viernes, 31 de julio de 2020

497. Sobre el desarrollo de la teoría freudiana

Los primero que encuentra Freud en el abordaje de los síntomas de la histeria, es que los pacientes habían olvidado hechos ocurridos en su vida; Freud (1925) se da cuenta de que "todo lo olvidado había sido penoso de algún modo: produjo terror, dolor, o fue vergonzoso para las exigencias de la personalidad" (p. 28). Esto es lo que lo lleva a introducir el concepto de «represión», como ese esfuerzo de desalojo de la conciencia de representaciones que le causan algún malestar al sujeto; "era una novedad, nunca se había discernido en la vida anímica nada que se le pareciese. Evidentemente se trataba de un mecanismo de defensa primario, comparable a un intento de huida" (Freud, p. 29). Eso reprimido pasa entonces a ser «inconsciente». Represión e inconsciente se constituyen en los conceptos que fundan la teoría psicoanalítica.

Ahora bien, el problema con la represión, como mecanismo de defensa primario, es que fracasa. Siempre hay un retorno de lo reprimido, bajo la forma de síntomas, que no son otra cosa que formaciones de compromiso, producto del conflicto psíquico entre los impulsos rechazados que buscan salir a la luz (las pulsiones que buscan su satisfacción) y la conciencia (que reprime aquello que se le hace indeseable). "La doctrina de la represión se convirtió en el pilar fundamental para el entendimiento de las neurosis" (Freud, 1925, p. 29).

La introducción de lo inconsciente lleva a Freud (1925) a concebir el aparato psíquico "como edificado a partir de cierto número de instancias o sistemas, de cuya recíproca relación se habla con expresiones espaciales, a pesar de lo cual no se busca referirla a la anatomía real del cerebro" (p. 31). Esto es lo que se denomina el punto de vista tópico del aparato psíquico, dividido en tres instancias: consciente, preconsciente (que nos es otra cosa que una memoria latente) y el inconsciente.

El análisis de los síntomas patógenos en el sujeto, llevaron a Freud (1925) a las épocas más tempranas de la vida de los enfermos, hasta llegar a la primera infancia, y allí se encontró con que esas vivencias infantiles reprimidas siempre involucraban "excitaciones sexuales y de la reacción frente a estas" (p. 32). Esto de la sexualidad infantil resultó ser toda una novedad en su época, y al mismo tiempo "una contradicción a uno de los más arraigados prejuicios de los seres humanos. En efecto, se consideraba «inocente» a la infancia, exenta de concupiscencias sexuales, y que la lucha contra el demonio «sensualidad» se entablaba sólo con la pubertad" (p. 32).

El descubrimiento de la sexualidad infantil se constituyó en todo un escándalo y desautorización universal, al cual Freud (1925) no cedió. Él tenía la certeza de que "la función sexual arranca desde el comienzo mismo de la vida y ya en la infancia se exterioriza en importantes fenómenos" (p. 32). Incluso él llega a la conclusión de que los síntomas neuróticos no necesariamente se anudaban vivencias reales, sino y sobretodo a fantasías de deseo, "y que para la neurosis valía más la realidad psíquica que la material" (p. 32). Esas fantasías de los pacientes son las que llevaron a Freud a hablar del «complejo de Edipo», es decir, los vínculos afectivos que el niño establece con sus cuidadores: "el varoncito concentra sus deseos sexuales en la persona de la madre y desarrolla mociones hostiles hacia el padre en calidad de rival" (p. 34).

Con el estudio de la sexualidad infantil, Freud introduce el concepto de «pulsión», nombre que él le da a los impulsos sexuales del sujeto en la medida en que dichos impulsos no responden a un instinto sexual, como sucede en los animales. Las pulsiones, entonces, que están presentes desde el comienzo de la vida, primero apuntaladas en otras funciones de importancia vital (comer, defecar) y que luego se independizan de estas, van a depender de las zonas erógenas del cuerpo, zonas que cuando se estimulan producen una ganancia de placer y que emergen en pares de opuestos (sadismo-masoquismo, pulsión de ver-pulsión de exhibición). Así pues, la pulsión no es solo una, sino que son varias (pulsiones parciales) y cada una por separado busca procurarse una ganancia de placer que, la mayoría de las veces, encuentran su objeto en el cuerpo propio (autoerotismo) (Freud, 1925, p. 34).

Por último, Freud se va a encontrar, estudiando la sexualidad infantil, conque "sólo el genital masculino desempeñaba un papel en ella, pues el femenino no había sido descubierto (he llamado a esto el primado fálico). La oposición entre los sexos todavía no recibía en esa época los nombres de masculino o femenino, sino: en posesión de un pene o castrado" (p. 35). Esto es lo que Freud (1925) denominará «complejo de castración», el cual tendrá gran significatividad en la formación del carácter y la neurosis del sujeto.

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