jueves, 2 de septiembre de 2010

141. Banalización del secuestro.

Los secuestros masivos de personas que hacía la guerrilla hace algún tiempo, aquí en Colombia, marcan una diferencia respecto de secuestros con fines extorsivos o políticos. Hubo lo que se puede denominar, una «desubjetivación» del secuestrado, de tal manera que no se plagiaba a alguien, sino a cualquiera; todos los habitantes de este país pasaron a ser secuestrables, todos podrian ser víctimas de una «pesca milagrosa».

En esa época -época que puede regresar en cualquier momento- ya no se secuestraba al empresario, al comerciante, al extranjero, al político, a «fulanito de tal»: un alguien con nombre propio e indentificable, no. Ya no se trataba más de una persona con una subjetividad determinada, sino que podía ser cualquiera: «todos objetos del secuestro», sin importar si se era rico o pobre, hombre público o no; se borra la subjetividad del sujeto y todos pasamos a ser «objetos» de una contabilidad -tantos secuestrados allí, otros tantos retenidos allá- y «objetos» de un intercambio -como sucede con los retenidos por la guerrilla de las FARC ahora-.

Uno de los periodistas que cubrió una entrega de rehenes en la ciudad de Cali, dijo que eso se parecía a lo sucedido a las víctimas de los «campos de concentración», y si bien la comparación parece exagerada, no lo es para nada en un punto: la gestión a la que se dedicaron los nazis para hacer desaparecer a los judíos fue una gestión sin presencia de la subjetividad: sin angustia, sin sentimiento de culpa, sin pesadillas. Es igual que los secuestros en masa que se han dado aquí en Colombia, en donde, de parte de los secuestradores -los grupos guerrilleros en este caso- no hay ninguna implicación subjetiva; tienen una misión que cumplir sin importar sobre quién recaiga: si sobre ancianos, niños, gente enferma o sana, etc., en donde la única relación con las víctimas es, no la palabra, sino la intimidación con las armas. Y del lado de los plagiados, de esos sujetos reducidos a «cosas», no hay ya diferencia entre ellos: todos iguales; ya no interesa quienes son -exceptuando algunos casos-, ni lo que hacen, ni si son adinerados, simplemente pasan a ser objeto de una negociación, de un intercambio. Este fenómeno de desubjetivación en el secuestro es lo que explica su banalización.

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