Hoy en día y cada vez más se encuentra el sujeto que sufre con un menú de posibilidades terapéuticas‚ que van desde la más reconocidas y antiguas, hasta las más inconcebibles, y que abarcan desde la sugestión y la hipnosis, la psicoterapia de orientación analítica, la psicología del yo, la psicología evolutiva, las diferentes terapias psicológicas, hasta las terapias bioenergéticas, como por ejemplo, la aromaterapia, danzoterapia, cristaloterapia, regresión hipnótica, teoterapia, colorterapia, sanación y demás métodos terapéuticos, desde los más esotéricos hasta los más extravagantes, difundidos como productos de consumo fácil y garantes de buenos resultados. Si bien no soy conocedor del estatuto científico de estas prácticas, si me pregunto sobre lo que ellas le deben a la sugestión. Existen manuales que enseñan su utilización, la que generalmente se reduce a una autoaplicación del método, prescindiendo del terapeuta: son los manuales de autoayuda. Aparentemente, algunas de las psicoterapias mencionadas no tienen a la palabra como su instrumento principal, pero ella se hace necesaria en el empleo de otros instrumentos -cristales, flores, piedras, música, colores, etc.-
¿Tiene el psicoanálisis un lugar en este menú? Las psicoterapias como el psicoanálisis emplean como herramienta la palabra. Toda palabra, según Lacan (1984), llama a una respuesta; es en el tipo de respuesta que se le da a la palabra donde podemos hallar la diferencia entre psicoterapia y análisis. "Mostraremos que no hay palabra sin respuesta, incluso si no encuentra más que el silencio, con tal de que tenga un oyente, y que‚ este es el meollo de su función en el análisis" (p.237). Dicha respuesta depende de la concepción que tenga el terapeuta sobre la función de la palabra. ¿Cuál es pues la estructura de la palabra?
Veamos. ¿Qué pasa cuando uno habla, cuando el hablante se dirige al oyente? Si hay uno que habla se debe ubicar también el lugar del Otro que escucha. Lo que sucede es que el oyente es quien tiene la decisión respecto de lo que el hablante ha dicho; esto porque la estructura misma de la palabra hace que lo que uno quiere decir sea decidido, no por el sujeto que habla, sino por el que escucha; depende del Otro el sentido de lo dicho. El sentido profundo de la palabra es decidido por el receptor; a esto Lacan lo llamó "el poder discrecional del oyente"; es un poder que implica una gran responsabilidad por parte del sujeto que escucha, ya que con él puede hacer sugestión o desciframiento; la práctica analítica es una práctica de desciframiento, de esta manera se vincula con la función de la palabra. Freud (1905), al respecto, dice: "En verdad, entre la técnica sugestiva y la analítica hay la máxima oposición posible: aquella que el gran Leonardo Da Vinci resumió, con relación a las artes per vía di porre y per vía di levare. La pintura, dice Leonardo, trabaja per vía di porre; en efecto, sobre la tela en blanco deposita acumulaciones de colores donde antes no estaban; en cambio la escultura procede per vía di levare, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella. De manera en un todo semejante, señores, la técnica sugestiva busca operar per vía di porre; no hace caso del origen, de la fuerza y la significación de los síntomas patológicos, sino que deposita algo, la sugestión, que, según se espera, será suficientemente poderosa para impedir la exteriorización de la idea patógena. La terapia analítica, en cambio, no quiere agregar ni introducir nada nuevo, sino restar, retirar, y con ese fin se preocupa por la génesis de los síntomas patológicos y la trama psíquica de la idea patógena, cuya eliminación se propone como meta" (p.250)
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