¿Qué es la interpretación analítica?, se pregunta Miller en su texto Los signos del goce (1998), y responde citando a Lacan en Aun: “«[...] a lo que se enuncia como significante se le da una lectura diferente de lo que significa».” Y agrega: “Por referencia a la escritura, ustedes dan a lo que se enuncia de significante en la palabra una lectura distinta que el efecto de significación. De modo que Lacan puede formular esa enormidad de que el inconsciente es, ante todo, lo que se lee.” (p. 281). Así pues, formular que el inconsciente es ante todo lo que se lee, es formular que es del orden de lo que se escribe.
Hacer del inconsciente escritura, cifrado, es lo que va a permitir acceder al goce del sujeto. El síntoma mismo es un modo de gozar del sujeto; “...es un modo de gozar del inconsciente en tanto el inconsciente determina al sujeto”. (Miller, 1998, p. 289). El síntoma tiene entonces dos caras: una cara significante y una cara de goce; en el síntoma el significante está confundido con el goce. Como el goce reside en el cifrado del inconsciente, Lacan va a recurrir al signo, al concepto de signo, signo que se puede definir como el significante con sus efectos de significado, pero que también es letra cuando se considera el goce que produce con el cifrado.
El significante más el goce (S1–a) conforman el síntoma en la medida en que él está articulado a un proceso de escritura; por esta razón la clave del síntoma no está en el desciframiento que puede hacer el Otro del síntoma. La clave del síntoma está en su escritura, en la letra que él es. La interpretación del analista ha de apuntar a otra cosa distinta a la de descifrar el síntoma. Así como el paciente está del lado del habla en el análisis –en el análisis sólo se puede hablar–, el analista está del lado de la escritura, “...del lado del analista hay escritura.” (Miller, 1998, p. 297). De tal modo que la interpretación se hace con referencia a lo escrito y por medio del equívoco. “Desde esta perspectiva, la interpretación es la respuesta de la escritura a la palabra”. (Miller, p.297).
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