que produce las psicosis; en estas se dice que ha habido forclusión del significante del Nombre-del-Padre, significante que inscribe en el sujeto la ley de prohibición del incesto y la castración simbólica -inscripción que es producto de la Función Paterna cuando ésta opera-. La forclusión es un término jurídico que viene del francés, y designa la "prescripción de un derecho no ejercido dentro de los plazos establecidos" (Robert). Lo más parecido a la forclusión como término jurídico en español es "preclusión", es decir, la  pérdida o extinción de una facultad o potestad procesal por vencimiento de términos. La forclusión del Nombre-del-Padre es un rechazo radical de dicho significante, en la medida en que dicho significante nunca llegó, nunca se inscribió en el sujeto, precluyó; en el momento en que debió haber llegado a inscribir la ley y la castración -el momento del Edipo-, el Nombre-del-Padre nunca se presentó, y por tanto, quedó forcluído. No se trata de que el sujeto rechaza la castración, sino que el sujeto no pasó por dicha experiencia, no tuvo acceso a ella.

Como lo forcluído es un elemento simbólico, éste reaparecerá en lo real, por eso el fracaso de lo forcluído no se manifiesta en la emergencia de síntomas -como en la neurosis-, sino por la reaparición, en lo real, de eso que no llegó, que no se inscribió, por ejemplo, bajo la forma de alucinaciones que para el sujeto psicótico se constituyen en realidades indiscutibles o certezas (Nasio, 1982); lo forcluído -rechazado- de lo simbólico, reaparece en lo real.

La Metáfora Paterna, esa sustitución que produce el significante del Nombre-del-Padre por el deseo de la madre en el tercer tiempo del Edipo, es como un poder, que le impone al sujeto el orden, la jerarquía, la estructura, la constancia, la estabilidad a la realidad del sujeto, a el mundo simbólico del sujeto. Hay un ordenamiento de la subjetividad por la inscripción en el sujeto de la Metáfora Paterna. Para que los elementos significantes sean consistentes y sirvan para darle sentido a las experiencias del sujeto, se necesita de un primer significante que le de consistencia a la serie de significantes que vienen después. Por ejemplo, para explicar la sucesión de los números naturales (1, 2, 3, 4, etc.), los lógicos matemáticos explican que se necesita de un número que al comienzo de la serie, no sea el sucesor de nadie; esté número que no es sucesor de nadie, es el que inaugura la sucesión de los números -el hecho de poder pasar del uno al dos, del dos al tres, etc.- y es el que le da consistencia al conjunto de los números naturales -conjunto simbólico-.

Ese número que al comienzo no es el sucesor de nadie es el número cero (Nasio, 1982). Pues bien, el número cero es equivalente al significante del Nombre-del-Padre, ese primer significante que le va dar estabilidad y consistencia al orden simbólico, al conjunto de significantes. Si este significante falta, está forcluído, el orden simbólico del sujeto no se sostiene, se desestabiliza, tal y como sucede en las psicosis. En el desencadenamiento de una psicosis hay un llamado a hacer metáfora, a poner un nombre en el lugar del Nombre-del-Padre, pero como este lugar -lugar del sucesor, a donde vendrán los demás significantes- no quedó inscrito en el sujeto, nunca llegó, forcluyó, entonces la psicosis se desencadena. El significante del Nombre-del-Padre es cualquier significante que llega al lugar del sucesor -metáfora-, pero como este lugar no está, no existe en el sujeto psicótico, está forcluído, entonces, en su lugar vendrá la alucinación.

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