jueves, 10 de febrero de 2011

237. La percepción del cuerpo fragmentado.

En la fase del espejo Lacan hace énfasis en esa «discordia primordial» que se presenta en el infante por su incoordinación motriz de los primeros meses, y cómo este inacabamiento anatómico del sistema piramidal confirma una prematuración específica del nacimiento en el hombre, dato reconocido por los embriólogos bajo el término de fetalización. Dice entonces Lacan:

“...el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad, y a la armadura por fin asumida de una identidad enajenante, que va a marcar con su estructura rígida todo su desarrollo mental”. (1984, p. 90)

Ahora bien, ¿qué es lo que nos permite saber que el cuerpo del niño es percibido como cuerpo fragmentado en el momento de la captación de la imagen? Los hechos de la clínica, que Lacan pasa a enumerar en su texto, con referencias tanto a la psicosis, como a la neurosis histérica y obsesiva. El cuerpo fragmentado aparecerá regularmente en los sueños, “...bajo la forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia, que adquieren alas y armas para las persecuciones intestinas...”, pero también “en el plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la anatomía fantasiosa, manifiesta en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo” en el caso de la histeria. Y en la neurosis obsesiva, el cuerpo fragmentado es correlativo de una formación del yo [je] simbolizado oníricamente por un “campo fortificado”, y a nivel mental, una estructura de “fábrica fortificada”, que brota “de los síntomas mismos del sujeto, para designar los mecanismos de inversión, de aislamiento, de reduplicación, de anulación, de desplazamiento, de la neurosis obsesiva”. (1984, p. 90)

En La agresividad en psicoanálisis (1984), Lacan dice que esa sensación de fragmentación del cuerpo se manifiesta en las “imágenes de castración, emasculación [castración de un macho], mutilación, desmembramiento, dislocación, evisceración [resección quirúrgica de una o varias vísceras], devoramiento, estallido del cuerpo” (p. 97) que acosan la imaginación humana y que se observan en cualquier película de suspenso o terror, y que, en general, el cine de hoy recrea permanentemente.

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