UN BLOG SOBRE PSICOANÁLISIS LACANIANO. Los textos cortos aquí publicados, aparecieron en el semanario La Hoja de Medellín, entre los años 1995 y 1999, en una columna titulada «Sentido Común». A partir del 18 de julio de 2007, he empezado a publicar otros textos cortos, reflexiones, ideas, desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano. Espero les sea de utilidad para pensar al sujeto y como introducción al psicoanálisis. Bienvenidos!!
miércoles, 21 de diciembre de 2011
327. Adolescencia, drogas y capitalismo.
¿Por qué los adolescentes consumen drogas? La respuesta a esta pregunta es compleja, como complejo es el ser humano. Son muchos los factores y causalidades a tener en cuenta para poder dar respuesta a ella, y por lo tanto, variadas también serán las perspectivas y soluciones a dicha pregunta. Lo primero que hay que decir es que no sólo el adolescente consume drogas; lo hacen también los adultos y otros tipos de poblaciones, pero lo que sí se puede asegurar, es que el adolescente hace parte de la población más vulnerable al problema del consumo de sustancias psicoactivas. Los hombres, en todos los momentos de su historia y en todas las culturas, se han entregado al consumo de sustancias psicoactivas, solo que ahora es un problema de enormes dimensiones y de carácter global gracias, precisamente, a la sociedad de consumo y las economías de mercado en las que vivimos. Así pues, los adolescentes son una población muy vulnerable al consumo, no solo de drogas, sino de todo lo que le ofrece el mercado.
El “adolescente” como concepto es algo más bien reciente, incluso hay quienes piensan que es un invento de la modernidad, un "funesto invento", según González (1999), que hizo su aparición precisamente con el surgimiento de la sociedad de consumo, la cual ya preveía la capacidad consumidora de este grupo. Es decir que el concepto nace a la par del surgimiento de consumismo, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en la que el avance del desarrollo industrial capitalista hace posible el mercado de bienes y servicios, disponibles gracias a la producción masiva de los mismos. Y justamente, con la sociedad de consumo, es decir, con las economías de mercado y el capitalismo, surge también el problema de las adicciones a las drogas en la modernidad. Lo uno va de la mano de lo otro, o mejor, lo uno no es sin lo otro.
En la cultura occidental la población de jóvenes no era objeto de interés de ningún discurso humano. Si la adolescencia produce tratados desde hace sesenta años, es debido a la nueva organización social derivada del desarrollo industrial, el capitalismo y el impacto de los medios de comunicación, los cuales han centrado la atención sobre esta franja de edad que va entre los doce y veintiún años. Para el mercado el adolescente se ha vuelto objeto de particular interés; él es un consumidor en potencia que se puede manipular fácilmente con ayuda de la publicidad; ésta ha llegado al extremo de convertir la adolescencia en una “clase social”, con una “identidad”, unas costumbres, unos gustos y un “modo de ser” propios. De hecho, los mensajes publicitarios dirigidos a los adolescentes se apoyan precisamente en los aspectos críticos de este momento: la libertad y el amor, es decir, la autonomía y la sexualidad. A ello se suma la universalización de las costumbres y la caída de los valores que regían las generaciones pasadas; con este panorama los aspectos críticos de la adolescencia se han convertido en un problema que trasciende barreras sociales y culturales.
viernes, 16 de diciembre de 2011
326. ¡Todos adictos!
Casi que lo que habría que preguntarse es: ¿por qué los seres humanos tendemos a ser adictos? Hoy en día casi que se podría plantear la adicción a un objeto o a una actividad como parte de las características de cada ser humano, por eso nos podemos preguntar por qué los seres humanos somos tan “adictivos”, cosa que no sucede con los animales. El acto de drogarse, entre otros, distingue al ser humano de los animales; es como si el hombre fuese por «naturaleza» un ser predispuesto a las adicciones. Algo tenemos los seres humanos, algo hace parte de nuestro ser, que nos hace sujetos proclives a la adicción. Y si a esto se le suman las demandas de la sociedad de consumo, casi que se podría decir: ¡Todos adictos! Como dice Laurent (2011), en la contemporaneidad hay una "relación adictiva que se tiene con los objetos de goce. Porque casi todo puede transformarse en un objeto de goce. (...) Puede volverse adictivo el shopping, el tabaco, la droga, el sexo, todo puede tomar el matiz de una invasión." ¿Cómo responde el psicoanálisis a este nuevo síntoma? El psicoanálisis le ayuda a cada sujeto a inventarse una solución a su medida para resistirse a la pulsión de muerte, resistirse a ese goce invasor; no sin olvidar que existe "el derecho de cada uno a dañarse un poco, no del todo, sólo un poco." (Laurent).
viernes, 9 de diciembre de 2011
325. Las neurosis de «excepción».
martes, 29 de noviembre de 2011
324. La represión psíquica en las neurosis.
La represión, tal y como la define Freud, es el esfuerzo de desalojo de la conciencia de representaciones que le producen al sujeto pena, dolor o vergüenza, es decir, displacer. Así pues, con la ayuda de la represión, el sujeto rechaza o mantiene en el inconsciente representaciones -pensamientos, ideas, imágenes, recuerdos- que le causan al sujeto algún malestar, en la medida en que entran en conflicto con las demandas de la cultura -limpieza, orden, exigencias morales y éticas-. La represión recae entonces, sobre contenidos sexuales y agresivos, que son justamente los dos impulsos que no tienen ningún tipo de autoregulación por parte del sujeto -cosa que no sucede con los animales, los cuales cuentan con el instinto, el cual regula dichos impulsos-.
La represión es una especie de censura psíquica, la misma que aparece en el inicio de los programas de televisión o de cine, y que dice más o menos así: "El siguiente programa contiene escenas de sexo y violencia. Se recomienda que los menores de edad estén acompañados de un adulto responsable". ¿Se han preguntado por qué esta censura recae sobre contenidos sexuales y agresivos? Porque, como ya se dijo, son los impulsos que en el ser humano no tienen ningún tipo de control interno. Por eso es que la represión apunta a mantener en el inconsciente todas las representaciones que están ligadas a las pulsiones sexuales, ya que si el sujeto las lleva acabo, se convertirían en fuente de displacer por entrar en conflicto con las demandas culturales.
El problema con el mecanismo de la represión que el sujeto utiliza para defenderse de las demandas pulsionales, es que ella siempre fracasa. Por eso se presenta lo que Freud denominó el «retorno de lo reprimido», es decir que lo que se reprime, retorna, vuelve, sale a la luz a pesar del sujeto. Dicho retorno es lo que da lugar a las denominadas «formaciones del inconsciente», las cuales no son otras que el olvido -de citas, de nombres de personas, de fechas importantes, de las llaves en la casa, etc.-, los sueños -de los cuales dice Freud que son la realización de deseos inconscientes reprimidos-, los actos fallidos -de los cuales el más conocido es el «lapsus linguae», ese error o tropiezo que comete el sujeto al hablar, leer o escribir, sustituyendo un nombre o palabra por otro-, los chistes -gracias a los cuales podemos hablar de asuntos sexuales y agresivos, burlando la censura psíquica- y los síntomas neuróticos, los cuales, en la neurosis histérica, se presentan en el cuerpo -afectando el funcionamiento de sus órganos-, y en la neurosis obsesiva, se presentan en el pensamiento -pensamientos obsesivos que mortifican al sujeto-. Gracias a que lo reprimido retorna, es que sabemos de la existencia del inconsciente.
viernes, 25 de noviembre de 2011
323. La renegación de la castración en la perversión.
Dice Lacan en su texto De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis (1975), que todo el problema de las perversiones consiste en concebir cómo un niño, en su relación con su madre, se identifica con el objeto imaginario de este deseo, en tanto que ella lo simboliza en el falo. En efecto, ya se trate de una estructura perversa -o de un rasgo de perversión en un sujeto neurótico-, siempre está en juego este primer tiempo del Edipo, en el que el niño se identifica con el objeto de deseo de la madre, es decir, el falo -él es el falo-, y la madre, por tener el objeto de su deseo -el falo-, es una madre fálica.
jueves, 17 de noviembre de 2011
322. La forclusión del Nombre del Padre en las psicosis.
Como lo forcluído es un elemento simbólico, éste reaparecerá en lo real, por eso el fracaso de lo forcluído no se manifiesta en la emergencia de síntomas -como en la neurosis-, sino por la reaparición, en lo real, de eso que no llegó, que no se inscribió, por ejemplo, bajo la forma de alucinaciones que para el sujeto psicótico se constituyen en realidades indiscutibles o certezas (Nasio, 1982); lo forcluído -rechazado- de lo simbólico, reaparece en lo real.
La Metáfora Paterna, esa sustitución que produce el significante del Nombre-del-Padre por el deseo de la madre en el tercer tiempo del Edipo, es como un poder, que le impone al sujeto el orden, la jerarquía, la estructura, la constancia, la estabilidad a la realidad del sujeto, a el mundo simbólico del sujeto. Hay un ordenamiento de la subjetividad por la inscripción en el sujeto de la Metáfora Paterna. Para que los elementos significantes sean consistentes y sirvan para darle sentido a las experiencias del sujeto, se necesita de un primer significante que le de consistencia a la serie de significantes que vienen después. Por ejemplo, para explicar la sucesión de los números naturales (1, 2, 3, 4, etc.), los lógicos matemáticos explican que se necesita de un número que al comienzo de la serie, no sea el sucesor de nadie; esté número que no es sucesor de nadie, es el que inaugura la sucesión de los números -el hecho de poder pasar del uno al dos, del dos al tres, etc.- y es el que le da consistencia al conjunto de los números naturales -conjunto simbólico-.
Ese número que al comienzo no es el sucesor de nadie es el número cero (Nasio, 1982). Pues bien, el número cero es equivalente al significante del Nombre-del-Padre, ese primer significante que le va dar estabilidad y consistencia al orden simbólico, al conjunto de significantes. Si este significante falta, está forcluído, el orden simbólico del sujeto no se sostiene, se desestabiliza, tal y como sucede en las psicosis. En el desencadenamiento de una psicosis hay un llamado a hacer metáfora, a poner un nombre en el lugar del Nombre-del-Padre, pero como este lugar -lugar del sucesor, a donde vendrán los demás significantes- no quedó inscrito en el sujeto, nunca llegó, forcluyó, entonces la psicosis se desencadena. El significante del Nombre-del-Padre es cualquier significante que llega al lugar del sucesor -metáfora-, pero como este lugar no está, no existe en el sujeto psicótico, está forcluído, entonces, en su lugar vendrá la alucinación.
viernes, 11 de noviembre de 2011
321. La identificación al Ideal del Yo en el tercer tiempo del Edipo.
Cuando el niño deja de ser el falo, deja de estar identificado al Yo Ideal -la imagen de perfección narcisista de la fase del espejo- y pasa a identificarse con el Ideal del Yo. En el tercer tiempo del Edipo se produce la identificación con ciertos elementos o rasgos significantes de los que el padre es soporte, las insignias del padre, las cuales le permiten al sujeto responder a la pregunta ¿qué es ser un hombre? Al dejar de ser el falo y al reconocer que lo tiene -pero que lo puede perder, en el caso del niño varón-, lo siguiente que tiene que resolver el niño es: si lo tengo -el falo-, ¿qué significa ser un hombre? Para responder a esta pregunta, recurrirá a identificarse con las insignias de la masculinidad tomadas del padre, rasgos tomados del padre con los que se identificará. Si se trata de una niña -que no lo tiene... el falo-, se identificará con las insignias de la feminidad tomadas de su madre, rasgos tomados de la madre y que responden a la pregunta ¿qué es ser mujer?
La identificación a ese conjunto de rasgos tomados de los padres y que constituyen el Ideal del Yo, es lo que hace que un sujeto se parezca en su forma de ser, en su personalidad o en ciertos rasgos, a sus padres; por lo general, los niños se parecen a sus padres, y las niñas, a sus madres -pero se pueden tomar rasgos de ambos padres-. El refrán que dice "hijo de tigre nace pintado" refleja claramente esta identificación al Ideal del Yo, en la que los hijos resuelven su "identidad" sexual con una identificación a una serie de rasgos -rasgos de personalidad- tomados de sus padres. Se trata de rasgos que sirven para marcar la diferencia sexual, de tal manera que, si un niño subjetiva que ser hombre es ser agresivo con las mujeres -como lo es su padre-, él se identificará con este rasgo tomado del padre, y por lo tanto, también será agresivo con el sexo opuesto. O si una niña subjetiva que ser mujer es ser sumisa, se identificará con este rasgo tomado de su madre para sentirse mujer.
El Ideal del Yo, entonces, cumple un papel tipificante en el sujeto, en la medida en que lo ubica como perteneciendo al conjunto de los hombres -si se trata de un niño, es decir, de alguien que tiene el falo-, o al conjunto de las mujeres -si se trata de una niña, es decir, de alguien que no lo tiene-. Tipificar algo significa ubicar dentro de un conjunto (Bleichmar, 1980); en este caso, el Ideal del Yo ubica al sujeto como perteneciendo a la clase de los hombres o a la clase de las mujeres dependiendo de si tiene o no el falo.
viernes, 4 de noviembre de 2011
320. Los tres tiempos del Edipo lacaniano.
En el segundo tiempo del Edipo, interviene el padre, pero más que el padre, interviene la función paterna. El padre, o la persona que cumpla con su función, interviene privando al niño del objeto de su deseo -la madre-, y privando a la madre del objeto fálico -el niño-. El niño, entonces, gracias a la intervención del padre, deja de ser el falo para la madre, y la madre deja de ser fálica. Ésto último es lo más importante de este segundo tiempo: que la madre deje de sentirse completa con su posesión, que se muestre en falta, deseando, más allá de su hijo, a su esposo, o alguna otra cosa, es decir, que ella se muestre en falta, castrada, deseante. Si esto no sucede, el niño el niño queda ubicado como dependiente del deseo de la madre, y la madre se conserva como madre fálica (Bleichmar, 1980). Si esto sucede, el niño puede llegar a ser un perverso, ya que, como lo indica Lacan, todo el problema de las perversiones de un sujeto consiste en concebir cómo un niño se identifica con el objeto de deseo de la madre, es decir, el falo. Cuando el niño "es" el falo de la madre y la madre permanece siendo fálica, esto nos va a dar la perversión.
La pérdida de la identificación del niño con el valor fálico es lo que se denomina castración simbólica; él deja de ser el falo y la madre deja de ser fálica, ella también está castrada; es decir que la función paterna consiste en separar a la madre del niño y viceversa. Es por esto que se dice que el padre, en este segundo tiempo, aparece como padre interdictor, como padre prohibidor, en la medida en que le prohíbe al niño acostarse con su madre, y le prohíbe a la madre reincorporar su producto (Bleichmar, 1980). Él entonces tiene como función transmitir una ley que regule los intercambios entre el niño y su madre; esa ley no es otra que la ley de prohibición del incesto, ley que funda la cultura y regula los intercambios sociales.
En el tercer tiempo del Edipo, producida la castración simbólica e instaurada la ley de prohibición del incesto, el niño deja de ser el falo, la madre no es fálica y el padre... ¡tampoco!, es decir, el padre no "es" la ley -lo cual lo hace parecer completo, fálico-, sino que la representa -padre simbólico-. En este tercer tiempo del Edipo se necesita de un padre que represente a la ley, no que lo sea, es decir, se necesita de un padre que reconozca que él también está sometido a la ley y que, por tanto, también está en falta, castrado. En este tercer tiempo del Edipo, el falo y la ley quedan instaurados como instancias que están más allá de cualquier personaje (Bleichmar, 1980); ni el niño, ni la madre ni el padre "son" el falo; el falo queda entonces instaurado en la cultura como falo simbólico. El Edipo, por tanto, es el paso del "ser" al "tener" -en el caso del niño-, o "no tener" -en el caso de la niña-.
martes, 1 de noviembre de 2011
319. La función paterna en el segundo tiempo del Edipo.
Este tercer término que interviene aquí y que Lacan, a partir del Edipo freudiano formuló como «la función paterna», "tiene que ver, en el mejor de los casos, con un padre que está dando vueltas por ahí, pero que no sólo esté dando vueltas por ahí, sino que la madre le preste atención, porque puede estar dando vueltas, pero si no le presta atención, no pasa nada" (Arroyave, 2007). Así pues, la función paterna, que puede ser cumplida por cualquier persona -incluso la madre-, consiste en ponerle un límite a la relación madre-hijo. Un buen padre es aquel que prohíbe a la madre y al niño la mutua satisfacción que se obtiene al ser el niño el objeto de deseo de la madre, y al tener la madre ese objeto tan deseado.
Para el psicoanálisis el padre es una función que tiene como finalidad privar al niño del objeto de su deseo -la madre-, y privar a la madre del objeto fálico -el niño-. Un padre puede estar en la casa, dando vueltas por ahí, lleva el mercado a su familia, y no cumplir con su función, la de transmitir la ley de prohibición del incesto. En el segundo tiempo del Edipo, aparece, entonces, el padre interdictor, prohibidor; un padre que le dice al niño: "no te acostarás con tu madre", y que le dice a la madre: "no reintegrarás tu producto" (Bleichmar, 1980). Pero, para que la función paterna opere, se necesita de una madre que escuche a su marido, que le haga caso, que saque al niño de la cama cuando éste le dice a su hijo: "bueno, a dormir en su cama muchachito", porque si la madre deja al niño a su lado y no lo separa de ella, el niño sigue siendo un objeto -el objeto de su deseo- y no un sujeto. Esta es la importancia de que el padre cumpla con su función: transmitir la ley de prohibición del incesto -separar al niño del deseo "incestuoso" o "devorador" de la madre-, porque esa separación es lo que le permite al niño constituirse como sujeto.
sábado, 22 de octubre de 2011
318. El segundo tiempo del Edipo en el niño.
En esa oscilación que hace la madre, entre si su hijo es su objeto maravilloso o que no lo es tanto, no la satisface tanto, el niño va a encontrar un juego que representa ese movimiento oscilatorio de su madre: el juego del fort-da. En este juego, tal y como lo formaliza Freud, el niño tiene un carretel de madera atado a un hilo, y con gran destreza, el niño arroja el carretel, al que sostiene con el hilo, tras la baranda de su cuna; el carretel se pierde y el niño pronuncia "o-o-o", que significaba "fort" (en alemán), y que se traduce como "se fue". Después el niño, halando el hilo atado al carretel, vuelve a traer el carretel a la cuna, y dice "Da", es decir, "acá está". Es pues un juego en el que el niño juega a desaparecer y aparecer el carretel (Freud, 1976).
Con este juego, el niño representa con sus acciones esa pérdida de objeto que es él mismo en realidad: él ha dejado de ser el objeto maravillosos para su madre, ya no la satisface completamente; "los objetos finalmente pueden perderse y entonces empieza un juego de identificaciones con los objetos que pueden perderse" (Arroyave, 2007). El juego también tiene que ver con la presencia y ausencia de la madre; él simboliza, representa la ausencia de la madre a través de este juego, y de cierta manera elabora esa pérdida, que es doble: la pérdida de la madre -que ahora se muestra como mujer-, y la perdida del objeto maravilloso que él fué -deja de ser el falo-. Esto le va a permitir al niño su constitución como sujeto: deja de ser objeto y pasa a ser un sujeto.
domingo, 16 de octubre de 2011
317. El primer tiempo del Edipo en el niño.
Cuando una madre tiene a su hijo, y lo ha deseado, lo ha estado esperando, es porque ese hijo llega como sustitución de otra cosa (Arroyave, 2007). Todo tiene que ver con la historia infantil de esa mujer que ahora es madre -su complejo de Edipo-, en la que ella, cuando era niña, esperaba recibir un hijo de parte de su padre; por no haberle dado un "falo" -ella no tiene lo que el niño varón sí tiene-, ella va a sustituir el deseo del falo por el deseo de un hijo. Se trata de una ecuación simbólica que se da en el psiquismo de la niña, que se produce inconscientemente: alguna vez se recibirá un niño a cambio de un pene que no se tuvo (Arroyave). Por tanto, cuando un niño llega, primero que va a ocurrir es que la madre se lo apropia, lo retiene, se convierte en parte suya, como algo que le pertenece y que no ha terminado de salir. Entonces, esa niña que esperaba algo de su padre, que luego se convirtió en mujer y ahora tiene un hijo, no lo va a soltar tan fácil; ahora que lo tiene, después de esperar tantos años que alguien le dé algo, ahora que lo tiene va a ser difícil sustraérselo (Arroyave).
Pero a su vez, a ese bebé que viene simbólicamente a ocupar el lugar del falo -objeto de deseo de la madre-, a ese bebé le va a encantar que lo quieran de esa manera, es decir, no protesta porque lo tengan pegadito, agarradito al cuerpo de la madre, al seno; todo está muy bien para él y acepta sin protestar esa situación (Arroyave, 2007). Se produce entonces aquí una ilusión de complementarierad, de completud, lo que ciertas teorías posfreudianas denominan "simbiosis madre-hijo", pero se trata de una ilusión, en la que el niño cree que es él el que completa a la madre, o como dice Bleichmar (1976), el niño cree que es por él que la madre es feliz, y la madre, a su vez, se siente completa con su posesión. Teóricamente se puede decir, entonces, que en este primer tiempo de la relación madre-hijo, el niño se identifica con el objeto de deseo de la madre -el falo-, y la madre, por tener por fin al falo, se seinte completa -pasa a ser una madre fálica-.
El niño, pues, se identifica con eso que la mamá esperaba tener -lo que es una "alienación"-, se identifica a ese objeto precioso y maravilloso que la madre tiene por fin y que la completa, le da satisfacción, le da mucho placer; al niño le encanta ser ese objeto, y en este primer tiempo del Edipo del niño, esto es muy importante, porque finalmente eso es condición para que ese niño se constituya como tal (Arroyave, 2007). El niño ha de pasar por ese momento para que él se pueda constituir en un sujeto a cabalidad; ese primer tiempo no le hace para nada mal. "Ese primer momento es lógico, y no tiene que ver con la evolución, no es que se da un día tal, en tal hora, en tal momento, sino que tiene que ver con un momento lógico del proceso que se da entre esa madre y ese hijo, entre ese Otro significativo y ese niño que llega a este mundo" (Arroyave).
jueves, 6 de octubre de 2011
316. El vínculo del niño con la madre no es natural.
Todo niño establece dos tipos de vínculo con su madre; el primero de ellos se denomina de «dependencia vital», o vínculo de indefensión o desamparo, ya que el bebé humano necesita del auxilio del Otro para poder sobrevivir; nace completamente indefenso y desamparado. El niño, entonces, necesitar de Otro para vivir, cosa que no sucede con los animales, los cuales no nacen prematuros, como nosotros, y al poco tiempo de nacidos, buscan su alimento instintivamente y se desenvuelven en su medio ambiente con naturalidad. Así pues, la supervivencia de un niño no tiene nada de natural (Arroyave, 2007); él no no es un animal que busca el seno, se alimenta y después se va; el bebé no busca el seno de forma natural o instintiva; hay que ponérselo en la boca, hay que darle de comer, hay que cuidarlo, darle calor y limpiarlo, porque sino se muere. El bebé humano necesita ser auxiliado, o sino se muere.
Pero no basta con que al niño se le satisfagan sus necesidades básicas. Se necesita también de otro vínculo, mucho más importante que el vital: el vínculo denominado de «dependencia de amor», el cual tampoco tiene nada de natural. Tiene que ver con el afecto que la madre o su cuidador le brindan; tiene que ver con que él se sienta amado, deseado; que encuentre un lugar en el deseo del Otro; y también tiene que ver son ser nombrado, reconocido, porque si no se lo desea, no se lo nombra, él no existe, y esto pone en peligro su supervivencia. Cuando a un niño sólo se le satisfacen sus necesidaddes vitales -alimento, calor, etc.-, le puede dar un sindrome que se denomina «sindrome de hospitalismo» (Spitz, 1945), en el que el niño puede padecer retrasos importantes en su desarrollo físico y mental, incluso puede hasta morir, ya que le falta lo más importante: el afecto del Otro. El "alimento" más importante que puede recibir un bebé, más que la misma comida, es el amor de la madre o cuidador. Un niño necesita que lo nombren, que lo deseen, que lo amen, para poder vivir.
Si el vínculo del niño con la madre no es natural -ni instintivo: si existiera el instinto materno, las madres no abortarían, no abandonarían a sus hijos, no los darian en adopción, no los maltratarían-, entonces, ¿de qué otro orden será? Para el psicoanálisis ese otro orden tiene que ver con el deseo (Arroyave, 2007). Desear un hijo, nombrarlo, imaginarse cosas con él, incluso antes de nacer, darle un lugar en el deseo, es lo que hace que un niño viva.
sábado, 1 de octubre de 2011
315. El niño no desea otra cosa que ser deseado por la madre.
Mientras el niño permanezca en el útero, tiene todas sus necesidades satisfechas; tiene alimento, agua, calor, etc., todo lo que la la madre le proporciona, creándose una ilusión de armonía con el medio ambiente uterino. Incluso, a nivel imaginario se podría hablar de una "simbiosis" entre el niño y la madre, aunque Lacan prefería describir esta relación como "parasitaria": el niño se parece más a un parásito que se "alimenta" de su madre. Digamos que, a nivel de lo real, se trata de una situación "parasitaria", y a nivel imaginario, de una especie de "simbiosis", en la medida en que la madre se siente satisfecha con su posesión, y a su vez, el niño llega a sentir que él satisface a la madre, situación que se prolonga después del su nacimiento. Dicho en términos del Edipo estructural: la madre se satisface al tener el niño -que es un equivalente del falo-, y el niño la satisface al identificarse con el objeto de deseo de la madre: el falo.
Al nacer (o antes), el niño comienza a experimentar diversas formas de malestar. Cuando el niño nace se produce un "corte" entre la madre y el niño: el niño queda "fuera" de la madre, corte que es equivalente a una "castración". A partir de éste momento, se introduce la dialéctica de la demanda entre el niño y su madre: lo que el niño le demanda a ella con su llanto -alimento, calor, etc.- y lo que la madre le demandará al niño -cómo debe llegar a ser su hijo-. El niño queda ahora atrapado en el mundo de la falta, la cuál permanecerá por siempre. Así pues, se introduce una pérdida que es irreversible en la que la reunificación será imposible. Para articular sus demandas, el niño recibirá un "baño" de lenguaje; la capacidad para el habla se desarrollará y aprenderá las representaciones simbólicas necesarias para desenvolverse en el "nuevo" mundo, al que ha llegado, como un ser humano.
Con la dialéctica de las demandas también se presentará el deseo. El niño, en un primer momento, no desea otra cosa que ser deseado por la madre. Esto es sinónimo de jugar el papel del falo de la madre. La ley del padre, su función, será, por supuesto, prohíbir este objetivo. No se trata aquí de un simple bloqueo moral, sino de la ley que introducirá al niño en lo social. La prohibición del incesto es lo que va a impedir la reunificación con la dicha de la "simbiosis" con la madre. El niño, entonces, estará obligado a adoptar las reglas del lenguaje y de la sociedad. Este es el núcleo del drama edípico que se desarrolla para el bebé, es decir, cómo renunciar al deseo de ser el falo de la madre y conformarse con la condición de "tener" -en el caso del niño varón-, o "no tener" -en el caso de la ñina-, ésto es, la castración simbólica, la cual hace del niño un sujeto en falta, es decir, deseante.
jueves, 29 de septiembre de 2011
314. ¿Qué es un niño?
Un niño es también una sustitución, es decir, viene a sustituir algo, viene en lugar de otra cosa. En el complejo de Edipo de la niña queda claro que un niño es aquello que una niña espera de su padre (Arroyave, 2007). Un niño viene como sustituto de aquello que no le fue dado a la niña. Aquello que no le es dado a la niña y que ella desea, no es otra cosa que el falo. Con el complejo de castración -núcleo del complejo de Edipo-, es decir, el encuentro de la niña con la diferencia sexual, ella descubre que le falta algo que el niño sí tiene: el falo, y a partir de ese momento, ella envidia el pene del niño, es decir, quiere uno para ella. El niño pasará, entonces, a ser un sustituto del falo que le falta; así pues, un niño es una equivalencia, es algo que viene en sustitución de otra cosa, en aquellas niñas en las que se produce simbólicamente esa sustitución del falo por el niño.
Por último, un niño es tal sólo en el campo del Otro; este Otro no es la persona como tal, no es el señor o la señora que hacen de papá o mamá; ser padre o madre son, en el psicoanálisis lacaniano, funciones, lugares vacíos que pueden venir a ser ocupados por cualquier persona. Así pues, madre y padre no son necesariamnete los padres biológicos; madre es la persona que le brinda los cuidados necesarios al niño para que este sobreviva y además le da su afecto, y padre es sobretodo una función simbólica, que tiene que ver con ponerle límites a esa relación tan incestuosa que se establece entre una madre amorosa y su hijo. Entonces, el Otro con mayúscula se refiere fundamentalmente a las personas que son significativas para el niño, pero, ese "alguien" es significativo para el niño sólo si esa persona lo nombra, lo desea, piensa en él. No es cualquiera el que va a ser significativo para el niño, sino cualquiera que lo nombre, lo piensa y le de un lugar en su deseo (Arroyave, 2007).
lunes, 19 de septiembre de 2011
313. ¿Cómo se piensan las toxicomanías o a las adicciones desde una perspectiva psicoanalítica?
Lacan va a poner el acento en el borramiento del saber del inconsciente, el borramiento del goce sexual, lo que supone separarse de la relación con el pene, definido como partenaire (Aksenchuk, 2006). Por otra parte, el sujeto drogadicto es el paradigma de la relación del sujeto moderno con el objeto de consumo, un sujeto que depende esencialmente del modo de gozar actual, un goce que depende de la relación establecida entre el mercado y el capitalismo, y que permite la explotación del deseo humano cuando el mercado le promete al sujeto toda una serie de objetos que colmarían su deseo. Esta es la razón por la cual hoy en día se presentan todo tipo de adicciones a un sin número de objetos y actividades. Con el mercado se desencadena un consumismo alocado que hace del sujeto adicto un sujeto pegado a su objeto de goce, aislándolo de todo lazo social y asegurándole su lugar como toxicómanos.
Veamos, entonces, algunos aspectos atener en cuenta en el momento de pensar los fenómenos relacionados con el consumo de drogas desde la perspectiva psicoanalítica:
1. Los hombres, en todos los momentos de su historia y en todas las culturas, se han entregado al consumo de sustancias psicoactivas.
2. En el caso de la toxicomanía, la ley del «no a la droga» se presenta bajo dos vertientes: bajo el lado del ideal de abstinencia promovido por la medicina y bajo el lado jurídico de la prohibición del consumo.
3. Si se quisiera hacer una «nueva» clasificación de las drogas, se podrían colocar, de un lado, a las drogas que «separan», y del otro, a las que «vinculan» (Miller, 1999).
4. La droga le ayuda al drogadicto a hacerse a una «identidad» en la medida en que hay una «identificación» con el objeto-droga. «Ser alcohólico» o «ser drogadicto» es tener ya asegurada una identidad.
5. La prohibición que recae sobre el consumo de sustancias psicoactivas ha sido ineficaz. La prohibición del consumo no ha engendrado su disminución.
6. Es importante determinar el origen de la toxicomanía en cada sujeto, el origen de la decisión de ser toxicómano. En algún momento de la vida el toxicómano ha decidido ser así.
7. Desde la perspectiva lacaniana, no puede entenderse la relación con la droga como un síntoma de conflictos inconscientes o como sustituto de la relación con objetos sexuales anclados en alguna "fijación".
8. La adicción es un fenómeno que es posible encontrar en las diferentes estructuras. El fantasma y el síntoma son soluciones a la falta de goce del sujeto; la droga se constituye en una tercera solución que afecta el cuerpo.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
312. ¿Legalizar la droga?
Esta consecuencia trae, a su vez, otra consecuencia con respecto a la legalización de la droga, tema en el cual se piensa ahora bastante, y es la siguiente: legalizar la droga no traería ninguna consecuencia en el consumo. Habría sí cambios a nivel del mercado y las ganancias, pero la legalización no serviría como tratamiento para el consumo. Publicaciones como The Economist ha apoyado recientemente por la legalización de la droga, ya que los economistas saben perfectamente que dicha legalización hace decaer los grandes beneficios que ella produce a los narcotraficantes de un pequeño país que logra inundar a todo el planeta con su tóxico. Dice entonces Laurent (1998) que a la droga hay que legalizarla para que ella no beneficie más a nadie más. Además, esta sería la única forma de reducir los daños que su consumo produce, así se siga consumiendo.
Ahora bien, como las leyes del mercado regulan los precios de la droga, ella inunda dicho mercado, que ahora es globalizado. Esto tiene como efecto la integración del mercado único de los goces, es decir, que todo el mundo goza de los mismos objetos de consumo, lo cual uniforma el goce, haciendo insoportable un goce diferente, borrando las diferencias. Esto tiene como efecto en el mundo, como señala Laurent (1998), fenómenos de segregación y de racismo. Dice Laurent: “Cómo la forma "Estado" podrá hacer coexistir goces diferentes sin que se susciten estos fenómenos de odio racial, es la apuesta decisiva en la cual vivimos. Y bien, me parece, más allá de la forma "Estado", es decir el mercado único, él, se coloca en la perspectiva, de un goce uno, más allá de estos goces diferentes. Es lo que hace, después de todo que un solo país pueda ser el productor de droga para el universo entero y producirla en cantidad suficiente: no hay ningún obstáculo industrial para esto, la cocaína puede ser producida en cantidad suficiente para satisfacer el consumo mundial.” (1998, párr. 30).
domingo, 21 de agosto de 2011
311. El paradigma indiciario en la investigación con el psicoanálisis.
domingo, 7 de agosto de 2011
310. El psicótico no es toxicómano y el toxicómano no es un perverso.
viernes, 22 de julio de 2011
309. Toxicomanía y psicosis.
viernes, 8 de julio de 2011
308. El desencuentro permanente entre hombres y mujeres.
domingo, 26 de junio de 2011
307. La materia del goce es el lenguaje.
domingo, 12 de junio de 2011
306. La toxicomanía es una formación de ruptura.
domingo, 29 de mayo de 2011
305. El camino del amor a la muerte, o la política del objeto «a».
miércoles, 18 de mayo de 2011
304. La paradoja del superyó en el campo de la ética.
domingo, 8 de mayo de 2011
303. El fracaso del amor.
sábado, 30 de abril de 2011
302. ¿Tiene la existencia del ser humano algún propósito?
Dice Miller (1997) en su texto Introducción al método psicoanalítico, que "el neurótico es justamente el sujeto que tiene la más aguda experiencia de la falta de la causa de ser" (p. 70). En efecto, el sujeto neurótico es aquel que experimenta, de la manera más aguda, su falta de ser. El ser humano es el único animal que se puede preguntar «¿quién soy yo?», «¿para qué existo?», «¿cuál es el sentido de mi existencia?», y además, es el único animal que sabe que se va a morir. Gracias al lenguaje, gracias a que habla, a que piensa, a que habita el lenguaje, el sujeto podrá darle respuesta a esas preguntas que se hace. Pero en el lenguaje el sujeto no encontrará la respuesta a estas preguntas más que en términos de saber, y no en términos de ser, lo que significa que falta el ser del sujeto. No hay nada en el lenguaje que le asegure al sujeto lo que él es, no hay nada que le asegure su ser, él solo puede aparecer allí únicamente como representación significante. Se introduce entonces, en todo ser humano, por hablar, lo que el psicoanálisis denomina la falta de ser.
El neurótico, entonces, es el sujeto que tiene la más aguda experiencia de su falta de ser. No así el sujeto psicótico. "Un paranoico sabe por qué existe, tiene una razón para existir” (Miller, 1997, p. 71). Schreber, por ejemplo, “sabe que existe para transformarse en mujer y, con Dios, producir una nueva humanidad. Cuando alguien tiene una misión como ésta podemos decir que su existencia está justificada.” (Miller). Igualmente, un verdadero perverso “sabe muy bien que existe para gozar y el goce le es, en sí mismo, una justificación de la existencia.” (Miller).
Al neurótico le toca, pues, inventar una razón, una justificación de su existencia, una buena causa que defender, como dice Miller (1997), porque, además, esa experiencia de la falta de ser “es intensificada en nuestra época principalmente dominada por el discurso de la ciencia” (Miller, p. 71). En efecto, la racionalidad científica ha acabado con las justificaciones irracionales que tenía el ser humano para darle sentido a su existencia. Hoy sabemos que la existencia del ser humano no tiene ningún propósito. Somos el producto de una contingencia, un accidente en la naturaleza. La vida surgió en este planeta por el encuentro accidental de una serie de elementos químicos: Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno. Somos el producto de miles de millones de años de evolución, pero nuestra existencia no tiene ninguna justificación. Igual sucedió con la existencia de los dinosaurios, los cuales habitaron este planeta cientos de años antes de la aparición del homo sapiens, y se extinguieron a raiz, también, de una contingencia: la colisión de un meteorito con el planeta tierra. ¿Cuál fue el propósito de la existencia de los dinosaurios? Igualmente el ser humano también se extinguirá en un futuro, cercano o lejano, y si quedara al menos un humano vivo al final, él probablemente se preguntará: «¿Cuál fue el propósito de nuestra existencia?».
jueves, 28 de abril de 2011
301. Teoría política del amor.
miércoles, 20 de abril de 2011
300. Amor, libido y masas.
martes, 19 de abril de 2011
299. La teoría de los discursos de Jacques Lacan.
lunes, 18 de abril de 2011
298. Conciencia de culpa y renuncia a lo pulsional.
domingo, 17 de abril de 2011
297. La angustia frente al superyó.
548. La lógica del fantasma: el «fantasma fundamental»
El décimo cuarto seminario de Lacan se titula La lógica del fantasma, un título que puede parecer paradójico o discordante, ya que el fantas...
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