domingo, 19 de septiembre de 2010

154. «La felicidad de la guerra»

Siempre habrá, entre los seres humanos, conflictos, diferencias, oposiciones y confrontaciones. El problema consiste en que, por defender mi propio punto de vista, mi propio ideal o posición subjetiva, los otros aparecen como enemigos, porque no piensan igual, me contrarían y se oponen a mis ideas. Estanislao Zuleta dice que éste es precisamente el mecanismo que da origen a la guerra: la aparición del otro que es diferente a mi –la otra clase, la otra religión, la otra nación, etc.–.

«La felicidad en la guerra» es un término afortunado, acuñado por el maestro Zuleta, para describir lo que sucede cuando se le declara la guerra a un enemigo, sea quien fuere éste: la comunidad queda «al fin unida con el más entrañable de los vínculos». La felicidad de la guerra consiste, pues, en que, una vez proclamado un enemigo, la comunidad queda por fin unida en torno y contra él, y el individuo como tal recibe, a su vez, una ganancia secundaria a esta declaración de guerra: se libera de su soledad –ahora se está junto a otros en nombre del honor, la patria, los principios, etc.–, y deja de ser un sujeto responsable: ahora la responsabilidad recae sobre toda la colectividad.

Estas dos circunstancias generadas por cualquier conflicto –una comunidad unida que lucha contra un enemigo y un sujeto sin responsabilidad– son dos muy fuertes motivos psicológicos –quien lo creyera– para sostener cualquier guerra.

¿Estarían los judíos tan unidos si no lucharan contra los palestinos, y viceversa? ¿Y los colombianos? Ha habido un movimiento en Colombia cuyo lema dice «los buenos somos más», un movimiento de carácter pacifista, pero ¿hasta qué punto un movimiento así puede ser pacifista? Aún este tipo de movimientos –los cuales, casi siempre, se hacen en contra de otros que aparecen como sus enemigos–, son generadores –quien lo creyera– de guerras y violencia. ¿No fue, justamente, para defender a los «buenos», que se crearon aquí en Colombia las autodefensas? Si, la guerra trae con ella su «felicidad», tanto como la muerte.

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