Para el hombre, a diferencia de las demás especies, la muerte está
presente en su conciencia durante toda su vida. Por hablar, por hacer
uso del lenguaje, el ser humano es el único ser vivo que sabe que se va a
morir. Cada quién percibe la muerte desde su propia óptica, desde su
propia formación y experiencia personal, y en general, desde su herencia
cultural; en muchos casos, suele ser una percepción fragmentada, que no
da cuenta real de lo que para la humanidad, en su conjunto y para el
sujeto, puede significar este suceso.
Desde siempre se ha mostrado la preocupación de los hombres por la
muerte, evidenciándose en la aparición del tratamiento del cadáver y los
entierros: mitos, ritos y símbolos, aparecidos en la historia humana
como uno de los principales elementos fundadores de la cultura. El
suceso de la muerte es quizás uno de los primeros ritos que reúne a los
hombres en comunidad, que se expresa con símbolos y significados
específicos que varían según la cultura y la época.
La sociedad actual se preocupa, tanto de enterrar sus muertos, como de
enterrar el mismo temor que la muerte le produce. Para ello, se están
dejando los ritos funerarios en manos de expertos, que de alguna manera
colaboran con la negación del fenómeno, al alejar de las familias, el
cadáver y su tratamiento, generando concepciones y actitudes sobre la
vida y la muerte muy particulares. La muerte no solo está en la
religión, los funerales o en los hospitales; de una manera distinta la
podemos descubrir en todas las demás manifestaciones culturales, las
cuales la disfrazan para olvidarla y quizás vencerla.
Para Freud (1915) la muerte propia no se puede concebir. Él señala
claramente cómo existe en los sujetos una “inequívoca tendencia a hacer a
un lado la muerte, a eliminarla de la vida" (Freud). Además, "nuestro
inconsciente no cree en la muerte propia, se conduce como si fuera
inmortal" (Freud). El sujeto entonces sabe que va a morir, pero al mismo
tiempo desmiente su propia muerte. ¿Cómo desmiente el sujeto la muerte?
¡Creyendo que hay vida después de la muerte! El sujeto desmiente la
muerte pensando que se sigue “viviendo” después de morir, cuando la
realidad es que con la muerte, se terminan todas las tensiones que trae
la vida; todo termina. Así pues, en el inconsciente del sujeto no hay
simbolización de la propia muerte; el inconsciente no sabe nada de ella.
La vida es un juego que nos obliga a morir; desde que empezamos a vivir,
al mismo tiempo empezamos también a morir. La muerte es un estado
natural, el umbral que cada uno debe cruzar para establecer el olvido,
al abandono de la cultura, y es a esto a lo que se opone el sujeto
desmintiendo su muerte. Por esta razón, en el duelo de un ser querido,
más que sentir dolor por su pérdida, es dolor por haber perdido a
alguien que me daba un lugar en su vida; el duelo se da por haber
perdido a alguien que me brindaba su afecto, su reconocimiento, su amor,
por esta razón no hay nada más narcisista que un estado de duelo. La
muerte del otro nos deja huérfanos de nosotros mismos; nos vamos con el
otro cuando el otro muere.
Lacan (1972) decía que hacemos bien en saber que vamos a morir, ya que
eso es lo que nos da fuerza para vivir: si no creyéramos que vamos a
morir, ¿cómo podríamos soportar la vida que llevamos? “Si no
estuviéramos sólidamente apoyados en la certeza de que hay un fin,
¿podríamos soportar la existencia, esta historia? La muerte es,
entonces, lo que le da sentido a la vida” (Lacan). A su vez, Freud
(1915) también decía que "si quieres soportar tu vida, prepárate para la
muerte”.
La muerte, además, está dentro de cada ser humano: lo habita en su
interior irremediablemente. Se suele pensar que el ser humano tiende a
buscar su propio bienestar y el de los demás, pero el psicoanálisis
verifica una y otra vez que lo malo no solo es lo perjudicial y dañino
para un individuo, sino también lo que anhela y lo que en muchas
ocasiones le brinda placer. Se trata, por supuesto, de un placer, de una
satisfacción inconsciente que está del lado de la maldad y no del lado
del bienestar -lo que el psicoanálisis lacaniano denomina «goce»-. Esto
se ha constituido en el descubrimiento más importante del psicoanálisis:
ese empuje, ese gusto que tienen las personas por el mal, y que el
psicoanálisis llamó «pulsión de muerte».
El empuje a la muerte ha sido situado por el psicoanálisis en un lugar
preciso: dentro de cada ser humano. Sólo hay que observar uno de los
noticieros de T.V. para saber que hay un impulso a la destrucción de los
vínculos entre los seres humanos. ¿Cómo responder a ese impulso que no
habita? Freud concibió a la ética como uno de los remedios, como una de
las maneras de alcanzar lo que todo el resto del trabajo cultural no
puede conseguir: el control de la inclinación de los seres humanos a
agredirse unos a otros. Él lo denominó «el ensayo terapéutico de la
humanidad» contra esa pulsión de muerte que lo habita.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
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