domingo, 30 de mayo de 2010

75. Lo crítico de la adolescencia.

Lo que hace crítica a la pubertad es la reedición de los vínculos afectivos que se sostenían, o se sostienen todavía, con los padres y hermanos: la siempre presente rivalidad fraternal, la ambivalencia de sentimientos (odio y amor conjugados) frente a los padres y el dolor psíquico por la pérdida del cuerpo infantil (el cual ha sido el centro de atención narcisista y objeto del amor de los padres). A todo esto se le suma la necesidad de conquistar una autonomía que introduce una dinámica entre sumisión, respeto por la autoridad y la revisión de dicha autoridad y valores recibidos, lo que no se hace sin dificultades. Ir más allá de los padres, aventurarse frente a lo nuevo, conquistar otros ideales, asumir otras responsabilidades y hacerse cargo de otro sujeto persona como objeto de amor, se convierten a partir de ahora en preocupaciones permanentes, tanto para los padres, como para los hijos adolescentes.

Por lo anterior se podría decir que el adolescente es alguien que adolece, que padece de una falta, una “falta de juicio”, es decir, una falta de reflexión, sensatez y prudencia que le permitan desenvolverse como un adulto responsable de lo que hace y lo que dice. La realidad muestra la inestabilidad y el exceso con la que se conducen los jóvenes.

A todas estas contrariedades, que involucran fundamentalmente todo lo relacionado con la sexualidad del joven y su proceso de identificación (la conquista de una “identidad” sexual), la educación, la religión y la sociedad en general, responden con una formación en valores que rija la preparación del joven. El educador a pasado a asumir funciones que le corresponden, en principio, a los padres, y la pedagogía se ha convertido en un intento de regular toda esa serie de perturbaciones que se presentan en esta edad. La educación y las estrategias pedagógicas se proponen “domesticar” al joven, ayudarlo a introducirlo a la sociedad, apoyarlo en la búsqueda de un lugar en el mundo, colaborarle en el reforzamiento de sus vínculos sociales, es decir, terminar con aquello de lo que adolece.

viernes, 28 de mayo de 2010

74. La autoridad en la adolescencia.

Los adolescentes se tienen que enfrentar permanentemente al enjuiciamiento que hacen de ellos sus padres y adultos. Sus comportamientos y actitudes están siempre bajo la mirada de quienes los rodean. También los padres son evaluados por otros; la adolescencia de los hijos suele coincidir con momentos críticos de la pareja, uno de los cuales es el ejercicio de la autoridad, la cual sufre un debilitamiento; primero, porque el joven ya no es más un niño sumiso, y segundo, porque los padres se enfrentan con sujetos que están confrontando los valores que se les transmitieron con la realidad.

En el ejercicio de la autoridad se pone en juego algo muy importante: si desde niños a los hijos no se les ha transmitido un respeto por la autoridad, en la adolescencia difícilmente ellos respetarán a sus padres, maestros y demás figuras de autoridad, y sus relaciones con la ley y las normas serán más complicadas. Pero hay que tener en cuenta aquí un hecho que es crucial, y es que un padre de familia puede transmitir un respeto por la autoridad sólo cuando él mismo también da muestras de respetar y hacer respetar a la autoridad y a la ley.

Muy fácilmente un padre puede dejar de ser respetado por sus hijos en su autoridad, y en la adolescencia este es un asunto crítico, debido a que el joven es un sujeto que ya hace rato ha abierto los ojos al mundo y se ha dado cuenta de cómo se comportan sus padres y los adultos. Los niños tienden más bien a creer ciegamente en sus papás, en lo que ellos saben, dicen o hacen. Pero a medida que los hijos crecen, estos van comprendiendo que sus padres no lo saben todo ni lo pueden todo. Y si a esto se suma el hecho de que el padre es un trasgresor de la ley o alguien que no respeta a la autoridad, incluyendo la suya propia -como por ejemplo, el padre que ordena a sus hijos que lleguen temprano a la casa cuando él mismo es quien llegar tarde-, entonces fácilmente el hijo adolescente le pierde el respeto -como se le pierde al padre alcohólico, drogadicto, mantenido o patán-; es así como empiezan los problemas de autoridad con los hijos en el hogar.

miércoles, 26 de mayo de 2010

73. Adolescencia y escuela.

¿Por qué se hace tan difícil intervenir en los adolescentes? En ninguna otra época de la vida los padres se preguntan tanto “¿Qué debo hacer con mi hijo? ¿Cómo lo debo manejar? ¿Cómo se le debe hablar?”, etc. Lo que pasa es que las perturbaciones que se presentan en la adolescencia, ya sea en el ámbito mental o en el comportamental, resultan muy difíciles de tratar debido a la tendencia del joven a la actuación. El adolescente es alguien que prefiere actuar antes que pensar, por eso pasa por alocado, impulsivo, irracional o insensato. Los muchachos parecen no medir las consecuencias de sus actos, los cuales, como todo acto, cambian radicalmente su vida y su posición subjetiva: embarazos indeseados, abortos, graves accidentes, hechos delincuenciales, adicción a la droga y al alcohol, etc.

Es por lo anterior que la educación se preocupa tanto por los jóvenes que están pasando por esta “enfermedad” de la adolescencia, para la cual no parece haber vacuna. La educación tiene aquí un papel relevante, ya que en la escuela se pueden crear condiciones que faciliten la intervención sobre los jóvenes. La relación que se establezca entre la escuela y la familia adquiere una enorme importancia porque permite ofrecer a los adolescentes una contención a sus comportamientos, una sujeción de sus impulsos y la posibilidad de dar ese paso bajo unas condiciones que favorezcan la vigilancia, el cuidado, la supervisión y el apoyo que necesita el adolescente.

Tanto los padres como los jóvenes requieren de un canal común de comunicación, y qué mejor que la escuela para esto; ella a su vez está llamada a facilitarlo. Esto no significa que la escuela debe reemplazar a los padres en su tarea de hacer de sus hijos hombres de bien, ni mucho menos debe ser la responsable de todo lo que suceda con el adolescente, pero mínimamente debe ofrecer espacios donde la participación, el análisis y la discusión sirvan para acompañar, de forma discreta, al joven que experimenta ese proceso crucial y crítico en el que se ha convertido la adolescencia.

domingo, 23 de mayo de 2010

72. Adolescencia, autonomía y sexualidad.

Uno de los aspectos más importantes de la adolescencia, es la conquista de una autonomía, la cual pone en juego una renuncia recíproca: del lado de los padres, ellos deben renunciar al dominio que han tenido sobre sus hijos, inclusive los han debido preparar para ser personas independientes y responsables de sí mismos, situación ésta que no es la más corriente; y de parte del adolescente, éste debe renunciar a seguir siendo el niño al cuidado de sus padres y que ha sido hasta ahora.

Junto con la conquista de la autonomía, la cual está directamente relacionada con la posibilidad de autoabastecimiento, también se pone en juego el encuentro sexual, de gran relevancia para todo adolescente. Pero ambos aspectos, la independencia y el ejercicio de la sexualidad, se encuentran con dos inconvenientes que anteriormente no se conocían: primero, la dificultad que tiene el joven para hacerse a un trabajo digno; y segundo, las enfermedades de transmisión sexual; estos dos asuntos hacen crítico el paso por la adolescencia en nuestro tiempo.

La formación creciente de especialistas, exigido por el desarrollo de la ciencia y la continua innovación en el ámbito tecnológico, demanda de los jóvenes de hoy una mayor preparación y consecuentemente una permanencia más prolongada en el medio universitario. Esta situación ha obligado a alojar a los jóvenes en su hogar hasta pasada la edad cronológica de la adolescencia; por eso se observan hombres y mujeres de veinticinco años o más en condición de estudiantes y que dependen económicamente de sus padres. Al mismo tiempo, son sujetos maduros y capaces de hacer un uso responsable de su sexualidad, y eventualmente llegar a ser padres y madres.

Lo anterior produce una situación en la cual el joven consiente el encuentro sexual sin que haya alcanzado su autonomía. Al incrementarse las relaciones sexuales se introduce una contradicción en este proceso de independencia: el joven ejerce su sexualidad pero bajo la custodia de la familia.

sábado, 22 de mayo de 2010

71. La “Ley Primordial”.

El psicoanálisis aísla el principio formal que rige las relaciones y las alianzas entre los seres humanos y le da el nombre de “Ley Primordial”. Esta ley es la que separa al mundo humano del mundo animal. Y lo que descubre el psicoanálisis es que dicha ley existe en la misma medida en que existe el lenguaje humano.

Lo anterior quiere decir que sin la herramienta del lenguaje no se podría introducir un principio formal, una línea divisoria, que trace un abismo y separe de manera radical al ser humano, al ser hablante, del mundo de los seres vivientes que no tienen posibilidad de acceder a la palabra y, por lo tanto, no pueden tampoco representarse a sí mismos y a todo lo que les rodea.

Por esto el lenguaje es la condición esencial en la estructuración de la familia humana. ¿Qué es lo que caracteriza la familia humana? La diferencia entre la familia humana y la familia animal, es que en la familia humana se puede nombrar la relación de parentesco, y en función de esa nominación los sujetos se reconocen en un lugar como hijos de, hermanos de, esposa de o marido de... entonces, primero se tiene la posibilidad de nombrar un lugar para el sujeto y segundo, se puede también diferenciar las generaciones en el hilo de un linaje. Es decir que en la familia humana sus miembros se pueden contar como hijos, nietos, biznietos o tataranietos, y puede construir un árbol genealógico hasta donde haya una inscripción simbólica.

¿Por qué la Biblia maldice la confusión de generaciones? Porque cuando se produce dicha confusión entre los seres hablantes, cuando ciertos principios que rigen la diferenciación de la generación no se cumplen, cuando una persona padece la confusión de generaciones, está absolutamente asignada a un lugar en el que encontrará enormes dificultades para asumirse como hombre o como mujer y como un ser humano “normal”. No es lo mismo para un ser humano tener una inscripción como sujeto, y un lugar en una familia y en una generación, que no tenerlo; esto suele acarrear enormes problemas a los que padecen dicha confusión.

viernes, 21 de mayo de 2010

70. ¿Adolescencia o pubertad?

Si algo caracteriza verdaderamente a la adolescencia, esto es la pubertad. Inclusive, sería preferible hablar de pubertad que de adolescencia; esto porque aquella da cuenta de un proceso real que sucede en el cuerpo del joven y que tiene efectos psíquicos.

Lo que diferencia a la pubertad son toda esa serie de cambios físicos y psicológicos que se relacionan directamente con la sexualidad. En la pubertad se acentúa el aspecto sexual de dichos cambios, los cuales son provocados por las hormonas que se activan cuando el organismo ha madurado y que preparan el cuerpo del sujeto para el ejercicio de la sexualidad. Los órganos sexuales de ambos sexos terminan de desarrollarse, cambia la voz de los varones y se ensanchan y crecen las caderas y senos de las chicas, etc.

Pero más importante que el cambio físico natural, es el cambio psicológico, es decir, la manera como cada nuevo adolescente subjetiva e interpreta dichos cambios en su cuerpo. La pubertad anuncia la despedida, el duelo, por el cuerpo infantil, y la bienvenida al cuerpo que inicia un nuevo proceso de maduración hacia el cuerpo adulto; este paso no se hace sin dudas, sin preguntas, sin angustia: “¿Cómo llegaré a ser?, ¿cómo me ven los demás?, ¿seré gordo o flaco, bonita o fea, alto o bajo?”, etc. Se deja de ser un niño para pasar a ser un adulto. A los cambios físicos se les suma la reedición de todos esos afectos de amor y de odio que estaban ligados a los padres y hermanos, y que a partir de ahora se dirigirán a otra serie de nuevas sujetos, sobretodo aquellos que se eligen como objeto de interés sexual.

El tiempo de la pubertad, tanto para el hombre como para la mujer, concluye con el proceso que dará cuenta de un ser psíquicamente adulto. Se disuelven los lazos afectivos de la infancia con respecto a los padres y se pasa a ocupar el lugar de una mujer que responde al llamado de un hombre y, en el caso del joven, se deja de ser un muchacho para responder a la posibilidad de una paternidad y lo que eso implica en términos de responsabilidad: el cuidado de la madre y el hijo.

miércoles, 19 de mayo de 2010

69. Adolescencia y publicidad.

La adolescencia es esencialmente una "prueba" por la que pasa el joven y su familia. Uno y otra dan testimonio de la independencia y de la responsabilidad con la que aquel asumirá su sexualidad, ya que él entra en ese período de la vida donde se hace inminente el encuentro con el otro sexo.

En la cultura occidental la adolescencia es algo reciente. Ella no existía antes del siglo XIX. La población de jóvenes no era objeto de interés de ningún discurso humano. Si la adolescencia produce tratados desde hace cincuenta años, es debido a la nueva organización social derivada del desarrollo industrial, el capitalismo y el impacto de los medios de comunicación, los cuales han centrado la atención sobre esta franja de edad que va entre los doce y veintiún años, más o menos.

Sobretodo para el mercado, el adolescente se ha vuelto objeto de particular interés; él es un consumidor en potencia que se puede manipular fácilmente con ayuda de la publicidad; ésta ha llegado al extremo de convertir la adolescencia en una “clase social”, con una “identidad”, unas costumbres, unos gustos y un “modo de ser” propios.

De hecho, los mensajes publicitarios dirigidos a los adolescentes se apoyan precisamente en los aspectos críticos de este momento: la libertad y el amor, es decir, la autonomía y la sexualidad. A ello se suma la universalización de las costumbres, la globalización del consumismo, y la caída de los valores que regían las generaciones pasadas; con este panorama los aspectos críticos de la adolescencia se han convertido en un problema que trasciende barreras sociales y culturales.

Por lo anterior se puede decir que los adolescentes conforman hoy en día una población que se puede denominar de alto riesgo, ya que ellos se hayan desamparados ante las sugestiones de los medios de comunicación y el crecimiento de ideales utilitaristas. Y si están desamparados es porque en la familia ya no se comparte un saber en relación con una posición ética ante la vida y las instituciones sociales. Y de esto último los padres son responsables.

domingo, 16 de mayo de 2010

68. Complejo de Edipo y familia.

El Complejo de Edipo, en el psicoanálisis, hace referencia a los afectos de amor que siente un niño por el padre de sexo opuesto y el odio y rivalidad hacia el padre del mismo sexo. Esto involucra también la forma como ese niño responde al hecho de ser el producto de una relación sexual. Todo ser humano lleva sobre sí la respuesta a esta pregunta fundamental que marca su historia como sujeto: ¿por qué un hombre (su padre) eligió como compañera sexual a una mujer (su madre) o viceversa?.

Dicha elección resulta en parte del azar y en parte está determinada por las leyes que rigen el parentesco y la elección de amor, leyes que dicen así: “hay que elegir a alguien que no pertenezca al clan familiar y, según el sexo, a una mujer diferente de la madre y a un hombre que no sea el padre”. La historia de esa elección es determinante del psiquismo de cualquier sujeto.

Para el psicoanálisis, el padre y la madre son funciones que pueden ser asumidas por cualquier sujeto. A grosso modo, la función de la madre tiene que ver con brindarle protección y alimento a su hijo, y la función del padre consiste en introducir un orden, una ley que regule esa relación que se establece entre la madre y el niño.

En el Complejo de Edipo, la palabra “complejo” no hace referencia, como se piensa, a estar acomplejado o a tener algún tipo de alteración, retraimiento o perturbación. Cuando alguien dice que una persona “sufre” del Complejo de Edipo, no está haciendo buen uso de dicho concepto, a menos que se esté refiriendo a que la mayoría de los seres humanos atraviesan por dicho Complejo.

Lo anterior quiere decir que la mayoría de los sujetos han tenido una familia, y con los miembros de esa familia han establecido lazos de amor y de odio; con los padres y hermanos se ha rivalizado, peleado, amado y sentido celos, y esta serie de sentimientos que se presentan allí son los que hacen “complejo” el Complejo de Edipo. Esta es la razón para llamarlo “complejo”: por la complejidad de los afectos y de las relaciones que se ponen en juego al interior de los lazos familiares.

viernes, 14 de mayo de 2010

67. Transformación de la familia.

El discurso psicoanalítico puede dar cuenta de la estructura de la familia contemporánea, la cual es llamada por los que la estudian “familia conyugal”, es decir, la familia que se constituye por la vía del matrimonio.

La familia en su forma actual es el resultado de una transformación profunda cuyas consecuencias se miden en la reducción de su extensión y en una contracción de la misma. La reducción de la extensión se observa claramente en la disminución del número de hijos por pareja, el cual tiene motivaciones tanto económicas como ecológicas. Económicas porque en los tiempos modernos se hace cada vez más costoso sostener una familia, y ecológicas porque ya son muchos los seres humanos que habitan este planeta, por lo que una de las grandes preocupaciones contemporáneas -aunque la mayoría de las personas no piensan mucho en esto- y del futuro cercano, es y será cómo darle alimento a los millones de habitantes que hay y que vendrán.

En cuanto a la contracción que ha padecido la familia, esta se refiere al número de relaciones posibles entre sus miembros. Claro, si hay menos integrantes en ella, el número de lazos posibles se limita. Anteriormente la familia era numerosa y la cantidad de relaciones con hermanos, primos, tíos, etc., eran abundantes y ricas en experiencias.

Dicha contracción no quiere decir para nada simplificación, es decir, no porque la familia sea menos numerosa y sus lazos más limitados, no por eso las cosas son ahora más fáciles; por el contrario, la tesis del psicoanálisis es que la familia moderna, en su oposición a la familia antigua (numerosa), se ha contraído en su forma, pero se ha vuelto más compleja en su estructura. Es decir que, precisamente, por la reducción en sus elementos, los lazos de amor (todo lo que tiene que ver con apego, sobreprotección, devoción, etc.) y de odio (lo que tiene que ver con celos, rivalidad, desavenencias, etc.) se han exacerbado, complicándose así la permanencia y la salida de los hijos de su círculo familiar. Por esto los padres de familia de hoy se preguntan si un hijo debe o no tener uno o varios hermanos, para brindarle compañía y otras experiencias a aquel.

miércoles, 12 de mayo de 2010

66. La familia contemporánea.

Al psicoanálisis la familia le interesa en la medida en que los sujetos, en el proceso de búsqueda de las razones por las cuales sufren de determinados síntomas, se orientan en su discurso hacia sus relaciones de parentesco más próximas. Es decir, los pacientes en análisis hablarán ineludiblemente de su infancia. El mundo infantil es aquel en el que predominan papá, mamá, hermanos y hermanas. El paciente parte del dolor, de la queja, del síntoma y termina hablando del tema de la familia. Se expresan así: “si tengo tal síntoma, es porque tengo o porque tuve tal tipo de padre o tal tipo de madre”. ¡Y es verdad!; el psicoanálisis pone en evidencia que un síntoma se corresponde con el tipo de padre y de madre que el sujeto tenía.

La familia a la cual se hace referencia aquí es la familia moderna, la cual se presentifica en los dibujos animados “Los Simpson”. Esta familia es la versión mordaz de la familia de hoy, es decir, la familia que vive en un mundo en el que los ideales de la ciencia han ido desplazando, unos detrás de otros, todos los valores e ideales culturales, sociales y religiosos, y que habían antes de su llegada.

El pobre padre Simpson es un esclavo de los tiempos modernos: trabaja para hacer subsistir su familia, familia donde además no hay sombra de tragedia; hay más bien un deslizamiento hacia lo ridículo. Al ridículo de un padre que es en verdad la caricatura del padre moderno: degradado en su autoridad y en su función de transmitir un respeto por la ley; un ser en verdad patético.

¿Qué queda cuando nada de aquello que hacía creer, esperar, y que era soporte de ideales, de identificaciones, de valores, esos que un padre transmitía a su hijo, día a día se va desplomando? Lo que queda es un imperativo, una exigencia que diría: “Obra de tal modo que tu acción te procure por cualquier medio y a cualquier precio, un acceso cada vez más amplio y extendido, al mundo de los objetos de consumo”. (Miller, 1998) ¡De aquí el éxito de la actual sociedad!. Si bien es verdad que la familia es la célula de la sociedad, hoy se diría: ¡de la sociedad de consumo!

domingo, 9 de mayo de 2010

65. La globalización y el “resto”.

Con la emergencia en el mundo del discurso de la ciencia, de reciente aparición en la historia del hombre, todo en el mundo sufrió un cambio radical. No hay un solo rincón del planeta que no haya sido afectado por el desarrollo de la ciencia y por su hija mayor: la tecnología. Los discursos y saberes de los hombres sufrieron innovaciones: cambió la forma de hacer arte y de ejercer cuanta profesión practica el hombre. Cambiaron también las costumbres de los seres humanos, como las está cambiando, por ejemplo, el Internet, o como las cambió el sistema Metro en esta ciudad.

A partir del instante en que surge la ciencia -discurso que gobierna hoy el destino de este planeta-, se manifiestan toda una serie de efectos, dentro de los cuales, el que más se destaca, es la denominada globalización, cuyos efectos son incalculables a nivel del psiquismo humano y de toda comunidad. Sobretodo porque a partir del surgimiento de la ciencia se habita un mundo que, sometido a esa universalización, destruye las particularidades de las personas, de las regiones, de los pueblos, de los países, etc.

A medida que progresa esta globalización, observable a todo nivel -económico, político, religioso, social, cultural, etc.-, se va constituyendo un “resto”, un “desecho” que no puede ser atrapado por esa red de universalización; se va instaurando día a día, poco a poco, y tomando cada vez más y mayor consistencia, un “residuo”.

El psicoanálisis opone todo saber, científico o no, universal o particular, a ese “residuo”. Dicho “residuo” se produce siempre que el sujeto transforma lo real: si se hace una silla de madera, queda como “desecho” el aserrín. Pero la transformación del mundo por la ciencia también deja residuos psicológicos. La disparidad, segregación, discriminación, sectarismos, fanatismos y rivalidades mortíferas que surgen con tanta fuerza en el mundo, ¿no son acaso un “residuo” de la globalización, es decir, una respuesta a la uniformidad derivada de la universalización?. El psicoanálisis así lo piensa.

sábado, 8 de mayo de 2010

64. Lo que no se puede dejar de hacer.

Existe una dimensión del ser humano que se puede definir como aquello de lo que no puede abstenerse. Casi siempre se trata de algo que le hace daño a él o a los demás: drogarse o beber, pelearse o molestarse con otros, abusar sexualmente o humillar al otro, etc. Se trata de algo muy íntimo de cada sujeto, el cual se ve empujado ha hacer aquello que más le puede preocupar o avergonzar, pero que, definitivamente, no puede privarse de hacer.

Son variados los comportamientos que los sujetos preferirían evitar, pero que se ven forzados a realizar por esa voluntad que les puede y que los domina sin que sirvan para nada las razones, los consejos o el saber. En el caso de la drogadicción esto es evidente: el sujeto sabe que hace mal, que es dañino, que su consumo tiene consecuencias, pero no puede dejar de drogarse. No le valen consejos ni explicaciones.

Eso que empuja a un sujeto a hacer “lo que no debe” y que sin embargo termina haciendo —beber, fumar, comer de más, matar, etc.—, es lo que el psicoanálisis denomina la pulsión. La pulsión designa un nivel que se puede llamar acéfalo, es decir, sin cabeza, un punto donde el pensamiento y la razón ya no funcionan ni operan más. La pulsión es como un cuerpo sin cabeza, un nivel donde, para todos los seres humanos, hay suspensión del pensamiento; éstos quedan anulados en el ámbito de su razonamiento.

Allí donde los sujetos pierden el control de sus actos, se puede decir que la pulsión está en juego. Se puede tratar de alguien agresivo, o de alguien irascible; otro sujeto no podrá dejar de comer dulces; otro más no puede dejar de insultar a su pareja; otro no para de espiar a las mujeres en los baños; y así, cada cual tiene su manera de arreglárselas con esa dimensión que lo empuja a no renunciar a determinados actos.

La pulsión designa un nivel donde su empuje —ante el cual todo sujeto esta indefenso— resulta del hecho de que el ser humano, por ser un ser racional, ha perdido sus instintos, y en su lugar viene la pulsión a ocupar ese lugar vacío dejado por el instinto. El psicoanálisis es el único discurso que se encarga de tratar la pulsión.

miércoles, 5 de mayo de 2010

63. Salud mental, ética y responsabilidad.

El psicoanálisis no se puede enmarcar dentro de los discursos que trabajan por la salud mental. Él más bien interroga ese concepto, ya que no hay armonía del ser humano con su ambiente y con su propio cuerpo. Si lo mental es lo que le sirve a un organismo para adaptarse de forma adecuada a su medio ambiente, el ser humano parece tener enormes dificultades para hacerlo sin destruir el ambiente o a sí mismo. El ser humano es, de por sí, disarmónico con la realidad. Por esto el psicoanálisis no trabaja con el parámetro de “salud mental”.

Si el psicoanálisis puede tratar la enfermedad mental, es con la condición de que exista el sujeto como ético, como sujeto de derecho; en otras palabras, un sujeto que sea responsable, un sujeto que pueda responder por lo que hace y lo que dice, un sujeto capaz de juzgar su conducta.

El sujeto ético es aquel que puede y es capaz de emitir un juicio sobre lo que ha dicho. Si esto falta, la terapia psicoanalítica no se puede llevar a cabo, ya que se trata de una experiencia donde los sujetos van a hablar de su sufrimiento. Por esta misma razón el psicoanálisis puede intervenir en sujetos que se sienten culpables de lo que hacen o dicen, ya que el sentimiento de culpa es la enfermedad de la responsabilidad. El sentimiento de culpa es la manifestación patológica de la responsabilidad ética en el ser humano (Miller, 1999).

El sentimiento de culpa significa que el sujeto se siente responsable de... cualquier cosa —de haber bebido, de haber maltratado, de haber pensado o deseado algo, etc.—. El sentimiento de culpa es un afecto del sujeto en la medida en que él es un sujeto ético; todo sujeto ético estará afectado por sentimientos de culpa. Es más, el sentimiento de culpa es el fundamento mismo del lazo social, ya que se necesita de un sujeto capaz de responder por sus actos para que haya vínculos sociales.

Por eso el psicoanálisis rechaza de su práctica al canalla. ¿Qué es un canalla? Es alguien que se inventa siempre disculpas por lo que hace. Puede que sufra, pero la culpa es siempre de los demás. Sin responsabilidad, no hay tratamiento.

domingo, 2 de mayo de 2010

62. La perversión.

Cuando alguien habla de “perversión”, se refiere a actos reprochables para una sociedad. En cambio para el psicoanálisis y la psiquiatría, es una palabra que designa una condición patológica. De todos modos, ella tiene una indudable connotación ética, de tal manera que la palabra “perversión” hace alusión a una anomalía del sentido moral del ser humano. Perversión se refiere entonces a dos cosas: por un lado, al diagnóstico científico que se hace de un paciente, y por otro, a una condena moral. Esto establece un enlace entre el análisis del comportamiento perverso y la ética.

Y es en el ámbito de la sexualidad humana donde más se pone en juego el sentido moral de la palabra perversión, así, el “perverso sexual” es aquel que tiene conductas repudiables por la sociedad en el ámbito de su sexualidad. Es importante subrayar que la perversión en el psicoanálisis no tiene una connotación moral: ella se refiere fundamentalmente a la desviación del objeto y de la meta sexuales que se le suponen al ser humano.

El objeto sexual hace referencia a que un sujeto elija como compañero sexual a alguien del sexo opuesto. Pero se sabe que hay sujetos que eligen como pareja a alguien de su mismo sexo, o a niños, objetos, animales, etc.; hay pues homosexuales, pederastas, fetichistas, zoofílicos, etc.

La meta sexual se refiere a la unión de los genitales -coito- como supuesto objetivo de la sexualidad humana. Pero resulta que hay sujetos que gozan sexualmente mirando, exhibiéndose, maltratando, o siendo maltratados, etc.; hay pues voyeuristas, exhibicionistas, sádicos y masoquistas. Todas estas “extravagancias” enseñan que la sexualidad en los seres humanos no está regulada por ningún instinto, si así fuera, no habrian pederastas o masoquistas; también enseñan que la sexualidad humana posee por sí misma una estructura perversa. Nada mejor para comprobar lo dicho que observar el comportamiento sexual infantil: los niños obtienen un placer de carácter sexual cuando chupetean, se tocan sus genitales, se exhiben desnudos, etc.

Lo anterior significa que todos los seres humanos, en su comportamiento sexual, de una u otra forma somos perversos.

553. Las clínicas de urgencias subjetivas

Las clínicas de urgencias subjetivas son espacios dedicados a atender crisis emocionales o psíquicas desde una perspectiva psicoanalítica la...