Freud, hablando de la importancia que tiene en el tratamiento el hecho
de recordar lo que hay reprimido en el sujeto, se da cuenta de que
aquello que resulta ser lo más esencial, el sujeto no logra recordarlo, y
más bien se ve forzado a repetirlo. Así pues, el sujeto, en lugar de
recordar lo reprimido, lo repite en calidad de fragmento del pasado. Eso
que el sujeto repite "tiene siempre por contenido un fragmento de la
vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus
ramificaciones; y regularmente se juega {se escenifica} en el terreno de
la trasferencia, esto es, de la relación con el médico (Freud, 1920).
Así
pues, los neuróticos tienden a repetir algo que han reprimido en lugar
de recordarlo, y esta repetición se presenta en la trasferencia
establecida con el terapeuta. Se trata de situaciones indeseadas,
situaciones afectivas dolorosas que los sujetos reaniman con gran
habilidad, como si se tratara de una nueva vivencia. Se trata, dice
Freud (1920), de la acción de pulsiones que estaban destinadas a
conducir a la satisfacción; pero ya en aquel momento no la produjeron,
sino que conllevaron únicamente displacer. Esa experiencia se la repite a
pesar del sujeto; una compulsión esfuerza a ello (Freud).
Ahora
bien, ese fenómeno repetitivo que se presenta bajo trasferencia en el
dispositivo clínico, también se lo encuentra en la vida cotidiana de
cualquier sujeto (Freud, 1920). Es decir, esa repetición de situaciones
olvidadas y que no se recuerdan, no es sólo un asunto del sujeto
neurótico, ni del dispositivo clínico, sino que es algo que le puede
suceder a cualquier persona y en cualquier situación en la que establece
un vínculo con sus semejantes. En ella "hace la impresión de un destino
que las persiguiera, de un sesgo demoníaco en su vivenciar; y desde el
comienzo el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoinducido y
estaba determinado por influjos de la temprana infancia" (Freud, 1920,
pág. 21)
En efecto, se trata, como lo subraya Freud (1920), de un
destino fatal y demoníaco, una repetición maldita, lo que él denominó
«compulsión a la repetición». Freud (1920) nos va a dar una serie de
ejemplos que muestran claramente ese destino fatal que se presenta en
los seres humanos, y que por esta razón él se atreve a llamar, también,
«compulsión de destino»: "individuos en quienes toda relación humana
lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (por disímiles
que sean en lo demás) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y
entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la
ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del
amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a
una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun
para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla
por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre
las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc. Este «eterno
retorno de lo igual» nos asombra poco cuando se trata de una conducta
activa de tales personas y podemos descubrir el rasgo de carácter que
permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la repetición
de idénticas vivencias. Nos sorprenden mucho más los casos en que la
persona parece vivenciar pasivamente algo sustraído a su poder, a
despecho de lo cual vivencia una y otra vez la repetición del mismo
destino." (págs. 21-22).
Ese eterno retorno de lo mismo es lo que
hace de esta compulsión de destino algo absolutamente demoníaco, algo
del orden de una fatalidad ineludible e implacable.
UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
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