sábado, 4 de septiembre de 2010

143. Ideales caídos.

Los ideales son componentes de una cultura y están en estrecha relación con la familia. El padre tendría la función de representar y transmitir los ideales de una sociedad a los miembros de su familia, de tal manera que éstos logran inscribirse como personas de bien en su comunidad. La unificación de las identificaciones a determinados ideales, se hace entonces alrededor de la figura paterna. Pero, ¿acaso los padres de hoy siguen sosteniendo esta función? Al parecer, la caída de los ideales que se observa hoy en día, es precisamente la caída de esa función que sostenía el padre en la familia, y que ahora no cumple más.

Los ideales tienen una función fundamental en la constitución psicológica de los sujetos; ellos han servido para orientar la existencia de un ser humano y su desenvolvimiento en la sociedad. El psiquismo de un sujeto se estructura a partir de «identificaciones» que tienen como referencia los ideales que hacen parte de su entorno cultural. Lo paradójico es que dichos ideales, a los que un sujeto se identifica, son los que desencadenan en él sufrimiento, en la medida en que dichos ideales entran en conflicto con sus impulsos sexuales y agresivos. Los síntomas psíquicos, inhibiciones y angustia son la forma como se manifiesta este conflicto en él.

Muchos de esos «síntomas», que son absolutamente contemporáneos, se han exacerbado en nuestra época: toxicomanías -drogadicción-, ataque de pánico -angustia grave-, depresión -cobardía moral-, estrés -que es el nombre «moderno» de la «neurosis»-, anorexia, bulimia, fenómenos psicosomáticos, transtornos obsesivo-compulsivos -neurosis obsesivas-, etc. La exacerbación de estos y otros síntomas tiene que ver justamente con esa caída de los ideales -lo que también se denomina «crisis de valores»-, con una característica particular: dichos síntomas suelen ser refractarios a cualquier tipo de intervención terapéutica, es decir, son muy difíciles de curar, como si el sufrimiento que ellos le acarrean al sujeto que los padece, fuese un sufrimiento «autístico», solitario, que rechaza la intervención de los demás.

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