Que una Gestalt sea capaz de efectos formativos sobre el organismo, como sucede con el ser humano en su paso por la fase del espejo, es cosa que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan ajena a la idea de causalidad psíquica, que Lacan no puede resolverse a formularla como tal. No por eso deja de reconocer que la maduración de la gónada en la paloma tiene por condición necesaria la vista de un congénere, sin que importe su sexo, y tan suficiente, que su efecto se obtiene poniendo solamente al alcance del individuo el campo de reflexión de un espejo. De igual manera, el paso, en la estirpe, del grillo peregrino de la forma solitaria a la forma gregaria, se obtiene exponiendo al individuo, en cierto estadio, a la acción exclusivamente visual de una imagen similar, con tal de que esté animada de movimientos de un estilo suficientemente cercano al de los que son propios de su especie. (Lacan, 1984, p. 88)
Entonces, para los seres humanos, la imagen corporal es también una Gestalt que produce respuestas, especialmente sexuales, pero el poder de dicha imagen es más que instintivo: hay un poder cautivante –Lacan la llama “enajenadora”– de esa imagen especular. Pero más allá de estas observaciones de Lacan sobre el estadío del espejo, él le hace cumplir a esa imagen especular una función fundamental para el sujeto, una función de paso de un estado a otro. Dice Lacan que:
“La imagen especular parece ser el umbral del mundo visible, si hemos de dar crédito a la disposición en espejo que presenta en la alucinación y en el sueño la imago del cuerpo propio, ya se trate de sus rasgos individuales, incluso de sus mutilaciones, o de sus proyecciones objetales, o si nos fijamos en el papel del aparato del espejo en las apariciones del doble en que se manifiestan realidades psíquicas, por lo demás heterogéneas." (1984, p. 88)
Y agrega más adelante: “La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función de la imago, que es establecer, una relación del organismo con su realidad o, como se ha dicho, Innenwelt con el Umwelt” (Lacan, 1984, p. 89) [términos que hacen referencia a una dominancia puesta de entrada sobre la división del exterior y el interior en la perspectiva platónica y aristotélica euleriana]. El estadio del espejo establece así una relación entre el interior (del organismo) con la realidad (exterior), rompiéndose esa totalidad ideal que existe al comienzo de la vida humana en la que no se distingue el "adentro" del "afuera".
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