jueves, 14 de noviembre de 2024

548. La lógica del fantasma: el «fantasma fundamental»

El décimo cuarto seminario de Lacan se titula La lógica del fantasma, un título que puede parecer paradójico o discordante, ya que el fantasma remite a la imaginación o, como lo expresa Lacan, al registro de lo Imaginario, mientras que la lógica es una manipulación de símbolos que, según Lacan, pertenece al registro Simbólico (Miller, 2023). El fantasma tiene un triple estatuto: primero, como ensueño, es decir, las ensoñaciones que el sujeto elabora en solitario, estando consciente, y que ajusta según sus preferencias.

El segundo estatuto es más delicado: "es el fantasma como medio de goce, un goce solitario también aquí. Son las imágenes, pensamientos, frases y escenarios que suscitan y acompañan la masturbación" (Miller, 2023). El tercer estatuto es el más complejo; se refiere al fantasma inconsciente, al fantasma fundamental que estructura la vida mental del sujeto y que se revela en el proceso de la cura psicoanalítica.

Lacan formula el fantasma con una notación simbólica: la letra S mayúscula barrada ($), un rombo (◊), y, del otro lado, la letra a minúscula. El $ representa al sujeto, el rombo indica un conjunto de relaciones, y la a minúscula es un objeto: ($◊a). El $ es el sujeto constituido por el inconsciente (el sujeto del inconsciente). "El inconsciente está formado por pensamientos en los que el sujeto no puede decir 'Yo' [Je]. Eso es lo que constituye el inconsciente. Como dice Lacan: 'Pienso allí donde no soy', lo que expresa el significado del $” (Miller, 2023).

El rombo (◊), en el contexto del fantasma fundamental, significa que el sujeto está fascinado y fijado por ese objeto a minúscula, mientras que él mismo está en proceso de desaparición (fading); es decir, el sujeto puede borrarse mientras queda hipnotizado por este objeto. Pero ¿qué es el objeto a? Se trata de lo que en psicoanálisis se denomina el objeto parcial: un objeto separado del cuerpo que concentra la máxima intensidad del goce (un plus de goce) (Miller, 2023).

"Freud identificó dos de estos objetos: el objeto oral y el objeto anal, que son bien conocidos. Lacan añadió dos más: la mirada, que destaca en la psicosis, donde el sujeto puede sentir que es vigilado constantemente, y la voz, que también se manifiesta en primer plano en la psicosis, donde el sujeto escucha voces en su cabeza" (Miller, 2023). Hay un quinto objeto en juego: el falo, pero como un objeto ausente. Lacan señala que no existe un objeto fálico, por lo que lo representa con la letra griega -φ (menos fi), ya que el falo está marcado por la castración.

La lógica del fantasma en Lacan se refiere a la combinación de símbolos, como en las matemáticas, dado que Lacan aspiraba a convertir el psicoanálisis en una ciencia, por lo que emula este método inventando un álgebra para formular los conceptos clave de Freud. Esto es lo que hace con el fantasma. “Lacan crea fórmulas imitando las matemáticas, pero llega a algo fundamental en este seminario: afirma que hay una cosa que no puede ser formulada, y es el acto sexual” (Miller, 2023).

La relación sexual no existe", afirma Lacan, lo que significa que no hay normas sexuales universales; en la sexualidad humana no existe una regla que la rija. “Es decir, en lo real, en lo inconsciente, no hay ninguna prescripción sobre el sexo” (Miller, 2023). En los animales, por ejemplo, sí hay normas sexuales, donde el partenaire está siempre especificado: el objeto sexual de cada animal es el sexo opuesto de su misma especie. ¿Y en los seres humanos? No existe una norma sexual, sino "normas sociales que ocupan ese lugar y nos indican qué se debería hacer con el sexo y cuál sería la forma adecuada de gozar" (Miller, 2023).

Freud no logró definir lo masculino y lo femenino en el psicoanálisis. La biología, por su parte, sí: a nivel microscópico, se sabe que los hombres producen espermatozoides y las mujeres óvulos; y en términos cromosómicos, las mujeres tienen el cromosoma XX y los hombres el XY. Este es un real en el sentido biológico, pero no es el mismo real en el sentido que le otorga Lacan (Miller, 2023). Así, existe una indeterminación sexual, y por eso puede surgir toda una variedad de posiciones subjetivas y modos de goce que hoy en día se denominan "género".

martes, 8 de octubre de 2024

547. Etiología sexual de los síntomas neuróticos

Freud utilizó la hipnosis como una técnica para tratar a sus pacientes y explorar sus mentes inconscientes. A finales del siglo XIX, la hipnosis era el método de moda para abordar la histeria. Este estado de concentración focalizada y atención elevada se asocia a menudo con una mayor receptividad a la sugestión. Durante la hipnosis, una persona puede parecer estar en un estado similar al sueño, aunque en realidad está en un estado de conciencia alterada. En este estado, el sujeto puede ser más susceptible a aceptar y seguir instrucciones o sugerencias, lo que llevó a Freud a concluir que "la hipnosis no es más que sugestión". Sin embargo, debido a diversas razones, como el retorno de los síntomas y el hecho de que no todos los pacientes podían ser hipnotizados, Freud abandonó esta técnica e introdujo la asociación libre.

La asociación libre es la técnica psicoanalítica por excelencia, en la cual los pacientes hablan sin restricciones sobre sus pensamientos y sentimientos, sin reprimir ni censurar nada. Este método permitió a Freud acceder al inconsciente sin recurrir a la hipnosis. Así, la asociación libre consiste en que el paciente hable libremente sobre cualquier cosa que le venga a la mente, sin filtros, con el objetivo de que pensamientos, recuerdos y emociones inconscientes emerjan a la conciencia para ser explorados y comprendidos.

Mediante el uso de la hipnosis y posteriormente de la asociación libre, Freud descubrió que los síntomas de los pacientes histéricos estaban vinculados a escenas impactantes, pero olvidadas, de su vida: escenas traumáticas, emocionalmente dolorosas para el paciente. Freud escribió en 1914: "Dirigíamos la atención del enfermo directamente a la escena traumática en la que el síntoma se había originado, intentábamos identificar en ella el conflicto psíquico y liberar el afecto reprimido. Así descubrimos el proceso psíquico característico de las neurosis, que más tarde llamé regresión". La regresión, según Freud (1914), significa regresar al pasado: "Las asociaciones de los enfermos retrocedían desde las escenas que se buscaba esclarecer hasta vivencias anteriores, obligando al análisis a ocuparse del pasado para corregir el presente".

En 1925, Freud señaló que, al abordar los síntomas de la histeria, lo primero que encontró fue que los pacientes habían olvidado hechos significativos de su vida. Se dio cuenta de que "todo lo olvidado había sido doloroso de alguna manera: produjo miedo, sufrimiento o fue vergonzoso para las exigencias de la personalidad". Esta observación llevó a Freud a introducir el concepto de "represión", que describió como el esfuerzo por expulsar de la conciencia representaciones que generan malestar en el sujeto. "La doctrina de la represión es ahora el pilar fundamental sobre el que descansa el edificio del psicoanálisis, su componente esencial" (Freud).

El análisis de los síntomas patológicos condujo a Freud a las primeras etapas de la vida de los pacientes, llegando a la infancia, donde descubrió que esas vivencias reprimidas siempre involucraban "excitaciones sexuales y la reacción frente a ellas". El descubrimiento de la sexualidad infantil generó un gran escándalo y rechazo, pero Freud mantuvo su postura. Estaba convencido de que la función sexual comienza al inicio mismo de la vida y se manifiesta en la infancia en fenómenos importantes. "Las fuerzas impulsoras de la neurosis tienen su origen en la vida sexual" (Freud, 1914).

Así, cuando Freud habla de la "etiología sexual de los síntomas neuróticos", se refiere a la idea de que los conflictos psíquicos, que se manifiestan como síntomas, tienen su origen en experiencias sexuales reprimidas, constituyendo la causa fundamental o etiología de los síntomas neuróticos. Según Freud, tanto los síntomas de la histeria, que afectan el funcionamiento físico, como los de la neurosis obsesiva, que afectan el pensamiento, tienen sus raíces en experiencias traumáticas o deseos sexuales inconscientes que el sujeto ha reprimido debido a conflictos internos con su conciencia o yo. Esto se ejemplifica claramente en la película *Un método peligroso*, donde Sabina, la protagonista, sufre un síntoma conversivo relacionado con una escena traumática de su infancia, que logra hacer consciente gracias a la terapia psicoanalítica de Jung. (La histeria de conversión se refiere a la manifestación de problemas emocionales o psicológicos reprimidos a través de alteraciones físicas, como parálisis, ceguera, convulsiones o dificultades para hablar, sin explicación neurológica o médica).

En su teoría, Freud (1916) argumenta que la represión de estos impulsos o deseos, especialmente los relacionados con la sexualidad infantil, genera una tensión o conflicto interno que se manifiesta a través de los síntomas neuróticos. Por ello, afirmó que "los síntomas neuróticos son satisfacciones sexuales sustitutivas". Estos síntomas no son una expresión directa del conflicto sexual, sino una especie de sustituto o "compromiso" entre el impulso reprimido y las defensas del yo, que intentan mantener el conflicto fuera de la conciencia.

lunes, 9 de septiembre de 2024

546. ¿Los Don Juanes son unos cobardes?

¿Por qué los hombres son cobardes? Porque, a diferencia de las mujeres, los hombres tienen algo que proteger: el órgano que, en el cuerpo, encarna el significante fálico. Un hombre es dueño de algo que debe salvaguardar. “Es esencialmente un dueño; gestionará mejor o peor su propiedad, pero está condicionado por ella” (Miller, 2010). Las mujeres, en cambio, no tienen nada que perder, lo que las hace “corajudas”, poseedoras de un coraje sin límite, feroz, dispuestas a luchar como sea. “Se puede ver a la más miedosa de las mujeres convertirse, de pronto, en una heroína” (Miller).

El hombre puede parecer que manda, pero en realidad es el esclavo, el siervo. “Lo es porque, de manera estructural, quien sale siervo de esa lucha es quien debe proteger algo” (Miller, 2010). La mujer, por otro lado, está en la posición estructural de amo, porque no tiene nada que proteger: no tiene el falo. Esto las hace insensatas, caprichosas. Existe una función errática en la voluntad de la mujer, una voluntad sin reglas, mientras que el hombre depende de normas; es la autoridad —el Nombre-del-Padre es la autoridad—. “La dominación femenina se desprende de un discurso histérico, es decir, de una posición de amo sin reglas que denuncia al falso amo (que es el hombre)” (Miller).

Los hombres son tan cobardes que hasta ocultan su cobardía. “En el campo del saber polemizan, subrayan errores de tipografía en las tesis o, más avanzados, cuando realmente están inquietos por su virilidad, se vuelven militares” (Miller, 2010). Así lo señala Lacan en su texto “La psiquiatría inglesa y la guerra”: los oficiales compensan cierta debilidad en la cama al convertirse en militares. “Buscan las insignias de oficiales de la virilidad precisamente para huir del otro campo de batalla, el campo de batalla fundamental: el campo de batalla entre hombres y mujeres” (Miller). De esta forma, se evita el enfrentamiento con el Otro sexo.

El horror a la feminidad —al Otro que está castrado— explica el miedo al padre. El miedo al padre cubre ese horror. “Es mejor tener miedo al padre para no revelar que el verdadero horror es hacia la feminidad” (Miller, 2010). Esto nos lleva al tema de Don Juan. Don Juan encarnaría la figura de, al menos, un hombre que no teme a la feminidad y por ello hace una serie con las mujeres, una suma de mujeres. Sin embargo, si Don Juan sigue buscando, es porque nunca encuentra lo que busca. “Esto supone que Don Juan busca el falo que una mujer tendría y que nunca lo encuentra, por lo que continúa buscando. Busca a la mujer con falo, de tal manera que no tiene miedo” (Miller). ¿Por qué busca a la mujer con falo? Porque, en el fondo, está buscando a la madre primaria, a la madre completa, a la madre fálica. “Don Juan es el hijo que se apropia de todas las mujeres del padre de *Tótem y tabú*, que roba al padre todas sus mujeres, pero bajo la forma de la serie” (Miller).

Lacan constata que, en el origen del donjuanismo, hay un padre herido en su potencia, un padre aminorado que, a su vez, hace pareja con una madre fálica. El supuesto coraje de Don Juan en la relación de los sexos se paga con un miedo fundamental al padre (Miller, 2010).

jueves, 8 de agosto de 2024

545. La estructura del discurso capitalista según Lacan: producción y consumo

Lacan conceptualiza los discursos como estructuras que organizan las relaciones sociales y el lenguaje; con el concepto de discurso se entienden las colectividades culturales en la medida en que los vínculos sociales están estructurados por el lenguaje. Así pues, lo que Lacan llama discursos son modalidades de lazos sociales con ese Otro que es lo simbólico; el discurso se refiere a "un lazo social basado en el lenguaje" (Lacan, S20, 1975). Cada discurso está compuesto por cuatro posiciones o funciones: agente, Otro, producción y verdad; y cuatro elementos que circulan por esas posiciones: S1 (significante Amo, el significante que representa al sujeto), S2 (el significante que se necesita para que el sujeto quede representado, o también, el significante que se hace necesario para darle sentido al S1), $ (sujeto barrado o dividido; escindido por la acción del lenguaje, dividido en tanto que está siempre entre dos significantes: el S1 y el S2) y a («objeto a minúscula», el cual representa lo que es irreductible al saber, eso que escapa a la representación significante, lo que en el psicoanálisis se denomina lo «real»), producto de la relación del agente con el Otro.

El discurso capitalista es formulado por Lacan para describir la estructura y funcionamiento de las relaciones sociales en el capitalismo. Según Lacan, este discurso se distingue de otros discursos (como el del amo, el universitario, el histérico y el analista) en cómo organiza el deseo, el goce y las relaciones entre los sujetos y los objetos. En el discurso capitalista, estas posiciones se estructuran de manera que promueven el consumo y la producción incesante de bienes y servicios.

En dicho discurso, encontramos en el lugar del Agente al sujeto dividido o alienado ($), el cual se identifica con el deseo de consumir y producir. En el lugar del Otro encontramos el saber (S2), que en el discurso capitalista se refiere al conocimiento técnico y científico que sustenta la producción. En el lugar del Producto encontramos el objeto (a): el objeto causa del deseo, también llamado el plus de goce, que en el capitalismo se materializa en los objetos de consumo (plusvalía). Y, por último, en el lugar de la Verdad encontramos al S1, los significantes Amos, que en el capitalismo representan las ideologías y valores que impulsan la producción y el consumo.

Discurso capitalista:
Agente $  →  Otro S2  
Verdad S1  →  Producto a

El capitalismo transforma el objeto en causa del deseo económico; esto es la plusvalía. La plusvalía, un concepto derivado de Marx; es central en el discurso capitalista. Representa el valor extraído del trabajo que no es remunerado al trabajador y que el capitalismo se apropia. Esta plusvalía se convierte en la causa del deseo en la economía capitalista, fomentando un ciclo incesante de producción y consumo. Lacan se refiere a los objetos de consumo como "gadgets" o "aparatejos", que son producidos en masa y tienen una existencia efímera; estos gadgets simbolizan el goce, que nunca puede ser completamente satisfecho, manteniendo así la rueda de producción y consumo en un movimiento sin fin.

Con esto, el discurso capitalista deshace los vínculos sociales, ya que se enfoca en el objeto y la satisfacción instantánea que el sujeto encuentra en él. A diferencia de otros discursos que pueden establecer vínculos sociales más cohesivos, el discurso capitalista tiende a fragmentar estos vínculos. El vínculo dominante en el capitalismo es entre el sujeto y el objeto de consumo, no entre los sujetos mismos. Las relaciones sociales se ven debilitadas y reemplazadas por relaciones transaccionales y basadas en dicho consumismo.

El discurso capitalista va de la mano de la ciencia, la cual desafía las estructuras sociales, basándose en hacer posible lo imposible. Hoy, los significantes de la ciencia son los que sustituyen al discurso del Amo; son los imperativos de la cultura contemporánea que hacen que la plusvalía se convierta en el objeto causa del deseo. Así pues, la producción y el consumo se justifican por sí mismos sin una reflexión crítica profunda, lo cual se manifiesta en la relación directa y a menudo insaciable entre el sujeto y los objetos de consumo. Los sujetos se ven atrapados en un ciclo perpetuo de producción y consumo, buscando siempre el próximo objeto que les otorgue satisfacción temporal.

Con el discurso capitalista, la globalización idealiza la ganancia; la competencia y tecnificación extrema dominan todas las disciplinas; los objetos de consumo se vuelven gadgets, creando una insaciable necesidad de gozar, de satisfacerse con los objetos de consumo (gadgets). La ciencia y el mercado toman roles dominantes, despojando a los poderes políticos; las creencias sociales se vuelven ficciones frágiles y el cinismo y la competitividad prevalecen. El discurso capitalista fomenta, pues, la insaciabilidad del deseo, lo que puede llevar al sujeto a una falta de sentido, a una vacuidad y a una búsqueda constante de satisfacción inmediata, y los sujetos se sienten reducidos a meros consumidores y productores, sin un sentido profundo de identidad o propósito en la vida.

A partir de esto, el sujeto se percibe como objeto de consumo que debe adaptarse a los imperativos de producir y consumir. La satisfacción a corto plazo y la falta de sentido llevan a un vacío existencial. Esta es la razón por la que la depresión sea hoy en día un problema de salud mental a nivel mundial. Las personas pueden sentirse alienadas tanto de su trabajo como de los productos que consumen, ya que estos se convierten en fines en sí mismos más que en medios para un fin. La producción y el consumo desenfrenados tienen efectos devastadores en el medio ambiente, contribuyendo a la polución y al agotamiento de los recursos naturales.

El Otro se ha vuelto un Otro real, feroz y desanudado de lo simbólico; representa al discurso de la ciencia con sus imperativos. La globalización da poder a agentes no políticos y crea una tiranía del saber. El sujeto moderno enfrenta la fragmentación de la subjetividad y el lazo social. En resumen, el discurso capitalista de Lacan ofrece una crítica profunda de cómo el capitalismo estructura las relaciones sociales, el deseo y el goce, mostrando sus efectos deshumanizantes y alienantes en los individuos y en la sociedad.

martes, 9 de julio de 2024

544. ¿Los psicoanalistas tienen intereses sociales?

Miller (2004), en su intervención en el VII Congreso de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) celebrado en Comandatuba, Brasil, advirtió que «los analistas tienen intereses sociales, no son parásitos sociales. Promueven el avance del psicoanálisis para protegerse de los efectos devastadores del discurso de la ciencia, intentando responder a las cuestiones del discurso contemporáneo». Durante este congreso, Miller habló sobre el papel del psicoanálisis en la sociedad contemporánea y su relación con los discursos predominantes de la época, incluyendo el discurso de la ciencia. Destacó la responsabilidad social de los psicoanalistas y su interés en promover el psicoanálisis como una forma de responder a los desafíos planteados por estos discursos.

El psicoanálisis ha descubierto la influencia de los requerimientos sociales en la causación de la neurosis. Freud siempre sostuvo que el aumento de las afecciones nerviosas es un producto de la exigencia cultural que aportan la educación, el ejemplo y los discursos contemporáneos. Así, el niño que produce espontáneamente las represiones de lo pulsional no hace sino repetir un fragmento de la historia de la cultura humana. Desde esta perspectiva, se remarca el carácter fundante de ese Otro social en la constitución del psiquismo, es decir, el sujeto no es sin el Otro. Desde las primeras líneas de «Psicología de las masas y análisis del yo», Freud rechaza la oposición clásica entre psicología individual y psicología social, destacando que en la vida psíquica del individuo hay constantemente otro, el cual es tomado como modelo, semejante, objeto o rival, y que, por lo tanto, la psicología individual es siempre psicología social.

El discurso psicoanalítico también transmite una oposición entre la ética de las buenas intenciones y la ética de las consecuencias, de los resultados. La ética de las consecuencias es contraria a la ética de la intención, la cual se guía por la ley del corazón y el delirio de presunción de las almas bellas. Una ética de las consecuencias permite juzgar los actos, es decir, que los actos de los sujetos dependan de sus consecuencias, y no de sus buenas intenciones.

Que un psicoanalista —por lo menos uno que no se llame a engaño— llegue armado a pensar los problemas sociales de la comunidad en la que actúa, con el saber que le proporcionan conceptos como «sujeto del inconsciente» y «pulsión de muerte», le permitirá intervenir y pensar dichos problemas de forma muy diferente a como lo haría desde el sentido común. Este suele pensar que el ser humano tiende a buscar su propio bienestar y el de los demás, pero el psicoanalista estará, por lo menos, advertido de que lo malo no solo es lo perjudicial y dañino para un sujeto, sino también lo que este desea y lo que en muchas ocasiones le brinda satisfacción. Se trata, por supuesto, de una satisfacción que está del lado del mal y no del bienestar. Saber que en los seres humanos existe ese empuje, ese gusto por el mal, le da al psicoanalista una posición diferente a la del sentido común, muy frecuente entre los psicólogos, de no llamarse a engaño sobre las dificultades que enfrentará en el abordaje de los vínculos sociales.

martes, 11 de junio de 2024

543. Algunos aportes del psicoanálisis al estudioso de su teoría

En el psicoanálisis es posible distinguir tres niveles: Primero, el psicoanálisis es un método de investigación que consiste esencialmente en hacer manifiesta la significación inconsciente de las palabras, los actos y las producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un sujeto. Segundo, el psicoanálisis es un método psicoterapéutico basado en esa investigación de lo inconsciente, caracterizado por la interpretación de las formaciones del inconsciente —el sueño, los actos fallidos, las agudezas u ocurrencias, el olvido y el síntoma psíquico— bajo transferencia y en la búsqueda del deseo inconsciente del sujeto. Y tercero, el psicoanálisis es un conjunto de teorías psicológicas sobre numerosos aspectos de la vida de los sujetos y un conjunto de teorías psicopatológicas, en las que se han sistematizado los datos aportados por la clínica psicoanalítica, es decir, su método de investigación y de tratamiento del sufrimiento humano.

A nivel epistemológico, el psicoanálisis aporta una reflexión acerca de las condiciones de producción de su saber. Pero no solamente a este nivel: el psicoanálisis aporta una reflexión sobre su estatuto como ciencia y la constitución de su objeto de estudio. Su discurso enseña que el sujeto de la ciencia es el mismo sujeto del psicoanálisis, en la medida en que ese sujeto forma parte de la coyuntura que conforma la ciencia en su conjunto. A su vez, el psicoanálisis aporta a la epistemología un lugar dentro de las ciencias conjeturales, denominación dada por Lacan al objeto que subsume el cuerpo de las ciencias conjeturales, opuestas a las ciencias llamadas humanas, según las propias palabras de Lacan en «La ciencia y la verdad», texto de sus Escritos.

El psicoanálisis brinda también una actitud crítica muy aguda, dirigida sobre todo a los discursos que imperan en la modernidad —el discurso de la ciencia y el discurso capitalista— y los efectos devastadores que estos tienen sobre los vínculos sociales y los nuevos modos de organización social. Esto se puede observar en la falta de límites para el saber de la ciencia, el tratamiento que esta hace del sufrimiento humano borrando la subjetividad, la globalización y la influencia del mercado en la forma de concebir al otro —el sujeto vale por lo que tiene y no por lo que es—, el imperio de ideales que llevan a una individualización teñida de competencia y agresividad entre los sujetos —competitividad, emprendimiento, calidad total, excelencia académica, combatividad, éxito, etc.—, no saber qué hacer con los desechos que deja la ciencia y que agudizan el problema ecológico —la polución, las toneladas de basura, los desechos químicos y nucleares, etc.—, la ausencia de un anudamiento del sujeto dentro de una trama familiar, los fenómenos de violencia generalizada en todo el mundo, la especialización en el saber de los sujetos, la búsqueda de satisfacción a corto plazo, el consumismo desenfrenado de objetos por parte del sujeto contemporáneo, el ascenso del sentimiento de falta de sentido para la vida de los sujetos, la fragmentación del lazo social en guetos, la generalización de prácticas autísticas y perversas en la sexualidad de los sujetos con una deflación del amor, el surgimiento de todo tipo de comunidades unidas por un tipo específico de sufrimiento —grupos de obesos, homosexuales, tuberculosos, trasplantados, etc.—, la ausencia de la línea que separa lo privado de lo público, los fenómenos de toxicomanía, segregacionismo y mercadeo del cuerpo en sus diferentes niveles —tráfico de órganos, trata de blancas, esclavitud, prostitución infantil, etc.— y el surgimiento de comités de ética, solo para mencionar algunos de los problemas contemporáneos a nivel del vínculo social. Así pues, el psicoanálisis brinda una serie de conceptos teóricos que le permiten al sujeto abordar y comprender desde una posición crítica los estragos del discurso de la ciencia y del discurso capitalista, que, como bien lo dijo Lacan, no le deja ningún lugar al hombre.

jueves, 16 de mayo de 2024

542. El lugar del psicoanálisis en la formación del psicólogo

A la pregunta sobre el lugar del psicoanálisis en la formación del psicólogo, Freud ofrece en su texto ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la Universidad? (1919) la siguiente respuesta: "En efecto, comparado con todos los otros sistemas, el psicoanálisis es el más apropiado para transmitir al estudiante un conocimiento cabal de la psicología". La mayoría de los programas de psicología ofrecen cursos de psicoanálisis o, en su defecto, de psicología dinámica, la cual tiene sus raíces en el psicoanálisis freudiano y kleiniano. En cualquier curso de Historia de la Psicología o de Introducción a la Psicología, el estudiante entrará en contacto con la teoría psicoanalítica y su autor, Sigmund Freud. Una de las tres grandes ramas de la psicología, junto con la cognitiva y la humanista, es la dinámica, la cual se apoya en los trabajos de Freud posteriores a 1920 y que otorgan una importancia creciente al yo y sus mecanismos de defensa. Las facultades de psicología que no incluyen cursos de psicoanálisis en su programa, es más lo que pierden que lo que ganan, ya que la formación integral de un psicólogo requiere el dominio y conocimiento de las disciplinas que identifican su formación, historia, epistemología y modelos teóricos y metodológicos, entre los cuales se encuentra el psicoanálisis freudiano y sus sucesores: el kleinismo, la psicología del yo, la psicología dinámica, el lacanismo, etc.

Freud desempeñará un papel preponderante en los desarrollos teóricos de la psicología, ya que él vincula las funciones del sujeto con las de la sociedad. Sus textos de psicología, sobre todo los relacionados con la psicología social, abarcan principalmente "Tótem y Tabú" (1912-13), donde muestra, a partir de una hipótesis mítica, cómo se forma la sociedad humana como institución originaria; "Psicología de las masas y análisis del yo" (1921), en el cual, mediante un estudio de la identificación y la formación del yo, resalta la importancia de lo social en la constitución del sujeto; "El porvenir de una ilusión" (1927), donde Freud señala que la sociedad, como precio por su ingreso a ella, exige al individuo la renuncia a ciertas satisfacciones pulsionales. Tales exigencias hacen al sujeto hostil a la cultura, pero esta es neutralizada mediante la identificación con la autoridad paterna prohibidora, lo cual constituye el superyó del sujeto. En "El malestar en la cultura" (1930), Freud vuelve a afirmar que los fines de la sociedad y el individuo no coinciden. El hombre tiene una agresividad innata, una fuerza desintegradora importante de la sociedad, a la que denomina "pulsión de muerte". Otros textos de interés social en Freud son: "La moral sexual 'cultural' y la nerviosidad moderna" (1908), "El interés por el psicoanálisis", parte II, secciones E, F y G (1913), "De guerra y muerte. Temas de actualidad" (1915), "¿Por qué la guerra?" (1933), "Comentario sobre el antisemitismo" (1938) y "Moisés y la religión monoteísta" (1939).

Así, Freud, padre del psicoanálisis, no solo fue un científico interesado permanentemente en la clínica, sino también en la cultura, la sociedad y sus problemas. De cierta manera, Freud también desarrolló, además de una teoría del sujeto, una teoría de la cultura desde el punto de vista psicoanalítico, teoría que fundamenta en gran medida los desarrollos de la psicología social contemporánea. Si bien es cierto que el psicoanálisis toma como objeto de estudio el psiquismo del sujeto, es a raíz de esta indagación que Freud se interesa en las bases afectivas del vínculo del sujeto con la sociedad. El psicoanálisis ha descubierto que los sentimientos sociales llevan consigo un interés o libido sexual que ha sido objeto de represión, y, por lo tanto, se constituyen en la causa de determinadas perturbaciones anímicas que, incluso, pueden definir lo peculiar de un grupo. Para Freud, las neurosis en general tenían un carácter asocial, es decir, apartaban al sujeto de la sociedad. Asimismo, él demostró que el precio del progreso cultural que el sujeto debe pagar se manifiesta en un déficit de dicha, provocado por la elevación del sentimiento de culpa, constituyéndose éste en el problema más importante del desarrollo cultural.

martes, 16 de abril de 2024

541. ¿Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla?

Después de realizar una revisión del concepto de compulsión a la repetición en la obra de Freud y de Lacan, podemos concluir que en ninguno de los dos autores se hace un uso de dicho concepto para aplicarlo a la psicología de las masas, y específicamente para pensar un fenómeno como el que revela el dicho popular: “los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”; sin embargo, se podría decir que en el tratamiento que hacen dichos autores del concepto en cuestión, hay algunas alusiones a la posibilidad de poder ser utilizado para pensar la psicología de los pueblos y el proverbio popular.

Así, por ejemplo, cuando Freud (1920/1979) aborda la repetición en los fenómenos de la transferencia, él indica claramente que se trata de un fenómeno que “puede reencontrarse también en la vida de personas no neuróticas” (pág. 21). Para Freud es claro que la repetición de situaciones olvidadas y que no se recuerdan, es un asunto estructural, que abarca la vida de todo sujeto, neurótico o no, y que además se puede presentar en cualquier situación en la que el sujeto establece un vínculo con sus semejantes; por eso él insiste en llamar a esta repetición de la que el sujeto no escapa, destino demoníaco y fatal (Freud, 1920/1979, pág. 21), es decir, una repetición de la historia del sujeto caracterizada por el retorno, una y otra vez, de los mismos acontecimientos de su vida, acontecimientos desafortunados, desdichados o infelices, a los que el sujeto está sometido irremediablemente.

Entonces, como se trata de una noción estructural que se puede extrapolar a otras muchas situaciones de la vida del sujeto (Lacan, 1984, pág. 45), es por esto que se puede discernir que a Freud solo le faltó agregar a su reflexión sobre la compulsión a la repetición, su traslación a fenómenos de masa donde la historia se repite, tal y como lo indican, no solo el proverbio, sino los observadores de los fenómenos de los pueblos, que muestran claramente cómo la repetición de la historia de un pueblo habla de un destino fatal y demoníaco para él mismo.

Si la psicología individual es simultáneamente psicología social (Freud, 1921/1979), también sería válido pensar que lo que un pueblo no puede recordar, eso que olvida o reprime, retorna bajo la forma de la compulsión a la repetición; hay pues algo en la vida de los pueblos que se repite de forma inconsciente, y es posible entonces conjeturar que el olvido de la historia por parte de los pueblos, que es lo que los condena a repetirla, tendría que ver con lo traumático, es decir, con lo dolorosa, penosa, vergonzosa o displacentera que pudo haber sido esa historia. Es decir que, así como la psicología individual es también social, el pueblo, la masa se comportan, a su vez, como un individuo. Los pueblos, entonces, también reprimen su historia, sobre todo cuando esta ha sido traumática; la olvidan, quedando esa historia desligada de toda elaboración, es decir, deja de ser recordada y pensada por el pueblo, lo que la lleva a repetirla. Pero, para poder hacer esta hipótesis, tenemos que pensar la psicología de un pueblo como equivalente a la psicología de un individuo: el comportamiento de todo un pueblo o país sería equivalente al comportamiento de un individuo, o por lo menos su comportamiento podría ser pensado como si se tratara del comportamiento de un individuo. Además, habría que pensar lo siguiente: si el trauma para los individuos es de orden sexual, ¿en el caso de la psicología de los pueblos de qué trauma se trata? ¿Qué es lo que haría traumática una historia colectiva? Probablemente la respuesta está del lado de los traumas de guerra, esos traumas que no son sexuales pero que causan una herida en el espíritu de los pueblos.

La compulsión a la repetición es pues un concepto teórico, estructural, que nos permite acceder, no solamente a la comprensión de las conductas de fracaso de los sujetos, y “que les dan la sensación de ser los juguetes de un destino perverso” (Chemama & Vandermersch, 2004), sino también a la repetición de la historia por parte de todo un pueblo o una masa.

Teniendo en cuenta lo anterior, pasemos entonces a responder la pregunta de a qué mecanismo psíquico, de carácter colectivo, responde esta compulsión a la repetición de la historia de un pueblo; la respuesta sería, entonces, la misma que para la psicología individual: el pueblo, la masa, también busca la cancelación del pasado, de su historia, reprimiéndola, lo cual explicará la compulsión a repetirla; lo que no acontece de la manera en que el pueblo así lo esperaba, es decir, de acuerdo con su deseo, será anulado, repitiéndolo compulsivamente a través de su historia. ¿Cómo se generaría una tal represión colectiva? Es algo que queda pendiente de responderse, pero todo lo anterior daría cuenta de que, como bien lo indica Freud, la psicología individual es simultáneamente psicología social (Freud, 1921/1979), aspecto este que ha sido descuidado en el momento mismo de pensar la psicología de las masas; y, sin embargo, cada vez más se piensan los fenómenos psicosociales, así como se hace con los fenómenos individuales. Así, por ejemplo, cada vez más se hace evidente el uso del término síntomas sociales, “como el lugar de una verdad no dicha, que escapa al sentido” (Velásquez, 2008) en toda una colectividad; el termino síntomas sociales se vuelve pues útil para pensar, desde el discurso psicoanalítico, fenómenos de masas contemporáneos.

A la pregunta de si es equivalente la compulsión a la repetición que Freud encontró en la clínica psicoanalítica, a la repetición de la historia por parte de los pueblos, la respuesta sería entonces que sí. Sin embargo, como ya se indicó, es como si a Freud le hubiese faltado hacer uso del concepto de compulsión a la repetición en el estudio de los fenómenos de masa, allí donde la historia se repite, tal y como lo indica claramente el proverbio popular que hemos citado. ¿Por qué Freud no lo hace? ¿Fue acaso un descuido de su parte, o fue prudente en el empleo de dicho concepto para pensar la repetición de la historia por parte de los pueblos? Son preguntas que, todavía, no nos atrevemos a responder.

Por lo dicho anteriormente, a la pregunta de qué tanto sirve el concepto formalizado por el psicoanálisis para pensar lo que sucede al nivel de toda una masa social, la respuesta es: mucho, pero con todas las precauciones que se debería tener en cuenta, las mismas que suponemos tuvo Freud para trasladar su concepto de compulsión a la repetición a fenómenos de masa. Por lo tanto, a la pregunta cómo hace la masa, el pueblo, para olvidar su historia, la respuesta también es la que Freud aplica a la psicología individual: la represión, un olvido colectivo que opera también en los pueblos, igual al que realiza el sujeto neurótico cancelando el pasado, su historia, reprimiéndola; faltaría, eso sí, dar cuenta de la especificidad de dicha represión a nivel de las masas, pero esto nos hace saber, cada vez más, como aquella se comporta igual que un individuo. Es decir que se trata de un asunto estructural, constitucional, no solo inherente a la psicología del individuo, sino también a la historia de los pueblos y de la humanidad toda.

Por último, habría que plantear qué tipo de intervención se podría hacer a la masa, a los pueblos, para que dejen de repetir la historia que se olvida. ¿Cómo tratar ese olvido que se presenta en los pueblos y que los lleva a repetir su historia? Es decir, ¿cómo cancelar las represiones de un pueblo o una masa, para que deje de repetir su historia? La respuesta aquí también es la misma que para el individuo: el pueblo sólo podrá recuperar su poder sobre lo olvidado, sobre lo reprimido, en la medida en que aquél se dedica a recordarla, elaborarla, tramitar lo traumática que haya sido, y la haga conocer a todos los individuos, es decir, la transmita a las siguientes generaciones para que éstas no la olviden. De aquí la importancia de todos los recursos a los que recurre una cultura para que la historia de un pueblo no se olvide: museos de la memoria, enseñanza de su historia, conmemoraciones, eventos o ritos que rememoran los acontecimientos traumáticos, etc. Un pueblo que recuerda su historia, que no la olvida, se supone que no la repite.

miércoles, 20 de marzo de 2024

540. «Todo el mundo es loco»

“Todo el mundo es loco” es un aforismo de Lacan. “Todo el mundo es loco, Lacan lo formuló una sola y única vez, en un texto publicado en una revista que era entonces restringida, Ornicar?” (Miller, 2024). Este aforismo entró en el lenguaje de la AMP, incluso se volvió una especie de eslogan. Fue entendido como una reivindicación democrática de la igualdad de los ciudadanos que se impone a la jerarquía médico-paciente, deconstruyéndola. “Lacan había anticipado la ideología contemporánea de la igualdad universal de los seres hablantes señalando la fraternidad que debe ligar, según él, al terapeuta y a su paciente” (Miller). 

Esta reivindicación igualitaria de los sujetos se traduce en la desaparición de la clínica. “Todos los tipos clínicos se sustraen progresivamente del gran catálogo clínico, ya degradado y deconstruido por las ediciones sucesivas del DSM” (Miller, 2024). Ahora los sujetos afectados de un trastorno mental, de una discapacidad, se asocian y hacen grupos. Grupos fundados jurídicamente que se constituyen a menudo en grupos de presión, como, por ejemplo, los autistas. Todo anuncia que la clínica será pronto cosa del pasado (Miller).

Hay pues una despatologización de la clínica. “No habrá más patologías, en su lugar habrá, hay ya, estilos de vida libremente elegidos” (Miller, 2024), y jurídicamente sancionados. Se trata de la sustitución del principio clínico por el principio jurídico. Un ejemplo de ellos son los sujetos que demandan una transición de género. “Un hombre político francés propone hoy incluso, que el cambio de sexo se introduzca en la Constitución francesa y se reconozca como un derecho humano fundamental, hasta ahora olvidado” (Miller). Ahora todo el mundo es normal.

El Todo el mundo es loco va, pues, de la mano de la despatologización de la enfermedad mental. ¿Cómo podría salvarse la clínica a pesar de toda despatologización? Se propone una dialéctica para salvar la clínica a pesar de la despatologización, distinguiendo entre la tesis (la desaparición de toda patología) y la hipótesis (la conservación de las distinciones clínicas). Así pues, se conservan las distinciones de la clínica al nivel subordinado de la hipótesis (Miller, 2024).

Si todo el mundo es loco, ¿es que es delirante? Sí, todo el mundo es loco, es decir delirante. Decir “La imputación de locura y de delirio depende aún de la clínica. Parece que valida el fin de la clínica, pero en términos que pertenecen a la clínica (…) Todo el mundo es loco, ¿Quién lo dice? No puede ser más que un loco. Por lo tanto, lo que dice es un delirio” (Miller, 2024).

martes, 20 de febrero de 2024

539. ¿Cómo explica el psicoanálisis la parálisis del sueño?

"La interpretación de los sueños (1900)" es el texto con el que Freud dio a conocer al mundo científico y académico su teoría psicoanalítica; sin embargo, no abordó específicamente la parálisis del sueño en su obra. Este fenómeno ha sido estudiado principalmente en el ámbito de la medicina y la psicología contemporáneas, donde su explicación se encuentra en términos de neurociencia y fisiología del sueño.

Las teorías neuropsicológicas contemporáneas consideran que la parálisis del sueño es un trastorno en el cual una persona, al despertar o quedarse dormida, experimenta una incapacidad temporal para moverse o hablar. Esto suele ir acompañado de sensaciones de presión en el pecho, alucinaciones visuales o auditivas, y una sensación de terror por la imposibilidad de moverse o levantarse. Se cree que este fenómeno está relacionado con una interrupción en la transición entre las etapas del sueño REM (movimiento ocular rápido) y el sueño NREM (no REM), lo que puede temporalmente desconectar la mente del cuerpo.

Así, los investigadores contemporáneos relacionan esta parálisis con aspectos neurofisiológicos y la interrupción en la transición entre las etapas del sueño REM y NREM. Se centran en la actividad cerebral durante el sueño y cómo pueden ocurrir disfunciones en el proceso de despertar del sueño REM. Durante el sueño REM, el cuerpo se paraliza naturalmente para evitar que las personas actúen físicamente sus sueños, como ocurre en el sonambulismo, considerado también un trastorno del sueño.

En el caso de la parálisis del sueño, esta parálisis temporal puede persistir brevemente, causando la sensación de estar atrapado en el propio cuerpo o incluso de separación del mismo (lo que la parapsicología denomina desdoblamiento). Las explicaciones de la mitología popular atribuyen la parálisis a la presencia de íncubos, duendes, demonios o brujas.

¿Cómo explica el psicoanálisis la parálisis del sueño? Para el psicoanálisis, la parálisis del sueño responde a un conflicto psíquico entre dos fuerzas en pugna, similar a lo que sucede en la formación de un síntoma psíquico. Este conflicto es siempre una formación de compromiso entre dos fuerzas opuestas que buscan su satisfacción: lo represor (las demandas morales y culturales) y lo reprimido (las demandas pulsionales y deseos reprimidos).

En la parálisis del sueño, las dos fuerzas en conflicto son las demandas culturales que exigen al sujeto cumplir con sus deberes y tareas, y la realización de un deseo muy poderoso en los individuos: el deseo de seguir durmiendo y descansar. Por esta razón, la parálisis del sueño suele ocurrir cuando el sujeto intenta tomar una siesta después del almuerzo o por la mañana antes de despertar, pero se ve obligado a levantarse para cumplir con sus responsabilidades laborales, académicas o domésticas.

En este momento, el deseo de dormir entra en conflicto con las exigencias del yo para despertarse y trabajar, lo que lleva a experimentar la parálisis del sueño. Durante este estado, el sujeto puede sentir que no puede levantarse, lo que puede llevarlo a gritar, llamar a alguien o pedir ayuda, aunque en realidad está soñando. Sin embargo, estos sueños suelen ser muy vívidos, lo que lleva a que se experimenten como alucinaciones. En algunos casos, el sujeto puede soñar que se levanta y comienza a realizar sus tareas cotidianas: se lava los dientes, se alista para salir, se sube a su automóvil, hace el viaje hasta la oficina, y cuando llega a la oficina… ¡se despierta! Y se da cuenta de que lo cogió la tarde para llegar al trabajo.

En resumen, el conflicto en juego en este fenómeno se encuentra entre el deseo de dormir y las demandas imperativas del yo para cumplir con los deberes y responsabilidades.

viernes, 19 de enero de 2024

538. El declive del patriarcado y la clínica del sinthome

Nos encontramos en una era marcada por una crisis de autoridad, estrechamente relacionada con una crítica al patriarcado. El sistema simbólico que ordenaba las formas de disfrutar, la propia diferencia (identidad), los géneros y otras diferencias binarias, está en crisis. La crisis del patriarcado, formulada por Lacan antes de la Segunda Guerra Mundial, se manifiesta hoy como un declive social de la imago paterna (Bassols, 2023). La figura del padre, promovida como autoridad por el patriarcado, se ha vuelto insoportable; la autoridad paterna resulta ahora intolerable. Este declive de la función paterna coincide con una demanda, un llamado, una exigencia de algo que ocupe el lugar de esa función simbólica que organiza las formas de goce del sujeto (Bassols). Socialmente, esto se refleja en el aumento de formas autoritarias que se creían obsoletas, como se observa en la política, por ejemplo, con Trump en EE. UU., Milei en Argentina y Bukele en El Salvador. Esta demanda da lugar a nuevas formas sintomáticas a nivel social y personal; de ahí las quejas de los padres que no saben cómo lidiar con hijos que sufren de bullying, cutting, hiperactividad, adicciones, crisis de identidad, intentos de suicidio, autismo, desconexión de la realidad, entre otros.

Lacan formalizó la función paterna en la década de 1950 con su famosa "metáfora paterna". El Nombre del Padre era el significante que metaforizaba el deseo de la madre y proporcionaba al sujeto una forma de ubicarse en relación con su cuerpo, su goce y el deseo del Otro (Bassols, 2023). La falta de inscripción del Nombre del Padre en el sujeto diferenciaba el campo de las neurosis del de las psicosis, estableciendo una clínica estructural binaria. Sin embargo, la renuncia a la función paterna en la actualidad no implica una mejora; tampoco se trata de "reivindicar el sistema social fundado en el patriarcado. No hay retorno posible" (Bassols, 2023). El patriarcado es un sistema obsoleto, por lo que es necesario interpretar ese llamado al Otro como una invitación a otras formas de organización social y de goce. Esto da lugar a nuevas formas sintomáticas y a una diversidad de acciones simbólicas que generan una nueva clínica.

En la década de 1970, Lacan pluralizó la metáfora paterna, adaptándose al declive de la función paterna. Redujo el Nombre del Padre a un operador lógico, introduciendo fronteras móviles en las estructuras clínicas y pasando de una clínica continuista a una clínica de nudos. En esta nueva clínica, cualquier significante puede operar la función de anudamiento de lo simbólico; la "evaporación" del padre no implica su desaparición, sino más bien una dispersión de la función simbólica en diversas formas de nominación que el sujeto contemporáneo utiliza para representarse (Bassols).

El sujeto moderno llega a terapia con un diagnóstico, intentando nombrar una forma singular de goce. En el DSM, cada vez más en declive, los cuadros clínicos son cada vez más indefinidos, como se ve en el trastorno del espectro autista y el término "trans". El sujeto intenta nombrar lo más singular de un goce disruptivo en el cuerpo, generando fronteras más flexibles y móviles en el campo simbólico. La pluralización de los nombres del padre deja atrás la clínica estructural y nos sumerge en una nueva clínica basada en los nudos, los anudamientos y desanudamientos (Bassols, 2023). Esta es la clínica del sinthome.

El sinthome es el nombre singular del goce de cada sujeto, introducido por Lacan en 1975 en su seminario, continuando con la elaboración de su topología -nudo borromeo- y la exploración de los escritos de James Joyce. Lacan consideraba que el síntoma está inscrito en un proceso de escritura; ya no es un mensaje a descifrar, sino un puro goce que no se dirige a nadie (Thurston, 2007). El sinthome designa un núcleo de goce inmune a la eficacia de lo simbólico, permitiendo al sujeto vivir.

Todo esto lleva a Miller a proponer un nuevo ordenamiento de la clínica con el término "psicosis ordinarias", fenómenos clínicos que incluyen signos discretos, eventos corporales imperceptibles y sutilezas en el discurso. Este término no pretende ser una nueva categoría clínica, sino un neologismo que orienta al clínico donde no se distingue entre neurosis y psicosis. La psicosis ordinaria se convierte en una anticategoría, subvirtiendo el orden clínico heredado de la psiquiatría y respondiendo a la crisis del patriarcado. La clínica del sinthome, al escuchar las nuevas formas de producir síntomas y goces, prescinde de la clínica clásica para atender la singularidad de cada caso (Bassols). Esto es la clínica del sinthome.

548. La lógica del fantasma: el «fantasma fundamental»

El décimo cuarto seminario de Lacan se titula La lógica del fantasma, un título que puede parecer paradójico o discordante, ya que el fantas...