lunes, 28 de diciembre de 2009

25. El flechazo de amor.

¿Qué es lo que despierta el amor de un hombre por una mujer y viceversa? Se puede decir que lo que desencadena el enamoramiento de un sujeto por otro es una imagen y/o un rasgo que proviene del otro en quien el enamorado se ha fijado.

No es lo mismo un rasgo que una imagen. La imagen suele ser totalizante; abarca a toda la persona; tiene que ver con la imagen que ella proyecta: de bienestar, de salud, de tranquilidad, de completud, etc.; se trata de una imagen que se suele adornar con cualidades. El rasgo, en cambio, no es totalizante, sino que más bien descompleta la imagen: es ese pequeño atributo del otro que llama la atención del enamorado; se puede tratar de un adorno que hace parte de la imagen del amado: el color de sus ojos, su mirada, las trenzas de su cabello, su andar, sus pies descalzos, la forma de sus caderas o el color de su piel, su carácter, lo bondadoso o lo fuerte que sea, etc. Se podría decir que a cada sujeto se le desencadena su pasión cuando encuentra un rasgo particular, físico o de personalidad, en el otro. Es por esta razón que cada ser humano se enamora cada vez del mismo tipo de personas.

Se puede concluir que lo que desencadena el amor es decididamente una imagen, una imagen que proviene del semejante. No se trata nunca de cualquier imagen; si así fuera, un hombre podría amar a cualquier mujer, o viceversa, y resulta que un hombre no ama a cualquier mujer, sino que ama a alguien, a una mujer en particular, o mejor, ama la imagen que esa mujer en particular le proyecta. Por eso hay enamoramientos que se inician repentinamente, cuando se ve a ese otro sujeto en un encuentro inesperado. Ese enamoramiento repentino, despertado por la imagen del otro, es lo que los amantes denominan el flechazo de amor.

Lo que sucede en este momento es que la imagen del otro fascina al sujeto, lo encanta, lo enamora, por tratarse, justamente, de una imagen aparentemente completa. El enamoramiento no es otra cosa que sentir la pasión del amor y éste surge allí donde la imagen del otro ha cautivado al amante.

viernes, 25 de diciembre de 2009

24. El amor es narcisista.

Cuando se ama se evidencia, en ocasiones, que la pareja comparte los mismos gustos; se parecen el uno al otro en su forma de ser o de pensar, etc. Sucede que cuando se ama, se está amando, de una u otra manera, en el otro, algo de sí que ha sido idealizado. Si la imagen que aviva la pasión es cautivadora, es porque aparece próxima a representaciones que tiene el sujeto de sí mismo, y esto enamora. Muchas parejas son opuestas o diferentes, pero inconscientemente se desea, de alguna forma, ser como el otro.

Por lo anterior el psicoanálisis dice que el amor es narcisista. El narcisismo es el amor que un sujeto se dirige a sí mismo; es el amor a la propia imagen. Esto hace del amor algo engañoso, ya que se ama a alguien en tanto que representa la imagen que un sujeto tiene o le gustaría tener de sí mismo.

El amor narcisista suele ser egoísta; el sujeto enamorado espera que el otro le corresponda en todo lo que anhela. El amante quiere al otro hecho a su imagen y semejanza, y cuando no se siente correspondido en esto, aparecen las diferencias en la pareja. Cuando el otro no corresponde más a la imagen que se tenía o se esperaba de él, esa imagen cambia, decae, surgen las diferencias y con ellas el sufrimiento en el amor. Se sufre en el amor porque el otro no es como yo quisiera que fuera, es decir, como uno mismo.

Todo amor, por tener una estructura narcisista, conlleva una dosis de sufrimiento. El enamorado siempre tiene la esperanza de que el amado sea igual a él: que piense igual, que haga las cosas como él las haría, que haga el amor cuando él lo desea, que vean el mismo programa de T.V., que cuide al niño, etc. Pero ocurre que el otro a quien se ama es diferente a uno mismo, y cuando aparecen esas “pequeñas diferencias” se presenta el desamor, y con él el sufrimiento, ya que esas “pequeñas diferencias” suelen ser insoportables. El amor que se sostiene en un enamoramiento así, es muy probable que conlleve siempre una gran dosis de sufrimiento. ¿Será posible un amor que no se sostenga en la idealización?. Esta es una pregunta que cada sujeto debe responder.

lunes, 21 de diciembre de 2009

23. El amor es ciego

Cuando un sujeto es fascinado por otro, puede caer en ese estado que se llama «enamoramiento»; se trata, en efecto, de un enmora-miento, es decir, que la persona “flechada” puede muy fácilmente mentirse a sí misma, engañarse. Esto porque la imagen del otro, en tanto que fascina, es vista como perfecta, completa. Es frecuente notar como todo enamorado percibe a su amado como alguien ideal y dice de él cosas como: “es todo para mi”, “no podría vivir sin ella”, “veo por sus ojos”, etc. El enamorado no admite que su amado pueda cometer faltas graves o que sea alguien inconveniente; se miente a sí mismo y por eso se dice que el amor es ciego.

El amor es ciego cuando un sujeto se enamora de la imagen del otro como Ideal, es decir, que considera al sujeto amado como alguien único y superior; el lenguaje popular, siempre tan certero, dice que se lo ha puesto "en un pedestal". ¿Por qué el amor es ciego? Porque los sujetos infalibles no existen. Los seres humanos todos tienen defectos o cometen errores. La perfección a nivel del ser humano es solamente un ideal, es ilusoria, y cuando un sujeto representa un ideal para otro, esto introduce el engaño en el amor.

El amor tiene una estructura de engaño. El enamoramiento ciega al amante haciendo que no reconozca en el otro carencia alguna. El amor, sostenido en un enamoramiento así, deslumbra y por lo tanto engaña. Pasar a un matrimonio o a una convivencia en pareja bajo estas circunstancias, puede tener su riesgo, ya que tarde o temprano esa imagen ideal que representa el otro al que se ama, se rompe, "cae de su pedestal", deja de ser ideal y se empieza a ver tal y como es en realidad. Esto sucede en el momento menos esperado, cuando aparecen las diferencias entre los amantes: el compañero comete algún error, se devela con defectos, peca en algo, no es más como lo imaginaba el otro, etc. Muchas de las discusiones de los enamorados se basan en esas “pequeñas diferencias” que encuentra el uno en el otro y que antes no se reconocían porque el amor, cuando ciego, no dejaba verlas.

jueves, 17 de diciembre de 2009

22. Amor, frigidez e infidelidad.

Arrojan luz sobre el enigma de la frigidez femenina, ciertos casos en que la mujer, tras el primer encuentro sexual y tras cada uno de los siguientes, expresa sin disimulo una hostilidad hacia su compañero. Lo insulta, se enfada con él y puede llegar hasta a agredirlo, y esto a pesar de que lo ama.

El psicoanálisis ha deducido las intenciones inconscientes que colaboran para producir esta paradójica conducta. Sucede que para muchas mujeres el primer coito moviliza toda una serie de afectos que ella no logra explicar, debido a que en sus orígenes se hayan pensamientos que son inconscientes, que se relacionan con su propia historia y que representan la forma como ha conquistado una posición sexual en la vida.

Hartas veces la primera relación sexual no significa más que un desengaño, y la mujer permanece fría e insatisfecha. Es común que se requiera de tiempo y la frecuente repetición del acto sexual para que se produzca la satisfacción anhelada. De aquí resulta la frigidez, la cual en numerosas ocasiones ningún empeño del esposo consigue superar.

Hay que tener en cuenta también, al explicar la frigidez, el dolor que se infringe a la mujer virgen en la desfloración y la ofensa que pueda sentir en su amor propio por la destrucción del himen, el cual ha sido objeto de un particular valor cultural, y la consecuente desvalorización que obtiene la mujer una vez que ha sido desflorada -aunque esto, indudablemente, ha cambiado muchísimo en los últimos años-.

Otra razón de desengaño a raíz del primer coito, es que la expectativa que se tenía no coincide con el resultado y éste puede ser contrario a lo esperado. Hasta ese momento, en la mujer criada con firmes principios morales, la sexualidad estuvo asociada con la más fuerte prohibición. Por eso mismo, muchas mujeres no sienten satisfactorio el acto sexual legal y permitido, como el que se da en una pareja casada. El amor en una mujer puede perder su valor si para ella otros saben de él. Así pues, esto explicaría por qué muchas esposas solo reencuentran la emotividad y el gusto por las uniones sexuales en una relación prohibida que deba mantenerse secreta.

domingo, 6 de diciembre de 2009

21. Servidumbre y amor.

La esencia de la monogamia está en la aplicación del derecho de propiedad exclusiva sobre una mujer. Hasta hace poco era privilegio del marido reclamar dicho derecho, a la vez que exigía de la novia que fuera virgen y que no trajera al matrimonio el recuerdo de relaciones sexuales con otro hombre. Esta estimación por la virginidad de la mujer ha cedido bastante en nuestra cultura, como efecto de la denominada “liberación sexual” de los ´60.

En el pasado, para que un hombre pudiera garantizar la posesión de la mujer sin sobresaltos, era necesario que ella conservara un estado de servidumbre; además, las mujeres eran educadas para ser sumisas. Las cosas han cambiado y las mujeres ya no son lo dóciles que eran. Dicho cambio sobrevino también después de que la mujer conquistara para ella una serie de derechos civiles a los que no tenía acceso como el hombre.

Pero existe otro tipo de servidumbre, que caracteriza sobretodo la vida amorosa de la mujer, y que se denomina servidumbre sexual. Dicha sumisión ha sido incomparablemente más frecuente e intensa en la mujer que en el varón, aunque en este último es más común ahora que en la antigüedad. Ella consiste en el hecho de que una persona pueda adquirir respecto de otra, con quien mantiene relaciones sexuales, un grado insólitamente alto de dependencia y sumisión. Es importante tener en cuenta que una cierta medida de dependencia es necesaria entre los cónyuges, lo que ayuda a que el vínculo perdure.

Un grado de servidumbre sexual sería indispensable para mantener la costumbre cultural del matrimonio y serviría para poner diques a las tendencias poligámicas que lo amenazan. Se sabe que la infidelidad es un peligro permanente para el vinculo marital, y una tentación habitual de los impulsos sexuales para los individuos sometidos a la monogamia. En ocasiones, cuando dicha servidumbre es muy aguda y acrecienta la dependencia del individuo hacia el ser amado, puede convertirse en una fuente de sufrimiento difícil de solucionar. Solo con ayuda profesional se podrá hacer.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

20. Amor versus Civilización.

La conducta amorosa del hombre civilizado presenta universalmente un inconveniente, debido a que el amor y las exigencias que le impone la cultura, no son conciliables. La cultura le exige al hombre una serie de renuncias que afectan y aminoran el amor. Por ejemplo, el sujeto se encuentra limitado en su pasión por el respeto que le demanda la cultura hacia la mujer. Este respeto, que por supuesto se hace necesario para garantizar la convivencia, coarta en gran medida su pulsión amorosa. La persona se contentará entonces con fantasear con la mujer en la que se ha fijado; no puede simplemente tomarla por la fuerza, que es lo que sucedería si su pasión no estuviese regulada por alguna ley que, como toda ley, es una requerimiento de la civilización. Toda cultura está edificada sobre la base de unas prohibiciones fundamentales: la del incesto, el parricidio y el canibalismo. Estas tres interdicciones están en el origen de toda civilización. Se necesita de ellas para regular los fuertes impulsos incestuosos, homicidas y antropófagos del ser humano.

La cultura coarta también, con sus prohibiciones, los impulsos del amor. La exigencia de fidelidad y monogamia es un buen ejemplo de esto. El sofocamiento que la cultura impone a la vida amorosa conlleva a que las personas busquen estrategias para poder llegar a realizar los deseos que tiene todo amor. Las pulsiones de amor son difíciles de regular y lo que la cultura pretende hacer con ellas no parece asequible sin una seria aminoración de la pasión amorosa. De ningún modo es posible contentar todas las exigencias pasionales con los requerimientos de la cultura. Las insatisfacciones amorosas y sexuales que el sujeto experimenta por ser un ser civilizado, sería el costo que se paga por vivir bajo la presión de la cultura. Pero atención, esa misma coartación de la pasión amorosa, que es constante, da la posibilidad de que el sujeto se dedique a lograr metas valiosas para la misma civilización, por medio de la sublimación de sus componentes pulsionales.

548. La lógica del fantasma: el «fantasma fundamental»

El décimo cuarto seminario de Lacan se titula La lógica del fantasma, un título que puede parecer paradójico o discordante, ya que el fantas...