Eso que empuja a un ser humano a hacer “lo que no debe” y que sin embargo termina haciendo —beber, fumar, comer demasiado, matar, etc.—, es lo que el psicoanálisis denomina la «pulsión». El sujeto se halla frente a ella cada vez que no puede abstenerce de hacer algo. "Lo que no puedo dejar de hacer" es lo que define la dimensión pulsional del ser humano: "no puedo dejar de beber, de fumar, de pelear con mis hijos, de hechar cantaleta, de sentirme inferior a los demás, de odiar a mi padre, de castigar a mis hijos, etc., etc.". Todas esas cosas que el sujeto hace muy a su pesar y que no entiende por qué no puede dejar de hacerlas, tiene que ver con esa dimensión pulsional de los seres humanos.
La pulsión designa un nivel que se puede llamar acéfalo, es decir, «sin cabeza», un punto donde el pensamiento y la razón ya no funcionan ni operan más. La pulsión es como un cuerpo sin cerebro, un nivel donde, para todos los sujetos, hay suspensión del pensamiento; todos quedamos anulados en el ámbito del razonamiento. Allí donde el sujeto satisface la pulsión, ya no piensa, ya no razona más. Allí donde los sujetos pierden el control de sus actos, se puede decir que la pulsión está en juego. Se puede tratar de alguien agresivo o de alguien irascible; otra persona no podrá dejar de comer dulces; otra más no puede dejar de insultar a su pareja; otro no para de espiar a las mujeres en los baños; otro más no deja de sentir fastidio por la gente; una mujer se queja porque sus novios la dejan y no halla la razón; un hombre no deja de golpear a su mujer a pesar de que la ama; un joven sufre por sus conductas homosexuales que no entiende; y así, cada cual tiene su manera de arreglárselas con esa dimensión que lo empuja a no renunciar a determinados actos.
Este empuje pulsional, que Feud denominó «pulsión de muerte», es lo que explica que en el ser humano se observe una disposición a hacerse daño a sí mismo y a los demás. Precisamente, el malestar que persiste en la cultura testimonia del fracaso del sujeto para resolver ese empuje a satisfacerse con el mal, ese empuje a lo peor de la pulsión. El psicoanálisis es el único saber que se encarga de pensar y tratar a la pulsión de muerte en los seres humanos.
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