Es un hecho que la experiencia amorosa entre los hombres y las mujeres, en la mayoría de los casos es desastrosa, es decir, llena de desencuentros y fuente de sufrimiento para el sujeto. Las relaciones de pareja se asemejan entonces a una comedia, La comedia de los sexos, como el título de una obra de Ernest Hemingway. Miller (2002) dirá que la comedia de los sexos obedece a la diferencia que hay entre el ser y el tener, es decir, porque la mujer está del lado del ser, y el hombre del lado del tener.
Esta diferencia entre ser y tener se pone en juego en el momento en que un sujeto establece la diferencia sexual entre los hombres y las mujeres, lo cual sucede bien temprano en su infancia. Todo niño se enfrenta al encuentro con la diferencia sexual; el problema aquí es que sólo existe un significante para señalar dicha diferencia: el falo. Es decir que a nivel del inconsciente sólo hay un significante para establecer la diferencia sexual, y dicha diferencia se establece, o la establecen los niños, diciendo: los niños tiene pene, las niñas no lo tienen. Es un asunto de tener o no tener el falo, en la medida en que el falo necesariamente concierne a esa parte del cuerpo, a ese órgano del cuerpo, a ese apéndice del cuerpo que llamamos pene.
El pene es, definitivamente, un órgano que desempeña un papel fundamental en la relación entre los sexos. Es un órgano que, como lo indica Miller (2002), es suficientemente identificable como para poder indicar si lo hay o no lo hay en el cuerpo, sin necesidad de hacer una cirugía para saberlo. Si está presente, se lo ve o se lo toca, entonces a ese sujeto se lo inscribe en el conjunto de los hombres; si falta, si no se lo ve, si no está, entonces a ese sujeto se lo inscribe como mujer. En ocasiones hay dudas, por ejemplo, en los casos de hermafroditismo. Entonces se le hace al sujeto un examen cromosómico, el cual determinará, gracias al discurso de la ciencia, si él es hombre o si es mujer. Si tiene los cromosomas XX, será hembra, si tiene los cromosomas XY, será macho. Lo real del sexo es determinado aquí por un examen, pero ha sucedido que, un hermafrodita que se creía mujer, sale con los cromosomas XY, o viceversa. Miller se pregunta entonces. “¿De qué le sirve a alguien enterarse a los veinticinco años de que es un hombre cuando hasta ese momento se lo tomaba por una muchacha?” (pág. 152). Igual sucede con muchos sujetos XX que se sienten hombres, y muchos XY que se sienten mujeres, o quieren serlo. Es decir que ni lo biológico, ni los genes ni los genitales, determinan la posición sexual de un sujeto.
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