sábado, 11 de septiembre de 2010

149. Salud, deseo y novedad.

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, la salud es un derecho, por tanto, las personas pueden pedir que se la den. El ser humano se sitúa, pues, como consumidor de bienestar bio-psico-social, tal y como define la OMS a la salud. Pero, paradójicamente, tener derecho a la salud es también una forma de "desresponsabilizar" a los sujetos de pensar en la causa de su malestar, ya sea éste físico o psicológico.

Así pues, al mercado y a la ciencia se les demanda que cumplan con su promesa de brindar felicidad. Pero por la forma como la sociedad actual administra la demanda de salud, producto del matrimonio entre el capitalismo y la ciencia -que ofrecen objetos que supuestamente brindarán satisfacción y bienestar a los individuos-, se han instalado en la civilización dos grandes males de fin de siglo: la depresión y la angustia –ataques de pánico–.

La promesa del capitalismo, en unión con el mercado, es la de que hay objetos que pueden satisfacer a los sujetos, y al nivel de la salud, que hay objetos que pueden terminar con el sufrimiento del ser humano. Pero, es un hecho de la psicología de los hombres, que para él los objetos son perecederos y generadores de insatisfacción.

Nunca el ser humano está satisfecho con lo que tiene, y en muchas ocasiones ni siquiera con lo que es. Por eso la respuesta del capitalismo al malestar del ser humano es la novedad, la novedad del objeto, y más allá de esto, lo que los seres humanos consumen hoy en día es a la novedad misma como objeto (Miller, 1997).

En esta dialéctica de la sociedad de consumo, incluido el consumo de salud física y mental, queda borrada la dimensión subjetiva de los sujetos y su deseo, deseo que se constituiría en la mejor terapia para los seres humanos en la medida en que él se pueda liberar de esa maquinaria impuesta por la sociedad de consumo y su ilusión de proveer a los hombres de objetos que los harán felices. Por esta razón se puede pensar que lo que los seres humanos necesitan es de una terapéutica del deseo que los libere de las ilusiones que imprime la sociedad de consumo.

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