64. Lo que no se puede dejar de hacer.

Existe una dimensión del ser humano que se puede definir como aquello de lo que no puede abstenerse. Casi siempre se trata de algo que le hace daño a él o a los demás: drogarse o beber, pelearse o molestarse con otros, abusar sexualmente o humillar al otro, etc. Se trata de algo muy íntimo de cada sujeto, el cual se ve empujado ha hacer aquello que más le puede preocupar o avergonzar, pero que, definitivamente, no puede privarse de hacer.

Son variados los comportamientos que los sujetos preferirían evitar, pero que se ven forzados a realizar por esa voluntad que les puede y que los domina sin que sirvan para nada las razones, los consejos o el saber. En el caso de la drogadicción esto es evidente: el sujeto sabe que hace mal, que es dañino, que su consumo tiene consecuencias, pero no puede dejar de drogarse. No le valen consejos ni explicaciones.

Eso que empuja a un sujeto a hacer “lo que no debe” y que sin embargo termina haciendo —beber, fumar, comer de más, matar, etc.—, es lo que el psicoanálisis denomina la pulsión. La pulsión designa un nivel que se puede llamar acéfalo, es decir, sin cabeza, un punto donde el pensamiento y la razón ya no funcionan ni operan más. La pulsión es como un cuerpo sin cabeza, un nivel donde, para todos los seres humanos, hay suspensión del pensamiento; éstos quedan anulados en el ámbito de su razonamiento.

Allí donde los sujetos pierden el control de sus actos, se puede decir que la pulsión está en juego. Se puede tratar de alguien agresivo, o de alguien irascible; otro sujeto no podrá dejar de comer dulces; otro más no puede dejar de insultar a su pareja; otro no para de espiar a las mujeres en los baños; y así, cada cual tiene su manera de arreglárselas con esa dimensión que lo empuja a no renunciar a determinados actos.

La pulsión designa un nivel donde su empuje —ante el cual todo sujeto esta indefenso— resulta del hecho de que el ser humano, por ser un ser racional, ha perdido sus instintos, y en su lugar viene la pulsión a ocupar ese lugar vacío dejado por el instinto. El psicoanálisis es el único discurso que se encarga de tratar la pulsión.

Comentarios

  1. Excelenete artículo; una manera muy didáctica de comprender qué son las pulsiones. Gracias de nuevo.

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