lunes, 2 de agosto de 2010

124. Adolescentes enamorados.

El «enamoramiento» es un estado que ayuda a comprender situaciones psíquicas del sujeto. Si bien ha sido un tema dejado en manos de poetas, poseedores de una sensibilidad para percibir en otros las iniciativas sentimentales, en nuestros tiempos la investigación psicológica le ha «metido el diente», topándose con una dificultad general: como los seres humanos aprenden a amar con los padres, después no dejará de ser difícil, en menor o mayor grado, sustituir ese amor por el amor a otras personas. A esto se le suma el hecho de que, como se empieza a amar desde la más tierna infancia, el ser humano se ve afectado, desde muy temprano, por los embates del amor -celos, odio, rivalidad, etc.-.

Para que un adolescente pueda llegar a elegir una compañera, él deberá dar un importante paso: ser capaz de dirigir su ternura y pasión a esta nueva persona, con quien se espera que pueda cumplir una vida sexual, sin quedar «fijado» en sus sentimientos de ternura, a los padres. Es un abandono de los primeros amores de la infancia. Este paso, de la fijación a los padres a la elección de un sujeto, puede en ocasiones ser difícil o llegar a fracasar.

El amor lo podemos dividir en dos tendencias: la tierna y la sensual. La primera tiende al cuidado y respeto del otro, la segunda es el soporte del deseo sexual por la persona amada. La corriente tierna proviene de la infancia, se dirige a los sujetos que integran la familia y a los que tienen a su cargo la crianza del niño. A su vez, la ternura de la madre, de los integrantes de la familia y de las personas a cargo de dicha crianza, contribuye a acrecentar la corriente tierna del amor. Cuando esta ternura es exacerbada, sucede que el niño se aferra a ella y a la persona que se la brinda, creándose una «fijación tierna» que puede continuar a lo largo de la infancia y de la vida.

En la pubertad se despierta la otra corriente del amor: la sensual, la cual se añade a la tierna en la búsqueda y elección de un sujeto a quien amar. Lo que aseguraría una conducta amorosa «normal» es la reunión de estas dos corrientes en una sola, lo cual no siempre se da.

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