533. «las mujeres tienen coraje y los hombres son cobardes»

Dice Miller (2010) que "las mujeres tienen coraje y los hombres son cobardes". ¿Cómo entender esta idea que coloca a las mujeres del lado de la valentía y a los hombres del lado de la cobardía? Esto se entiende a partir de la referencia fálica en el complejo de castración. Freud llama «complejo de castración» al encuentro de los niños con la diferencia sexual anatómica. Niños y niñas subjetivan la diferencia sexual diciendo: «los niños tienen pene, las niñas… no tienen pene». “Hasta hoy -dice Miller (2002)- es un hecho que un tengo esencial, primordial, recae sobre el pene” (pág. 153), recae sobre eso que se ve, y lo que ven niños y niñas es que hay seres que tienen algo que a los otros les falta; es así como se subjetiva ese tener o no tener un pene, es así como se subjetiva la diferencia sexual en ambos sexos.  

Entonces, "según se tenga o no el órgano que, en el cuerpo, encarna el significante fálico" (Miller), los hombres quedan del lado de los que tienen algo que proteger y las mujeres ¡no tienen nada que perder! El hombre es, pues, un dueño, dueño del falo. "Es esencialmente un dueño; gestionará mejor o peor su propiedad, pero está condicionado por ella" (Miller). Y las mujeres, con respecto a la referencia fálica, como no tienen el falo, el falo les falta, no tienen nada que perder. Por esta razón, "no tener nada que perder puede otorgar un coraje sin límite, aun feroz: mujeres que, para salvar lo más precioso, están preparadas para ir hasta el final sin detenerse, dispuestas a luchar como quieran" (Miller).

El tener el falo no es ninguna ventaja para los hombres, ya que temen perderlo -angustia de castración-; por eso se dedican a cuidar todo lo que tienen: su pene, su dinero, su mujer, su automóvil, etc. "La cobardía fundamental de los hombres es que están embarazados por algo que tienen que proteger" (Miller, 2010). Tener el pene embaraza a los hombres porque no sabe qué hacer con él, dónde ponerlo, manejarlo, dónde colocarlo; "eso puede despertar en ellos la ferocidad del dueño amenazado de robo" (Miller); de cierta manera, los hombres siempre se sienten amenazados, tanto frente a otros hombres: "tienen más de lo que yo tengo", como frente a las mujeres: "ellas desean tener lo que yo tengo", el falo.

Podría parecer que, por tener el falo, los hombres están en posición de amo y las mujeres en posición de esclavas, según la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo; pero no es así. "El hombre, aunque pueda parecer que manda, es el esclavo, el siervo. Lo es porque, de manera estructural, el que sale siervo de esa lucha es el que debe proteger algo –en Hegel, supuestamente su vida–" (Miller, 2010). La mujer, en cambio, está en posición de amo, ya que no tiene nada que proteger. La dominación femenina se desprende de una posición de un amo sin reglas, que denuncia al falso amo que es el hombre, como bien lo sabe hacer la mujer histérica.

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