El saber de la ciencia es un saber formal, un saber escrito, un saber de lógica formal que implica un manejo de la escritura. El saber científico se expone todo en fórmulas, que además hacen posible su transmisión. Esta es la razón por la que es un saber universal; todos los químicos, los biólogos o los físicos del mundo hablan el mismo idioma: el idioma de las matemáticas, de las fórmulas matemáticas. La matemática es el lenguaje de la ciencia, un lenguaje que es lógico y formal, y que implica siempre una escritura. A su vez, el discurso científico se vuelve un discurso repetitivo; por todo el mundo se repiten las fórmulas de la ciencia.
Gracias al discurso de la ciencia, la verdad sobre la vida, la existencia y el ser, buscada durante siglos por la religión o la filosofía, queda reducida a la lógica formal como atributo del saber, es decir, sin dialectización. Esto es lo que distingue al discurso moderno, al discurso de la ciencia: Es un discurso matematizado y lógico, que reduce lo real a la escritura, produciendo una reducción, un vaciamiento de sentido, en la que también queda excluida la posición subjetiva del científico (Brousse, 2000). Sólo basta con sentarse a hablar con un neuropsicólogo sobre cualquier aspecto humano, y se podrán dar cuenta que la conversación termina o queda cerrada una vez que se llega a la causalidad fisiológica del comportamiento; es el rechazo de la dialéctica en nombre de la ciencia. Porque la ciencia lo dice, eso debe ser así.
Este saber-escritura del discurso de la ciencia, del cual dice Lacan que rechaza y excluye la dinámica de la verdad, es decir, que excluye la verdad como efecto de los enunciados del sujeto o como resultado del deseo del sujeto, ese rechazo radical de la subjetividad -a lo que el psicoanálisis llama forclusión del sujeto- como efecto del discurso de la ciencia, se opone el discurso del psicoanálisis. Y lo hace de una manera muy sencilla: no le da la palabra a los genes o al cerebro, ya que estos no hablan; se la da al sujeto, el único objeto examinado por la ciencia que se puede preguntar “¿qué o quién soy yo?”, “¿qué deseo?”, “¿soy hombre o soy mujer?”.
Los teóricos del cerebro-máquina pretenden, en la contemporaneidad, transformar a la ciencia en religión y considerar al hombre como un autómata, pero el psicoanálisis sabe que el sufrimiento psíquico del sujeto no se cura a punta de medicamentos y terapias adaptativas. La muerte, las pasiones, la sexualidad, la locura, el inconsciente, la relación con el otro, es lo que le da forma a la subjetividad, la cual excede ampliamente la constitución biológica.
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