Se puede constatar diariamente cómo la prohibición que recae sobre el consumo de sustancias psicoactivas ha sido ineficaz con relación a los resultados que se desean obtener. Es un hecho: la prohibición del consumo no ha engendrado su disminución. La prohibición no solo ha fracasado en cuanto al proyecto inicial de producir la eliminación o la disminución del consumo, y, por tanto, el sufrimiento ligado a él, sino que, por el contrario, ha contribuido a su aumento. El empeño de aplicar el imperativo del «no al consumo» que inició en los años 70 la guerra contra la droga, ha producido, sobre todo, lo que se puede llamar, los «efectos perversos de la prohibición»: un aumento dramático de la producción, de la diversificación y del tráfico de estupefacientes, de la criminalidad, de la corrupción política y policial, de los gastos en salud pública, etc.
Lo que sucede es que la aplicación de la ley, la imposición de una prohibición, suele tener un efecto paradójico, sobretodo cuando ella tiene un carácter imperioso y absoluto -lo que la hace aparecer como una ley feroz e implacable-. Cuando al ser humano se le pide obedecer a una ley así, que le exige renunciar terminantemente a algo, esto tiene como efecto el empuje del sujeto hacia eso prohibido y que se ubica del lado del mal, de lo peor. Es decir, que mientras más se reprima el consumo de drogas, más consumidores habrá. Es una constatación de lo que sucede con el ser humano -no todos, por supuesto- en su relación con las prohibiciones que tienen un carácter absoluto.
Así pues, si se quiere comprender la lógica de la toxicomanía, hay que comprender también la lógica de la aplicación de la ley que controla el consumo de sustancias ilícitas -la política represiva-. Entonces, de cierta manera, la toxicomanía es también una cuestión de orden público, y todas las preguntas y respuestas originadas a partir de aquí sólo pueden ser relativas a dicho orden. Esta es la razón por la que la toxicomanía, al nivel de su tratamiento, se ha convertido casi exclusivamente en un problema policiaco.
Interesente debate; si bien es cierto que la "prohibición" puede conllevar efectos perversos como los comentados, no es menos cierto que la ausencia de norma tampoco beneficia.
ResponderEliminarNo debemos olvidar que los mayores toxícomanos lo son a sustáncias legales, como el alcohol o el tabaco; sustáncias que directa o indirectamente producen mortalidad, enfermedades asociadas y un elevado gasto sanitario, mucho mayor que el que producen las drogas ilegales.
Recientemente en Holanda se está planteando el restringir el acceso a los coffe-shop y que sean de dominio de los ciudadanos holandeses y esté prohibido para los turistas.
Claro, pero desde la prohibición se limita la libertad de acción. Se caratula y se moraliza sobre una prohibición que, materialmente es objetiva, pero que sanciona culturalmente de manera inevitable
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