530. La voz y la mirada

 

La «voz» y la «mirada» son dos de los objetos pulsionales más relevantes en la psicología de los sujetos (objetos a, objetos con los que se satisface la pulsión). Se podría decir que hay toda una psicología de la voz y otra de la mirada. Lacan añade estos dos objetos a los ya establecidos por Freud en su teoría sexual: el seno, las heces y el falo; la voz y la mirada se diferencian de los anteriores por un rasgo: “no tienen ninguna imagen especular” (Lacan, Escritos, p. 315), es decir, no los vemos en el reflejo de la imagen en el espejo; los otros sí se reflejan.

Además, se trata de objetos parciales, es decir, asociados a las pulsiones, que son también parciales. Los seres humanos no tienen una única pulsión (nombre que le da Freud al impulso sexual de los seres humanos), sino que tienen varias, asociadas a los agujeros del cuerpo (zonas erógenas). Para el objeto voz la pulsión se denomina «invocante», y para el objeto mirada, «escópica». “Dice Lacan que las pulsiones son parciales, no en el sentido de que sean partes de un todo (de una “pulsión genital”), sino porque solo representan parcialmente la sexualidad” (Evans, 1997, p. 159). La voz y la mirada son pulsiones relacionadas con el deseo. “Las pulsiones son manifestaciones parciales del deseo” (Evans).

El objeto voz, entonces, se refiere a cómo las palabras y los sonidos que emitimos y recibimos pueden funcionar como objetos de deseo en sí mismos. Así pues, la voz no solo es un medio para comunicar información, sino que también puede ser percibida como un objeto que se anhela y se busca en la medida en que le brinda la sujeto una satisfacción, un «plus de goce», es decir, una satisfacción de carácter sexual. El nombre de pulsión invocante se relaciona con esa demanda del sujeto de recibir una respuesta o un reconocimiento del otro. Es decir, el sujeto demanda que alguien responda a sus palabras y así ser reconocido como sujeto válido y existente. El reconocimiento que le da el otro al sujeto, en una relación intersubjetiva, hace posible su existencia como tal.

Entonces, la voz es un objeto que satisface la pulsión invocante. Invocar significa llamar a alguien, demandar su presencia y/o su voz, lo que le brindará al sujeto una satisfacción. Es decir, podemos desear la voz de alguien no solo por lo que dice, sino por el hecho de que nos responde y nos reconoce como sujetos. Un ejemplo de esto podría ser una persona que tiene una relación romántica y anhela la voz de su pareja. No solo quiere escuchar lo que su pareja tiene que decir, sino que también busca la confirmación de que su pareja la reconoce y la valora. En este caso, la voz se convierte en un objeto que satisface la pulsión invocante del sujeto. Otro ejemplo podría ser un sujeto que disfruta mucho de hablar por teléfono. A pesar de que no hay una comunicación física directa, la persona encuentra satisfacción en escuchar la voz del otro y en recibir una respuesta a lo que está diciendo; la voz del otro se convierte en un objeto que satisface la pulsión invocante. A veces basta con que haya una radio o un televisor encendido en la habitación; esto hace que le sujeto se sienta acompañado, lo cual lo satisface. No es gratuito que el “Reality” más famoso de la televisión en el mundo se llame “La Voz”, ya que también el sujeto encuentra una gran satisfacción escuchando cantantes y canciones, y música en general. Ese es el objeto «voz».

La pulsión «escópica» (que significa "con la mirada") se refiere al deseo del sujeto de ver, observar y ¡ser observado! Es una pulsión que se pone en juego en la satisfacción de contemplar la belleza, el arte, al ser amado y, en general, todo aquello que despierta la curiosidad visual del sujeto, pero también en ser mirado. Así pues, el objeto mirada se refiere a cómo la mirada del otro puede ser percibida como un objeto de deseo en sí misma, es decir, no solo nos interesa lo que el otro mira, sino también el acto mismo de mirar. La mirada se convierte así en un objeto de deseo y de satisfacción; encuentro satisfacción (plus de goce) mirando y siendo mirado.

Un ejemplo de esto podría ser una persona que disfruta mucho de mirar obras de arte en un museo. No solo disfruta de las obras en sí mismas, sino también de la experiencia de mirar y de ser mirado por otros visitantes del museo. La mirada de los otros se convierte en un objeto de deseo y de satisfacción para ese sujeto; por eso asistimos a eventos (conciertos, lugares de moda) para mirar y ser mirados y así mismo reconocidos, lo cual nos da un estatus y un lugar en el mundo. Igualmente, un sujeto puede sentirse muy atraído por la mirada de su pareja; no solo le interesa lo que su pareja mira, sino también la forma en que su pareja lo mira a él. La mirada de la pareja se convierte en un objeto de deseo y de satisfacción para este sujeto. El objeto «mirada», asociado a la pulsión escópica, es un objeto de deseo que lleva al sujeto a buscar satisfacción en la actividad de ver (contemplar los objetos del mundo que lo rodea) y ser visto (la mirada del otro como un objeto de deseo y de satisfacción).

El objeto «mirada» nos permite pensar que una persona invidente no ve, pero sí mira; ver y mirar no son la misma cosa, por esta razón el sujeto puede experimentar que un personaje de un cuadro lo puede estar mirando, como lo hace también una muñeca en la repisa de su cuarto. La voz y la mirada son dos objetos que se ponen en juego de manera ominosa en las películas de terror ¡y en las psicosis! (alucinación de la voz y el delirio paranoico).

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