Al contrario de lo que dice la psicología, el ser humano no es íntegro, completo, armonioso y consciente de sí mismo, no. El ser humano suele ser más bien un ser dividido: contradictorio, indeciso, que no sabe muy bien lo que quiere, inconsciente de sus decisiones, etc. Es corriente, por ejemplo, encontrar que los sujetos no saben lo que dicen y piensan; la mayoría se han hallado a sí mismos en situaciones en las que dicen más de lo que deben -«meten la pata»-, o menos de lo que pueden -pecan por exceso o por defecto-. Es como si el sujeto tuviera enormes dificultades para decir lo justo en el momento oportuno -esto es precisamente lo que llamamos «inconsciente» en el psicoanálisis-. Hay entonces una división entre lo que piensa y lo que dice o deja de decir. Por eso es que se recomienda «conectar la lengua al cerebro» al hablar, ser prudentes o callar.
Por hablar el ser humano está radicalmente dividido y esa división hace parte de su estructura psíquica o subjetiva. Ella también se observa al nivel de los anhelos y el deseo. Alguien, por ejemplo, puede querer viajar a Europa, pero si no lo desea, nunca hará ese viaje, así se quede toda la vida anhelándolo. El deseo se manifiesta en los actos, pero los actos de los sujetos no siempre coinciden con lo que piensan, lo que hacen o lo que dicen. La división subjetiva se observa también aquí -división entre acto y palabra-. En muchas ocasiones los sujetos piensan una cosa y hacen otra; dicen algo y realizan lo contrario. Es una división entre lo que se piensa o se dice y lo que se hace, división que en ocasiones suele ser dramática, porque los sujetos manifiestan su acuerdo con tal idea o valores y enseguida se les descubre haciendo lo opuesto, develándose en ellas lo que se denomina una «doble moral», que habla justamente de esa división subjetiva tan humana.
Un individuo íntegro, equilibrado, armónico, en el que sus actos se corresponden con lo que dice y piensa, parece más un ser de ficción, un ser ideal al que aspira la psicología de hoy, pero que no existe en la realidad; los hechos enseñan más bien la existencia, en el ser humano, de una división subjetiva tal, que lo aparta de dicho ideal.
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