lunes, 1 de noviembre de 2010

191. Desresponsabilización del sujeto en el discurso de la ciencia.

La pulsión es lo que hace que el psicoanálisis quede situado por fuera del discurso científico. Si el psicoanálisis está del lado de las ciencias naturales, es porque las ideas del psicoanálisis comportan un grado de indeterminación; su saber es incompleto y por lo tanto modificable, como lo es todo saber científico; si no fuera modificable sería un saber religioso. Freud quería hacer entrar al psicoanálisis dentro de las ciencias de la naturaleza; él ubicó allí al psicoanálisis, en contra de las ciencias humanas. Freud tenía una clara aspiración científica al querer hacer del psicoanálisis una ciencia dura, al igual que la física o la biología.

Bien que la pulsión no es un concepto biológico, tampoco se trata de un concepto antibiológico. La biología existe: el sujeto es poseedor de un organismo, de un sistema nervioso central y periférico, de unos genes que determinan en gran medida todos sus aspectos físicos, de un quimismo cerebral, etc. Pero la pulsión es más bien un concepto a-biológico, es decir, es un concepto ligado a lo biológico, pero que le pone un límite de la determinación biológica sobre el sujeto. La pulsión señala una causalidad inédita en el sujeto, una causalidad ignorada por la ciencia, y que incluye la causa de la posición sexual del sujeto, el cual debe responder en su existencia por la pregunta: "¿soy hombre o soy mujer?". Para las ciencias que insisten en las bases neurofisiológicas del comportamiento, la posición sexual de un sujeto depende de las hormonas, los genes, el tamaño del cerebro o el tipo de órgano sexual que posee.

Un buen ejemplo de la reducción de la verdad a un elemento de prueba formal en el discurso de la ciencia, es la explicación de que la psicología del amor se reduce a una sustancia estimulante y adictiva, la feniletinamina, la cual, cuando se dispara, produce una euforia en el sujeto. También los neuropsicólogos hablan del papel que cumplen algunos transmisores cerebrales, como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina. El amor, entonces, es reducido a la presencia o ausencia de estas sustancias: si hay presencia de testosterona, dopamina y noradrenalina, entonces el sujeto está enamorado. Y si en lugar de amor hay amistad, se debe a la presencia de componentes químicos como la vasopresina, la oxitocina -de la cual dependen los vínculos: ¡es la teoría del vínculo reducida a una base fisiológica!- y las endorfinas. La atracción sexual dependerá de las feromonas y si la testosterona está muy alta, entonces habrá violencia intrafamiliar.

El producto de esta reducción del saber a una verdad científica, es la des-responsabilización del sujeto en un sin número de sus conductas. Es lo que el psicoanálisis denomina «forclusión del sujeto» -rechazo radical del sujeto en el discurso de la ciencia-. Así, por ejemplo, un sujeto que golpea a su mujer, dirá que no es responsable de ello, que la responsabilidad se le debe achacar a su alto nivel de testosterona en el cuerpo. Y si es infiel, esto obedece a su herencia genética, ya que sus ancestros primitivos varones, procuraban tener relaciones sexuales con varias mujeres a la vez, para garantizar la supervivencia de la especie, tal y como lo anunció una noticia científica aparecida recientemente en los periódicos del mundo. Ya un esposo infiel le puede decir a su mujer: “no soy yo, son mis genes”.

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