541. ¿Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla?

Después de realizar una revisión del concepto de compulsión a la repetición en la obra de Freud y de Lacan, podemos concluir que en ninguno de los dos autores se hace un uso de dicho concepto para aplicarlo a la psicología de las masas, y específicamente para pensar un fenómeno como el que revela el dicho popular: “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”; sin embargo, se podría decir que en el tratamiento que hacen dichos autores del concepto en cuestión, hay algunas alusiones a la posibilidad de poder ser utilizado para pensar la psicología de los pueblos y el proverbio popular.

Así, por ejemplo, cuando Freud (1920/1979) aborda la repetición en los fenómenos de la transferencia, él indica claramente que se trata de un fenómeno que “puede reencontrarse también en la vida de personas no neuróticas” (pág. 21). Para Freud es claro que la repetición de situaciones olvidadas y que no se recuerdan, es un asunto estructural, que abarca la vida de todo sujeto, neurótico o no, y que además se puede presentar en cualquier situación en la que el sujeto establece un vínculo con sus semejantes; por eso él insiste en llamar a esta repetición de la que el sujeto no escapa, destino demoníaco y fatal (Freud, 1920/1979, pág. 21), es decir, una repetición de la historia del sujeto caracterizada por el retorno, una y otra vez, de los mismos acontecimientos de su vida, acontecimientos desafortunados, desdichados o infelices, a los que el sujeto está sometido irremediablemente.

Entonces, como se trata de una noción estructural que se puede extrapolar a otras muchas situaciones de la vida del sujeto (Lacan, 1984, pág. 45), es por esto que se puede discernir que a Freud solo le faltó agregar a su reflexión sobre la compulsión a la repetición, su traslación a fenómenos de masa donde la historia se repite, tal y como lo indican, no solo el proverbio, sino los observadores de los fenómenos de los pueblos, que muestran claramente cómo la repetición de la historia de un pueblo habla de un destino fatal y demoníaco para él mismo.

Si la psicología individual es simultáneamente psicología social (Freud, 1921/1979), también sería válido pensar que lo que un pueblo no puede recordar, eso que olvida o reprime, retorna bajo la forma de la compulsión a la repetición; hay pues algo en la vida de los pueblos que se repite de forma inconsciente, y es posible entonces conjeturar que el olvido de la historia por parte de los pueblos, que es lo que los condena a repetirla, tendría que ver con lo traumático, es decir, con lo dolorosa, penosa, vergonzosa o displacentera que pudo haber sido esa historia. Es decir que, así como la psicología individual es también social, el pueblo, la masa se comportan, a su vez, como un individuo. Los pueblos, entonces, también reprimen su historia, sobre todo cuando esta ha sido traumática; la olvidan, quedando esa historia desligada de toda elaboración, es decir, deja de ser recordada y pensada por el pueblo, lo que la lleva a repetirla. Pero, para poder hacer esta hipótesis, tenemos que pensar la psicología de un pueblo como equivalente a la psicología de un individuo: el comportamiento de todo un pueblo o país sería equivalente al comportamiento de un individuo, o por lo menos su comportamiento podría ser pensado como si se tratara del comportamiento de un individuo. Además, habría que pensar lo siguiente: si el trauma para los individuos es de orden sexual, ¿en el caso de la psicología de los pueblos de qué trauma se trata? ¿Qué es lo que haría traumática una historia colectiva? Probablemente la respuesta está del lado de los traumas de guerra, esos traumas que no son sexuales pero que causan una herida en el espíritu de los pueblos.

La compulsión a la repetición es pues un concepto teórico, estructural, que nos permite acceder, no solamente a la comprensión de las conductas de fracaso de los sujetos, y “que les dan la sensación de ser los juguetes de un destino perverso” (Chemama & Vandermersch, 2004), sino también a la repetición de la historia por parte de todo un pueblo o una masa.

Teniendo en cuenta lo anterior, pasemos entonces a responder la pregunta de a qué mecanismo psíquico, de carácter colectivo, responde esta compulsión a la repetición de la historia de un pueblo; la respuesta sería, entonces, la misma que para la psicología individual: el pueblo, la masa, también busca la cancelación del pasado, de su historia, reprimiéndola, lo cual explicará la compulsión a repetirla; lo que no acontece de la manera en que el pueblo así lo esperaba, es decir, de acuerdo con su deseo, será anulado, repitiéndolo compulsivamente a través de su historia. ¿Cómo se generaría una tal represión colectiva? Es algo que queda pendiente de responderse, pero todo lo anterior daría cuenta de que, como bien lo indica Freud, la psicología individual es simultáneamente psicología social (Freud, 1921/1979), aspecto este que ha sido descuidado en el momento mismo de pensar la psicología de las masas; y, sin embargo, cada vez más se piensan los fenómenos psicosociales, así como se hace con los fenómenos individuales. Así, por ejemplo, cada vez más se hace evidente el uso del término síntomas sociales, “como el lugar de una verdad no dicha, que escapa al sentido” (Velásquez, 2008) en toda una colectividad; el termino síntomas sociales se vuelve pues útil para pensar, desde el discurso psicoanalítico, fenómenos de masas contemporáneos.

A la pregunta de si es equivalente la compulsión a la repetición que Freud encontró en la clínica psicoanalítica, a la repetición de la historia por parte de los pueblos, la respuesta sería entonces que sí. Sin embargo, como ya se indicó, es como si a Freud le hubiese faltado hacer uso del concepto de compulsión a la repetición en el estudio de los fenómenos de masa, allí donde la historia se repite, tal y como lo indica claramente el proverbio popular que hemos citado. ¿Por qué Freud no lo hace? ¿Fue acaso un descuido de su parte, o fue prudente en el empleo de dicho concepto para pensar la repetición de la historia por parte de los pueblos? Son preguntas que, todavía, no nos atrevemos a responder.

Por lo dicho anteriormente, a la pregunta de qué tanto sirve el concepto formalizado por el psicoanálisis para pensar lo que sucede al nivel de toda una masa social, la respuesta es: mucho, pero con todas las precauciones que se debería tener en cuenta, las mismas que suponemos tuvo Freud para trasladar su concepto de compulsión a la repetición a fenómenos de masa. Por lo tanto, a la pregunta cómo hace la masa, el pueblo, para olvidar su historia, la respuesta también es la que Freud aplica a la psicología individual: la represión, un olvido colectivo que opera también en los pueblos, igual al que realiza el sujeto neurótico cancelando el pasado, su historia, reprimiéndola; faltaría, eso sí, dar cuenta de la especificidad de dicha represión a nivel de las masas, pero esto nos hace saber, cada vez más, como aquella se comporta igual que un individuo. Es decir que se trata de un asunto estructural, constitucional, no solo inherente a la psicología del individuo, sino también a la historia de los pueblos y de la humanidad toda.

Por último, habría que plantear qué tipo de intervención se podría hacer a la masa, a los pueblos, para que dejen de repetir la historia que se olvida. ¿Cómo tratar ese olvido que se presenta en los pueblos y que los lleva a repetir su historia? Es decir, ¿cómo cancelar las represiones de un pueblo o una masa, para que deje de repetir su historia? La respuesta aquí también es la misma que para el individuo: el pueblo sólo podrá recuperar su poder sobre lo olvidado, sobre lo reprimido, en la medida en que aquél se dedica a recordarla, elaborarla, tramitar lo traumática que haya sido, y la haga conocer a todos los individuos, es decir, la transmita a las siguientes generaciones para que éstas no la olviden. De aquí la importancia de todos los recursos a los que recurre una cultura para que la historia de un pueblo no se olvide: museos de la memoria, enseñanza de su historia, conmemoraciones, eventos o ritos que rememoran los acontecimientos traumáticos, etc. Un pueblo que recuerda su historia, que no la olvida, se supone que no la repite.

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