El amor es una pasión del alma, o del sujeto, si se quiere. Por eso cabe preguntarse por qué los seres humanos aman. Las nuevas ciencias del cerebro dirían que todo aquello que tiene que ver con el amor, desde el maternal hasta el curioso hecho de que algunos sujetos logren permanecer felices por décadas con la misma pareja, o que otros sean incapaces de jamás forjar una relación duradera, es culpa de una hormona: la oxitocina, la cual ayuda a forjar lazos permanentes entre amantes tras la primera oleada de emoción; otros investigadores le achacan la culpa del amor a una sustancia estimulante y adictiva, la feniletinamina, que cuando se dispara produce euforia y alborozo, y al papel que cumplen algunos transmisores cerebrales como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina. Ya se trate de hormonas o sustancias, estas actúan cambiando las conexiones de los miles de millones de circuitos cerebrales.
El psicoanálisis no busca la causa del amor en el quimismo del cerebro; él piensa más bien las cosas al revés -así como lo sugiere la misma explicación científica-: es la emoción, el enamoramiento, esa “primera oleada de emoción”, la que afecta el quimismo cerebral, aumentando las dosis de oxitocina y noradrenalina, etc. Volvamos, entonces, a la pregunta: ¿por qué los seres humanos amamos? La respuesta es: porque somos efecto del lenguaje. Para el psicoanálisis, el lenguaje es lo que determina la posibilidad de existencia del sujeto y, por hablar, se introduce en él una «falta de ser» fundamental. Es decir que el sujeto para el psicoanálisis no solo es efecto del lenguaje, sino que también es un sujeto en falta, un sujeto que por hablar ha perdido su ser. Y es justamente aquí, en el lugar de la «falta de ser», donde podemos introducir esa pasión, ese afecto que llamamos amor. El amor se constituye, entonces, en una de las formas que tiene el sujeto para hacerse al ser, para "agarrar" el ser. Para el psicoanálisis el amor es una respuesta a la falta en ser del sujeto. El amor surge como una de las respuestas posibles a la falta en ser del sujeto. Por tanto, los seres humanos aman en la medida en que son seres en falta, de tal manera que se ama para «hacerse al ser», para tener un ser, para alcanzar el ser, para llegar a ser alguien en la vida; porque ser amado por alguien, me da un motivo para existir, para ser.
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