50. La conciencia moral.

El psicoanálisis ha establecido que la conciencia moral se forma a partir de la introyección o incorporación dentro de sí de la inclinación agresiva propia del ser humano; esto constituye la principal herramienta de la que se vale la cultura para volver inofensivo el gusto que tienen los sujetos por agredirse unos a otros.

Este tema introduce el problema de la capacidad que tiene el ser humano para diferenciar el bien del mal. Dicho entendimiento no es ni originario, ni innato; el sujeto no nace aprendido para distinguir el bien del mal. Es una influencia exterior, ya sea una moral religiosa o una ética social, la que determina lo que es malo o bueno para alguien, influencia que deberá introyectarse por la vía de una identificación.

Como conciencia moral, la agresividad está lista para ejercer contra el sujeto la misma severidad agresiva que ella habría satisfecho de buena gana en sus semejantes. El psicoanálisis designa como conciencia de culpa a la tensión que se produce entre esa parte del Yo que ha interiorizado la agresividad -y que en el argot analítico se llama superyó-, y el Yo, que quiere expresar sin restricciones su cuota de agresividad. Con este mecanismo de “meter adentro” el peligroso gusto agresivo del individuo, la cultura coarta el impulso agresivo y lo debilita, quedando el sujeto bajo una especie de vigilancia permanente. Esa instancia situada en su interior no es otra que su conciencia moral, la cual, a la manera de una voz interior, le va diciendo si lo que quiere hacer está mal o bien hecho.

Al sentimiento de culpa los creyentes le dicen pecado. Pero el problema con la “psicología del pecado”, es que hay sujetos que se sienten culpables a pesar de que no han hecho nada malo o a pesar de ser buenos y de seguir una vida recta y consecuente con sus creencias religiosas o sus ideales. Esto se debe a que dichas sujetos perciben en ellos, muchas veces de manera inconsciente, el propósito de obrar mal; de tal manera que la intención de obrar mal pasa a ser considerada como equivalente a la práctica de la agresión o la maldad.

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